Capítulo 1. Corregido con la editorial

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Estaba mirando mi teléfono en busca de algún mensaje de Mason cuando un chico se detuvo frente a mí. Levanté la mirada y me encontré con unos preciosos y perfectos ojos azul cielo. Derek Anderson. Mi plan A.

—Perdona, ¿podrías apartarte? Necesito abrir mi taquilla.

La respiración se atoró en mi garganta y me dejó incapacitada.

La falta de oxígeno no es nada buena para el cerebro y puede que esa fuese la justificación de mi penoso comportamiento, porque no me moví.

Derek Anderson estaba delante de mí. Me había hablado.

Nos separaba una distancia de apenas un metro, y eso me permitía respirar su colonia. Masculina, por supuesto.

—Oye, ¿hablas mi idioma?

Parpadeé llevando mis pensamientos de regreso al presente.

Derek me miraba con preocupación. Empezó a gesticular con sus brazos y supe que había pasado demasiado tiempo admirando su belleza.

—Mi taquilla. Allí. Detrás de ti.

Articuló cada palabra señalando detrás de mí. Realmente pensaba que yo era una estudiante extranjera. La situación era muy vergonzosa.

—Yo... Perdón. No estaba... Adiós.

Mi lengua se trababa con cada palabra que decía y rápidamente me aparté de él, avanzaba tan rápido como mis piernas me permitieron. Jane Tyler y su amiga volvieron a reír cuando pasé por su lado como una flecha. Ambas habían sido espectadoras de mi penosa actuación.

Esa era la razón por la que Derek Anderson era mi plan A. Me gustaba empezar las cosas con fuerza y solo para hablar con él era necesario reunir todo el valor que, esperaba, residía en mi interior. Derek era el chico perfecto; guapo y deportista. Tampoco le iba mal con las notas y según había oído había sido aceptado en varias universidades.

Sin embargo, yo era tan invisible para él que ni siquiera había percibido mi presencia... ¡Y nuestras taquillas estaban al lado!

Ofuscada, empujé las puertas de cristal y salí al aparcamiento.

El enfado desapareció en cuanto vi un coche azul aparcado en la fila delantera: al final Mason me había esperado.

—Solamente digo que, si te paras a pensarlo, no es una idea tan loca, ¿verdad? De hecho sería genial. ¿Por qué no crees que es genial?

Subí el volumen de la música tratando de callar, en vano, la voz de Mason. Él apartó sus ojos de la carretera para lanzarme una mirada desesperada y luego apagó la radio. Perfecto.

Juguemos a la guerra de silencio.

—Venga, Kenzie... Ninguno de los dos tenemos pareja. Ir al baile juntos es como... ¡La mejor idea que he tenido!

Contuve la sonrisa. No quería caer en su juego, pero esa era una de las características de Mason: siempre acababa por conseguir lo que quería. Se notaba que era hijo único.

—Tú nunca tienes buenas ideas —repliqué, jugueteando con mis dedos.

—Mentira. Es que tú no las sabes apreciar.

Apreté los labios y fijé la mirada en la carretera. Si le ignoraba durante unos minutos más, llegaríamos a mi casa y sería libre.

Lo peor era que, en realidad, tenía razón. Sin novio a la vista, ni en el presente ni en el futuro, ir al baile con mi mejor amigo parecía una idea brillante. Para Mason, desde luego, lo era: si iba conmigo no habría problema para combinar nuestros trajes, ya que ambos teníamos gustos parecidos. Y lo que era aún mejor, él podría bailar con otras chicas sin preocuparse de ofender a su pareja porque... bueno, solo soy su amiga.

Mi plan D  ©  #Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora