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Un día más pasaba, aquél muchacho que apenas había dado sus primeros pasos como adulto se recostó en su balcón contemplando el atardecer, sumido en sus pensamientos, sumido en alguien especial.

Una chica que había visto sólo algunas horas atrás, mientras caminaba por una de las estrechas calles de Paris, su cabello algo rizado, de un color rojo cobrizo, su piel suave y su boca con una bella sonrisa, no lo dejaron soltar ni una sola palabra hacia ella, lo cautivaron, y ahora no lo dejaban razonar.

Su corazón estaba enternecido por esa aparición angelical, que tal vez no volvería a ver. Se planteó el hecho de que ver algo tan hermoso solo podría pasar una vez en la vida, y él había deshechado esa oportunidad.

Los bellos colores del atardecer, las estrellas, que lentamente se mostraban, cada vez más se parecían a las pequeñas pecas que había detallo en ese delicado rostro, y sólo hacían su visión más fuerte. Cerró los ojos sintiendo la fría brisa que pasaba dando inicio a la noche, recordando el delicioso aroma de la chica que lo había chocado como un vendabal.

Luego de un rato decidió parar esa tortura que provocaban sus pensamientos, se dirigió a la cama y se quedó dormido pidiéndole a Dios que fuera misericordioso con él y le lanzara aquella bendición de nuevo.

Despertó horas después por el melodioso canto de los pájaros, aunque fuera hermoso, los maldijo por despertarlo de uno de los tantos sueños que tuvo esa noche con esa desconocida.

Se vistió de forma decente, arregló su cabello despeinándolo, salió del pequeño apartamento casi cayendo por las escaleras por su prisa y tomó su bicicleta algo oxidada determinado a encontrarla.

Paseó durante horas por las mismas calles que había recorrido el día anterior, sin exito ni rastro de su objetivo.

Al final, rendido, se recostó contra una pared, en una calle ya vacía, para contemplar como el sol iluminaba, por última vez en ese día, a esa preciosa torre, magnífica y llena de belleza. Bajó la mirada encontrándose con una gerbera de intenso color naranja y se agachó dispuesto a tomarla pero, una delicada mano, más delicada que la flor, se le adelantó.

Ambos, tomando distintas partes del tallo de la planta y apenas rozando su piel, levantaron la mirada encontrándose el uno al otro, la sonrisa, que esbozaron casi de manera instantánea al verse, iluminó el rostro de cada uno, se levantaron lentamente sin dejar de detallar los ojos de su contrario, y, en un tipo de lenguaje ancestral, ambos acordaron, sin palabras, tomarse de las manos dejando la hermosa flor entre ellos.

Ahora, aquella torre a sus espaldas, lucía insípida al lado de esa belleza que ambos percibían, y habían notado el día anterior, en el otro.

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Un día más pasaba, aquél muchacho que apenas había dado sus primeros pasos como adulto miró de reojo, con lágrimas en los ojos, su balcón y el paisaje que este mostraba, esa magnífica torre con el atardecer detrás, volvió la vista a la pantalla de su teléfono, deseando tener una relación igual, agradeció internamente a aquél usuario que, en sus historias de Instagram, había recomendado el breve relato que acababa de leer.

Un día más pasaba, aquél muchacho que apenas había dado sus primeros pasos como adulto miró de reojo su balcón y el paisaje que este mostraba, esa magnífica torre con el atardecer detrás, volvió la vista a la pantalla de su teléfono, deseando tener una relación igual, agradeció internamente a aquél usuario que, en Instagram, había publicado el breve relato que acababa de leer, y, después de pensarlo por un momento, siguió mirando más fotos sin darle un "me gusta".

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Instagram [OneShot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora