Volar

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En otra vida, volé como Ícaro, intentando alcanzar el sol. Tuve sueños y metas, tuve ambiciones, deseos... lo tenía todo. En otra vida... Sí, fue en otra vida; en esta, solo vivo como puedo, dejándome llevar y buscando lo que en algún momento pensé encontrar. 

Si pudiera volver a mi juventud, buscaría la felicidad, aquella que, cuando encuentras, no puedes soltar. Si pudiera volver... no la dejaría ir.

Conocí a Teresa cuando tenía 15 años, soñaba con ella cada noche y despertaba con ganas de volver a verla. La vi por primera vez en el colegio, era dos años mayor y parecía que a su alrededor solo había esperanza. Su sonrisa resplandecía como las estrellas en una noche sin nubes. 

Quizás Teresa fue mi primer amor, pero nunca le hablé y, antes de que me diera cuenta, ya se había graduado...

Mi vida después de ella fue vacía, sin luz, sin esperanza, llena de arrepentimientos. A los 17, dejé embarazada a mi primera novia y nos casamos apenas cumplimos los 18. Intentamos que la relación funcionará, pero después de 5 años juntos, nos divorciamos y peleamos por la custodia... perdí. Decidí estudiar una carrera en una universidad nacional, después de pensarlo mucho, elegí Filosofía. La vida universitaria fue aburrida, ya tenía 22 y estaba rodeado de juventud, ese tipo de juventud que no ha cometido errores, que es libre, que no tiene una pensión que pagarle a su ex esposa. 

Terminé la carrera sin mayores complicaciones, pero me encontré con el mayor problema de la adultez: conseguir un trabajo. Me volví profesor de secundaria, mas no de Filosofía, sino de Lenguaje. Trabajé 25  años en el mismo lugar hasta un recorte de personal que acabó en la clausura del colegio. Hubo un escándalo con el director, se había metido con una de las alumnas y los padres se enteraron con el embarazo de esta. Después de eso, continué trabajando en colegios con contratos cortos.

Antes de que me diera cuenta, ya había pasado la mayor parte de mi vida y tenía 65, listo para retirarme. Mi hijo me visitaba una vez a la semana y me daba noticias de su madre. Eventualmente, formó una familia y decidieron visitar solo a la abuela. 

Es raro darse cuenta a los 70 de que has vivido una vida que no vale la pena ser vivida, que has desperdiciado cada día, que estás solo... Y así acabé aquí, escribiendo una carta de despedida al mundo que se desvaneció de mis manos. No me queda más que decir gracias por la oportunidad que desaproveché.

Carta de despedidaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora