El héroe moderno

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Como todas las personas sobre la lozana tierra de Dios, Malawa Pérez nació con la bendición de varios talentos, cuya explotación de cualquiera de ellos le hubiese valido un lugar permanente en las páginas de la historia. Pero al igual que como sucede también con la inmensa mayoría de la humanidad, no pudo beneficiarse de ellos y no fue por holgazanería o procrastinación, sino por algo más poético; tuvo la mala suerte de haber nacido en el lugar y momento equivocado.

Malawa Pérez hubiese sido sin duda el mejor monje copista de la edad media y uno de los grandes revolucionarios de la concenciología del siglo XL, pero ambos empleos le quedaron a milenios de distancia. Un famoso experto de gopadosos grises de Omeya, pero en su universo no los hubo jamás. Sin duda también, el mejor cantautor de música regional Malawi, no obstante, es de notar que esta oportunidad se vio plagada de casualidades negativas desde el principio, pues además de la mala suerte de haber sido colocado del otro lado del globo; la pinchadura de un neumático en alguna parte de la franja del Ecuador, evitó que conociera a quién sería una influencia transcendental en su vida y sin ella, no tuvo ninguna oportunidad de explotar este talento dormido jamás.

De esta manera, entre peros y jugarretas del destino, la oportunidad de grandeza se le había escurrido entre dedos sin que él se percatara. Pero entre tanta mala suerte, por supuesto que al menos una chance seria había de tener y ese camino apuntaba a que se convertiría en el mayor campeón olímpico de lanzamiento de jabalina de la historia. Sin embargo, una vez más el destino se ensañaría con él al colocarlo en México, justo en una comunidad rural de la Sierra Madre, donde hay abandono sobre abandono y solo existía el juego de pelota sobre cancha de terracería. Así, desde niño se afanó con este deporte y fue feliz siendo mal portero, mal defensa, mal medio, buen pasador y un infame delantero. Se resignó a ser futbolista llanero hasta que creció y como muchos otros tuvo que conformarse con trabajos explotadores de medio tiempo hasta consagrarse como un mediocre administrador y un mangoneado docente, que conforme envejecía naufragaba en el hastío de la soledad y la desesperanza.

Era obvio que Malawa Pérez era un tipo normal. Típico de todas partes y extrañado en ninguna. Con un rostro que no era empleado en la publicidad ni por accidente y una actitud que, a causa de su desesperación, lo alejaba cada vez más de la gente, debido a que su conducta desacentuaba cada día más de su edad.

No logró nada en su vida, ni nada digno de envidiar le pasó. No recibió la visita de un ser extraño ni fue testigo de lo extraordinario, solo fue uno más entre el montón. ¿Por qué entonces, vale la pena saber algo sobre él? Pues sépase que Malawa Pérez, a pesar de encarnar la mediocridad en su estado más puro, no solo tuvo el "mérito" junto con otras 8 128 843 592 personas, de ser asesinado con un arma de positrones por un androide cazador clase Arkasus; sino que ostenta, además, el "honor" de ser la primera víctima de asesinato interdimencional de la que se tiene registro. Y dicha razón, se debe en principio a que él, al igual que el ya mencionado número de desdichados, tuvo la desgracia de compartir el mismo código "supracuántico" con Tcigathra, un ser mega poderoso, devorador de mundos y devastador de sistemas planetarios. Siendo Malawa Pérez, asesinado como los demás, no debido a una venganza burda y desesperada, sino como parte de un plan cuidadosamente estructurado con el lógico propósito de debilitar al siniestro emperador maligno; pues sépase querido lector, que cuando algún signo de debilidad nos embarga de manera súbita en cualquiera de sus formas, se debe a que en otro u otros universos, aquel ser con el que compartimos un mismo diseño cuántico al punto de que podríamos reconocerlo como nuestro "otro yo"; ha muerto, y la acumulación de dichas muertes puede provocar en las otras "versiones", desde malestares simples y descoordinaciones, hasta profundas depresiones, cuestiones que no está de más decir, en ocasiones pueden parecerles a nuestros codimencionales como exageradas o inexplicables. Ahora bien, en un ser tan malvado y poderoso como lo fue Tcigathra, dichas muertes no lo orillaron al suicidio ni tampoco mellaron sus fuerzas físicas, pero si menguarían su voluntad; convirtiéndolo de manera efímera en un ser indeciso y vacilante. Eso fue suficiente.

Con una sincronización increíble, la resistencia aprovechó que el semidiós estaba de capa caída y le dio muerte con un arma creada a base de la epidermis de un arqueopterix intergaláctico, mal llamado por algunos arqueopterix salvaje (como si los agujeros negros nacidos en el interior de la galaxia fuesen más manejables).

Así, la paz de un universo fue restaurada, pero para ello, muchas otras dimensiones fueron privadas con la muerte de un sinnúmero de individuos, entre los que destacaban deportistas, políticos, científicos y artistas míticos e irrepetibles.

Por fortuna para nosotros, Malawa Pérez murió igual como vivió, sin que el mundo se enterara. Pero como al final ninguna vida puede ser tan mala y sin importar la poca suerte que tengamos siempre seremos recompensados de alguna manera, Malawa Pérez dejó un legado legendario y mucho más grande que cualquiera de nosotros pudo o podrá lograr alguna vez, y fue que con su muerte pasó a formar parte principal de una colosal maquinaria que salvó en algún tiempo y lugar, a un universo completo. En cuyo centro, erigido en un planeta de ástato con anillos de burkelio, es recordado por todas sus criaturas como un bondadoso mártir, Malawa Pérez, el hombre más ignorado de la Tierra. 

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⏰ Last updated: Jan 18, 2019 ⏰

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