CAPÍTULO 2

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Como una brizna de verano con su aire húmedo que te recorre de pies a cabeza erizando toda tu espina recuerdo aquellos dos años de preparatoria.

Esos dos años antes de que el accidente ocurriera y cerraran por siempre.

Esos dos años antes de la última vez de verlo. De su desaparición.

A veces, de rato a rato me preguntaba a mí mismo qué habría sido de él, de aquel chico que me había abierto los ojos de par en par para ver un nuevo mundo en donde colores y figuras danzaban de una manera sensible y agresiva a la vez, un mundo del cual todas las personas estamos ciegos de ver.

Recuerdo el color azul brillante del cielo en primavera cuando las nubes tormentosas no hacían reuniones todas las tardes para llorar.

Recuerdo el verde de los árboles, los insectos, el pasto y el bosque. Que de un momento a otro en vez de un lugar mágico y de cuento de hadas se convirtió en un bosque de horrores y se pintó de rojo.

Muy seguido me pregunto a mí mismo el por qué todavía añoro los días de esos dos años de preparatoria, esos días que podía describir como un dolor en el estómago constante el cual lo escondes con una sonrisa especificando que no hay ningún dolor en tu alma.

Y con sólo pestañear, lo recuerdo a él, recuerdo sus ojos verdes esmeralda que no tenían brillo sino un color opaco con el cual sentías que te atravesaba hasta los huesos. Ahí es cuando reafirmo que todo lo que me hace añorar el aire pesado y frío que se vivía en invierno es él, él y su presencia que te hacía helar la sangre... o al menos eso decían.

Viví dos años junto a Yūichiro Amane, un chico al que nunca llegué a entender en su totalidad, en que cada día era como si tratara con un compañero nuevo de habitación, con alguien diferente día día. Yūichiro Amane era esa clase de persona a la cual repudias y quieres alejarla de ti pero nunca lo haces por debilidad mental y la sigues acercando más a ti.

Era ese tipo de personas que al ver una sonrisa en su rostro no sabías si sentirte alegre por ello o empezar a correr. Ese tipo que con una mirada puede meterse hasta tu alma y robarte tu bondad.

O al menos eso decían.

Nunca he sido brillante en nada ni destacado en alguna actividad, era un prueba-todo pero maestro de nada. Incluso las relaciones afectivas no se me daban bien... Ni tan mal. A veces sólo sentía la soledad más reconfortante.

Era tímido como si de una obligación se tratase y me definía por analizar a las personas de arriba a abajo antes de poder mantener una conversación estable.

La primera vez que ví a Yūichiro Amane fue la impresión más extraña que he tenido de una persona, era como si él supiese que lo estaba observando e inmediatamente comenzara a analizarme con esos orbes profundos como si quisiera robarme la voz.

En ese momento supe que él no era una persona con la que debería de tratar de cerca, sin embargo, nuestros deseos nunca son órdenes hacia el destino, y como si lo hubiera pedido él y yo quedamos encerrados en la misma celda a la que llamaban habitación los prefectos del instituto.

No podría definir la cantidad de silencios incómodos y miradas fijas que se mantuvieron durante aproximadamente dos semanas. Antes habría pensado que dos semanas sería poco tiempo y estiamadamente tolerable, pero junto a él se sintieron como si después de eso ya pudiera exigir que me dieran mi título universitario.

Todavía no entiendo, ni recuerdo con claridad cómo es o la razón por la cual comenzamos a hablar, pero recuerdo ese dolor en el estómago como si él hubiera convertido con su mirada las mariposas vivientes en mi estómago a garrapatas monstruosas que mordían las paredes de mi sistema digestivo.

Sin embargo, a pesar de todo lo que se decía de él, a pesar de lo que yo propio pensaba de él y lo que podías sentir a su lado, poco a poco su imágen empezó a cambiar ante mis ojos. ¿Y no es lo mejor cuando ves ante tus ojos a una persona evolucionar? Tal como un queso que a pesar de tener moho sabe delicioso pues es un afinador de sabores, así era Yūichiro. Sólo necesitaba un pequeño afinador para desatar la dulzura de su ser y a pesar de su destrozado ser pudiera sonreír.

Conocí mucho de Yūichiro Amane, me volví su mejor amigo y pude compartir la mayoría del tiempo durante dos años junto a él. Y sin duda puedo confesar que para él había sido el primer y único amigo, con el cual se había deshecho de esa terrible mirada extorsiona almas para empezar a mirar cómo un cachorro callejero en busca de comida y una palmada en la espalda.

Amane fue incluso aquel que me mostró colores en un mundo a blanco y negro.

Pero la vida siempre te depara un final. Los libros tienen su última página, las canciones su última nota y Yūichiro su última sonrisa.

Como espuma en el mar desapareció al alba del día, la mañana de un 07 de enero y nunca se volvió a saber de él. Sucesos y horrores habían pasado, y como siempre, la causa y consecuencia de todo era él. Sólo que la diferencia era que no estaba al lado mío para defenderlo, ni en ningún lugar para encontrarlo, se había vuelto aire.

Incluso llegué a pensar como alguna vez él me había enseñado y creer que él nunca me había hablado.

El instituto cerró por los acontecimientos y todos fuimos echados, pero nunca más se volvió a hablar de la fallecida ni del desaparecido.

Al paso del tiempo pude reprimir un poco los recuerdos de aquellos días que en verdad añoraba; que a veces, sutilmente y de sorpresa se presentaban en forma de pesadillas que carcomían mi cerebro.

Hasta hoy. En donde esa pesadilla de ensueño guardada tan solo en mi mente privada de salir al exterior, de alguna manera había logrado de evadir la seguridad y escaparse a la realidad, a mí realidad y pararse frente mío.

- ¿Mika? -. Fue lo último que escuchó antes de que un gran ardor se repartiera en medio de ambos ojos y sus párpados cayeran sobre éstos poniendo todo el panorama negro.

El pelinegro lo miró con esa mirada que lo distinguía tanto, y al escuchar pequeños pasos acercándose al final de la vereda, cargo al rubio tras su hombro y tras una pequeña búsqueda pudo dar con una llave para entrar a aquella pequeña casa alquilada y estrecha a los lados.

Llevó sin mucho esfuerzo al rubio sobre su hombro y después arrastrándolo de sus brazos lo llevo hasta un sillón, lo recostó cuidadosamente, encendió una lámpara de luz cálida y se sentó a su lado mirando atentamente su pecho ascender y descender al compás del suyo.

¿Cuál era el tesoro que el destino le había otorgado ése día nublado y gris?

וו×

Hola, esta vez sí me tardé jaja, ya estoy en clases y las pruebas me consumieron. Espero poder subir más seguido. Gracias por seguir leyendo.

Naabot mo na ang dulo ng mga na-publish na parte.

⏰ Huling update: Jul 01, 2019 ⏰

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