👣El viejo de la bolsa👣

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De pequeño, el ser humano llega a ser muy fácil de sugestionar, es muy fácil contarle algo y hacer que lo crea, por eso tal vez, a los niños se les solía y suele contar pequeñas historias o leyendas para evitar el mal comportamiento, si bien parece divertido y funcional, hay niños que se lo toman muy enserio y creen tanto en ello, que con apenas un solo suceso ''extraño'' es suficiente para darles un gran susto.

Este fue el caso de dos pequeños de una ciudad pequeña, en un país pequeño.

Los dos pequeños, al igual que muchos de nosotros, se encontraban recibiendo el discurso eterno de regaño característico de las madres, el cual siempre va dirigido
a alguna macana, una que llego a acabar con la paciencia de su madre, siendo esta la 200 y quien sabe cuanta vez. Su amada madre al ver que uno de los pequeños le ignoraba mirando las baldosas del suelo como si estas fueran algo novedoso para su infantil mente, decidió que les castigaría con el miedo de ser visitados por ''El viejo de la bolsa'', clásico truco de madre para que niños, de no mas de 8 años, les presten atención a sus retos y dejen de meter la pata a diestra y siniestra, en fin, ella no sería ni la primera ni la última en utilizar ese clásico truco.

- Les pido se comporten, no me gustaría ver a mis bellos bebés siendo llevados por el viejo de la bolsa – expreso con exagerados gestos de
angustia y preocupación.

- ¿''El viejo en bolsa''? – preguntaron los chicos con gran curiosidad.

La madre de los niños, al ver que ya no era uno solo el que le prestaba atención, ocultó lo más que pudo sus ganas de reír en una mirada de preocupación falsa y expresiones de manos muy exageradas.

- Ayyy... si, si niños ''El viejo de la bolsa'', un viejo cruel y malvado que se lleva a los niños que se portan mal y hacen que sus padres los reten, se los lleva y los mete en una bolsa de tela marrón, ¡llevándolos lejos de sus padres y de la seguridad de su hogar! –

Ella exageraba cada gesto para finalmente arrojarse a un sofá y cerrar los ojos de forma dramática.

Los pequeños, ya un poco nerviosos, se acercaron más a su madre, el más
joven se subió al sofá con la intención de estar aun más cerca de su amada
madre.

- Y ¿por qué lo hace? – nervioso pregunto el mayor observando a su madre con ligero temor en su mirada mientras jugaba con sus dedos.

La mujer abrió ligeramente uno de sus ojos para luego cerrarlo y continuar su exagerado acto.

- ¡Nadie lo sabe! Algunos dicen que se los come en guiso, otros que lo hace
por diversión, yo creo que lo hace porque le gusta ver a los padres angustiados – se sentó en el sofá mientras miraba hacia todos lados como veleta – mis niños, ¿me prometen que se comportaran? Odiaría perderlos – al decirlo les dedicaba una mirada ''preocupada'', con un ligero puchero y sus manos unidas en un puño a la altura del pecho parecía como si rogara.

- ¡Lo prometemos mamá! – dijo el menor de forma rápida y entrecortada mientras cerraba sus ojitos y temblaban sus manos.

- ¡Gracias mis amores! – expreso con una gran sonrisa mientras abrazaba a sus hijos con fuerza, dando por finalizado su acto.

Vaya actriz resulto ser, tan buena que los pequeños hacían lo posible por
comportarse, aunque en consecuencia del acto de su madre los niños cada noche miraban la ventana con miedo, casi no dormían del miedo, pobres pequeños, si supieran que solo fue un intento desesperado de su madre para que se comportaran. En la escuela se les caían los parpados, no solo del lento e irritante hablar de su maestra, lo cual ya era cosa de todos los días, sino también del sueño provocado por las noches de vigilia.

Durante las noches tomaban turnos de vigilancia, uno vigilaba la puerta y el otro exhaustos se disponían a cambia de lugar, pero el menor observo por la ventana que al otro lado de la calle pasaba una sombra extraña, pero estaba un poco lejos y bastante oscuro para verlo con claridad.

- ¡Mati! ¡la calle! ¡la calle! – susurró nervioso el niño apuntando con el índice hacia una zona del otro lado de la ventana.

- ¿Qué viste Nico? ¿qué hay ahí? – se acercó el mayor de los dos y se colocó justo detrás de él mirando el punto marcado por el dedo del pequeño
arrodillado en una silla.

- ¡Hay alguien al otro lado! ¡está ahí! – seguía señalando por la ventana a la
vez que miraba a su hermano y a la calle.

Matías miro con más detenimiento y logro ver aquello que alarmó al pequeño Nico.

- ¡Se acerca! – observó asustado agarrando a su hermano con fuerza.

Aquella sombra se acercaba a paso lento y calmado, parecía tener dificultad al caminar, pues se notaba que hacía un esfuerzo. Su paso tortuoso lo dejó a escasos metros al hogar de los chicos dejando ver su aterradora apariencia ante las miradas asustadas de los niños.

Era un hombre viejo, de barba blanca, poco pelo en la cabeza, ligeramente encorvado, de ropas grandes y oscuras que dejaban a la vista sus brazos, dos ramitas finas de piel flácida, uno de ellos colgaba a un costado del hombre y el otro sostenía una gran bolsa de tela por encima del hombro, la cual parecía estar llena.

Al estar cerca de la ventana, los niños salieron corriendo hacia la cama y se taparon hasta la cabeza, los chicos temblaban y el menor sollozaba, estaban muy asustados y al igual que otras noches, casi no durmieron.

Al día siguiente, cuando la madre de los niños fue a buscarlos, la maestra le llamo y aviso de que sus hijos se veían muy cansados y que incluso uno se había dormido en mitad de la clase. La mujer apenada y preocupada se disculpo con la docente y se fue junto con sus hijos a su hogar.

Al llegar a su casa la mujer decidió hablar con sus hijos sobre la observación que tuvo la maestra.

- Niños, hoy su maestra me ha dicho que han estado cansados y que uno de ustedes hasta se quedó dormido en clase – dijo observando a los chicos
mientras estos se miraban nerviosos - ¿se sienten bien? ¿ha pasado algo
que quieran contarme? – los miro con verdadera preocupación.

Luego de unos segundos de incomodidad el mayor decidió hablar y explicarle a su madre el porqué de estar cansados, sus noches de vigilancia y el terror que
sintieron al ver al viejo por la ventana.

- ... y por eso me dormí en clase... perdón mamá – terminó de relatar Matías mientras su hermano se removía junto a él.

La madre al entender el tormento por el que hizo pasar a sus hijos tomo la
decisión de abrazarlos con fuerza.

- Lo siento niños, fue mi culpa, no debí contarles ese viejo cuento, sólo es un invento, lo siento mucho de verdad – decía mientras los besaba y los acariciaba – Nunca más les contaré un cuento para asustarles.

- Pero... ¿y el viejo? – por fin dijo el menor con mucho temor en su voz
mientras sollozaba ligeramente.

- Déjenme averiguarlo, seguro es algún vecino – comentó abrazándolos con ternura.

Y tal y como dijo, resultó que el viejo aterrador que vieron solo era Don
Fernandino quien le estaba llevando unas cosas a su esposa Margarita. Al
contárselos los niños junto a su madre se rieron de lo sucedido, resulto que todo fue solo efecto de la sugestión causada por aquel viejo cuento.

El susto fue grande y las risas diversas, al final solo les quedo el recuerdo de aquello y ahora les cuentan a sus hijos aquella experiencia aterradora con risas y bromas.

El viejo de la bolsaWhere stories live. Discover now