Prólogo

7.6K 589 110
                                    

Dejo caer la maleta de mi hombro hasta el piso frente a la puerta. El ruido de ésta hace que mi madre desvíe la mirada del libro que tiene en las manos sobre el regazo, me dedica una sonrisa y alza la mano meneando los dedos a modo de saludo.

Ruedo los ojos y camino de vuelta a mi habitación, pero me freno a media estancia. Volteo nuevamente y voy directo hacia donde mi madre ya ha retomado su lectura.

—Que feliz te ves — observo plantándome frente a ella.

—Espera... — pide levantando el índice frente a mí mientras termina de leer — ¿Qué quieres que te diga? — contesta cerrando el libro al fin —. ¿Que no estoy feliz?

—Esperaría algo diferente.

—Por amor de Dios, California, sólo mira esto. Estás en New York, viviendo como la princesa que eres, sin tu padre, con tu adorada madre... ¿no estás feliz?

—¿Tengo pinta de estar feliz? — cuestiono cruzándome de brazos.

—Mira, que tu mala actitud no te deje apreciar lo que tienes, no significa que estés en ruinas. Allá tú — advierte poniéndose de pie y pasando por mi lado.

—¡Estoy a punto de largarme de aquí! ¿Quieres que esté echando lágrimas de felicidad o qué?

—Mira, Cali, estoy harta de tu actitud cambiante, le dije a tu padre que teníamos que llevarte con un psicólogo desde que tenías catorce años — mi madre se agacha a sacar una botella de ron de uno de los muebles de la gran estancia —. ¿Y ves? Por no hacerme caso ahora necesitas un psiquiatra.

—Ahora me tachas de loca.

—No dije que fueras una loca, sólo digo que tu neurosis y bipolaridad están rebasando los límites.

—¿Qué pasa contigo? No soy neurótica ni mucho menos bipolar — mamá me mira tranquila mientras camina hacia mí, extendiendo un vaso de cristal con un líquido oscuro.

—No lo sabemos cariño, y si seguimos sin buscar ayuda jamás lo sabremos.

—No puede ser — musito y me apresuro a beber lo que hay en el vaso.

Es fuerte y me quema la garganta en cuanto lo trago.

—Hey, con calma, no quiero que también termines de alcohólica como tu padre — advierte.

—Que graciosa, debí quedarme con papá — mascullo la ultima parte.

—Aún puedes volver con él si así lo quieres.

—Sigues con tus chistes, ¿a ti se te olvida que mañana me mudo de aquí o qué?

—Por supuesto que no, no sé que voy a hacer sola en este lugar tan grande.

—Bueno, esa ha sido tu culpa, te dije que compraras un departamento, pero por querer sacarle dinero a mi padre compraste esta cosa.

—Penthouse — especifica.

—Ajá.

—Si tanto odias la idea de tener que salir de aquí e irte, sólo dímelo. Puedo llamar al instituto para cancelar tu residencia ahí. La casa no está tan lejos de la escuela, Robert puede llevarte y recogerte a diario.

—¿Bromeas? ¿Y seguir viviendo aquí contigo? Para nada, sigo queriendo mi pequeña habitación allí.

—¿Entonces para qué estás haciendo tanto drama porque vas a irte? Vaya que estás loca.

—Adivina a quien salí.

Alzo el vaso vacío para que lo mire y lo pongo sobre uno de los muebles oscuros de madera, doy media vuelta y continúo mi camino de regreso a mi habitación.

Realmente mi año sabático se fue volando en estupideces.

El divorcio de mis padres fue agotador, eran los problemas de siempre más uno que otro nuevo cada día. Mi padre terminaba ahogado de ebrio en alguno de los sillones de la sala, mi madre siempre peleaba con él por eso, o porque llegaba demasiado tarde del trabajo, también por los papeles revueltos de la oficina que dejaba por toda la casa.

Él le reclamaba a ella cosas muy diferentes: Tarjetas de crédito sobregiraras, zapatos tirados por toda la casa...

Las cosas llegaron a donde tenían que llegar, al mismo lugar donde absolutamente todo llaga.

A su límite.

___________________
Sigue leyendo 🤷🏻‍♀️

Olympus Donde viven las historias. Descúbrelo ahora