Ridículo.

Abrió su abanico y cubrió su rostro, desviando finalmente la mirada. No quería admitirlo, pero la intensidad con la que Luo lo observaba llegaba incluso a incomodarlo de una manera que no podía explicar con palabras.

—¿Señor Shen, está todo en orden?.


La voz de Gongyi Xiao venía suave desde su otro costado. Aquel pobre muchacho -quien había sufrido un destierro temporal de su secta por su culpa, siempre su maldita culpa -, adivinando las intenciones de Luo Binghe de seguirlo hasta el fin del mundo y temiendo por su seguridad, pese a que Shen Qingqiu le había dicho más de una vez que podía arreglárselas solo, había decidido acompañarlos hasta la Montaña Cang Qiong. Claramente era el único discípulo de la secta Huan Hua que no estaba en buenos términos con Luo Binghe por la forma en la que éste lo miraba; parecía que los roles estaban invertidos durante el viaje, y era Shen Qingqiu quien temía y cuidaba la vida de Gongyi Xiao, puesto que temía que en un descuido lo asesinara durante la noche o en un momento de distracción. Por su parte, Gongyi Xiao no había perdido sus excelentes modales y su sincera modestia, pero trataba a Luo Binghe con fría distancia. La travesía a la cumbre había sido realmente agotadora, de hecho, soportándolos.

—No. Quiero decir, si. Estoy cansado por el viaje.

—Lo escolto a sus aposentos.

—No es necesario.

—Insisto. No tienes buena cara.


Claro que no tenía buena cara, maldita sea. Acababa de morir y volver a la vida por segunda vez, la primera vez dentro de aquella endemoniada novela, toda una florecita surgiendo del barro asqueroso en aquella montaña. Cuando pudiese encontrarse con Avión disparador hacia el Cielo, ¡iba a arrepentirse de su propia historia!. Y para colmo, para el total desconcierto de su nueva amada secta, Luo Binghe había decidido cambiar de actitud - otra vez - y lo había prácticamente seguido a la fuerza hasta la Cumbre. Igualmente creía que no hubiese podido evitarlo, de todos modos. Lo que más le incomodaba era que volvía a mostrarse otra vez igual de servicial que antes y no había intentado denigrarlo ni atacarlo, ni siquiera en sueños. Obviamente Shen Qingqiu estaba esperando el momento en el que Luo Binghe le clavara el puñal por la espalda, porque estaba más que seguro que algo estaba tramando, obviamente contra él. Si algo había aprendido en aquel tiempo era a desconfiar hasta de su propia sombra.

—¿Has tomado ya tus medicinas?.- el tono hosco de Liu hizo que se volteara hacia él, el rostro aún oculto, sus cejas elevadas en una expresión de falsa sorpresa.

—Ya no las necesito.


Shen Qingqiu se ahorró todas las explicaciones rebuscadas; le bastaba con que supieran que estaba vivo y ya. Después de todo, si bien Liu había tenido sus dudas al respecto, nunca había visto en primera persona a su cuerpo original, por lo que tampoco había podido afirmar que había "revivido" y todo había quedado en una extraña confusión de lugares y tiempos que Shen Qingqiu se esforzaba con todo su empeño en no explicar. A raíz de eso, tampoco podía explicarle a los conocedores de su antiguo problema de salud que aquello había sido pulverizado al cambiar de recipiente. Suspiró, sintiendo la indignación del otro fluir en el aire. Liu Qingge era realmente un hombre en quien ahora podía confiar, pero que podía ser realmente un dolor de huevos si lo dejaba estar.

—Pero qué...con razón tienes esa cara. Ve a recostarte, tenemos que revisarte.

—He dicho que no.


Sintió la mano gentil y suave de Gongyi Xiao tomando el dorso de su brazo, como queriendo evitar una posible pelea. Shen Qingqiu lo miró de reojo, viéndolo agachar la cabeza, como si sintiese que había hecho algo malo. Apoyó una mano sobre la de Gongyi Xiao sutilmente e intentó sonreírle. El muchacho abrió grandes los ojos y sus mejillas se tiñeron de un leve rubor; rápidamente, lo vio sacudir la cabeza y se recompuso, guiandolo hacia un camino que no conocía, pues era la primera vez que pisaba la Cumbre.

Malditos Celos [BingQiu]Where stories live. Discover now