The Narnian Runes of the Wolf | Las Crónicas de Narnia [Edmund]

-𝐗𝐈𝐈. 𝐑𝐞𝐬𝐜𝐚𝐭𝐞

Antes

—Peter, limpia tu espada -indicó Aslan.

Tomó la espada y la retiro del cuerpo sin vida del lobo, la limpio para incrustarla en el suelo e inclinándose ante Aslan, quien toco su hombro con una de sus patas.

—De pie —Peter realizo la acción sin dejar de sostener la espada aun incrustada en el suelo.

—Sir Peter, el terror de los lobos, caballero de Narnia.

Actual

Adam

Cabalgábamos lo más rápido que podíamos junto con un grupo de narnianos detrás de ese lobo quién debería guiarnos hacia el hermano faltante.

Arrugue mi nariz al recordar esa charla con Susan y la pequeña Lucy, quién inocentemente me contó como su hermano Edmund estaba bastante atraído hacia Hall.

No me agradaba mucho la idea siendo sincero, ella era mi hermanita y él un simple niño extraño que no sabe dar buenas primeras impresiones.

Todos se detuvieron repentinamente y logré distinguir con la poca luz de luna un grupo de criaturas, miré hacia Oreius quien ya tenía un plan para entrar y rescatar a Edmund.

⎯¡Que comience la fiesta! ⎯susurró para todos sonriente Travis antes de tomar la flecha con la punta en llamas y enviarla con su ballesta directo hacia una tienda.

Luego de esa gran llama se desató una pelea, el sonido de espadas colisionando una contra otras y algunos gritos llenaban el ambiente. Nos dividimos en dos grupos para rodearlos, si bien no eran muchos, pero siempre había posibilidades que se volviera grande.

Debía ser rápido.

⎯¡Busca al niño! ⎯grité algo agitado hacia Travis luego de clavar la espada en el ombligo de un horrible ogro.

Vi como una de sus flechas se incrustaba perfectamente en el ojo de lo que distinguí como un Boggle, asintió hacia mí antes de correr dentro del bosque.

Travis

Corrí esquivado algunos cadáveres intentando localizar al niño, luego de unos minutos lo encontré atado a un árbol con una mordaza en su boca y tenía un aspecto algo sucio y cansado.

Me acerqué rápidamente agachándome delante de él y tomé el cuchillo de mi bota derecha para cortar la soga que ataba su espalda al árbol, pero me resultaba imposible ya que se retorcía inquieto y murmuraba algo que no logré entender debido a la mordaza.
Suspiré frustrado ya que debíamos irnos lo más rápido posible.