El recurso definitivo

10 2 0
                                    

 No sabía cómo terminar aquel capítulo... ¿Debería sobrevivir el héroe o la heroína —aún no tenía decidido el sexo de su personaje principal— y derrotar al Gran Mago Oscuro y sus hordas, en la Batalla Final de los Campos Yermos, devolviendo así la paz a la Tierra Alta? ¿O por el contrario dejaría vencer al Mal, trayendo la destrucción y el caos a todas las razas? Desde luego la primera opción estaba más que vista en la literatura fantástica, y ya llegados a este último capítulo necesitaba el giro final, que convirtiese su novela en un tomo único e irrepetible... Necesitaba el recurso literario definitivo, algo que nadie hubiese escrito hasta ahora. 

Pero el final «malo», tampoco era una novedad.

Llevaba semanas atascado en aquella página, sin decidirse por dónde tirar. El escritor novel estaba sufriendo el mal de la página en blanco. Su novela estaba llena de los clichés repetidos hasta la saciedad en la Fantasía, sacados de tal o cual blog, o de aquel taller literario, o de todas las páginas online que había encontrado, en las que se daban trucos definitivos para convertir tu novela en un auténtico best seller, pero sabía que no era suficiente, que su tomo era uno más del montón...

                                                                                      * * *

—¡Hala! Ya está bien por hoy...

Soltó el bolígrafo y cerró la libreta. Miró su novela escrita a mano sobre un escritor novel que escribía Fantasía y comenzó a sentirse orgulloso. Un libro que hablaba sobre otro libro, escrito por un principiante al igual que él.

Sí, lo sabía... Eso ya se había hecho en la literatura, pero aún le quedaban algunas páginas para seguir siendo original, diferente, un soplo fresco entre los autores noveles. ¿Sería suficiente para considerarse metaliteratura? ¿Sería el ejemplo a seguir por muchos, bien valorado por la crítica y codiciado por las editoriales? Era lo que siempre había soñado, y, en aquel momento, sentía que estaba muy cerca de conseguirlo... Media docena más de capítulos, y el texto estaría terminado, luego lo enviaría a las tres editoriales más importantes del país, y todo sería perfecto.

¿Un trabajo de mileurista? ¡Bah! Eso era para perdedores... Él estaba hecho para triunfar.

                                                                                      * * *

La seguridad que tenía en sí mismo era abrumadora... Desde luego, en parte, era porque no conocía en absoluto el mundo literario y sus complicaciones, y ni siquiera se le había ocurrido que en aquél mismo instante, otros tantos cientos de autores desconocidos de su país, estaban teniendo la misma idea. Tampoco sabía que las editoriales, sobre todo las más conocidas, tenían almacenes y correos electrónicos saturados de manuscritos, o incluso que, en algunas de ellas, necesitaba de un padrino para que al menos le tuviesen en cuenta.

Ni que decir tiene, que no tenía ni donde caerse muerto. En otras tantas editoriales, además del padrino, necesitaba a Don Dinero; altanero y poderoso, siempre abriendo puertas.

Pero lo que ignoraba por completo, es que era carne de cañón para las editoriales estafa: Tiburones que nadan en el océano de la Web a la caza y captura de pobres incautos, ilusionados con publicar su primera novela... Unos cuántos halagos por aquí, unas cuántas promesas de distribución por allá en los puntos de venta más importantes, una firma en un contrato abusivo con muchos años de por medio de la posesión de los derechos de la obra, el pago de la mitad de la producción de la primera edición, que en realidad era el pago de la producción de la edición completa, una escasa corrección que dejaría mucho que desear, y el timo estaría hecho.

Todo ello sin que sospechase ni un solo movimiento, o al menos ninguno hasta que fuese demasiado tarde, hasta que no pudiese ver ni un solo céntimo del dinero robado.

Tal vez cuando le sucediese se desencantaría y no escribiría nada más durante el resto de su vida, o tal vez se arruinase en juicios perdidos, si es que una vez publicada la novela, y por supuesto, recaudado el dinero por los estafadores, volviese a saber de la supuesta editorial, que pasaría a convertirse en fantasma, con un domicilio falso, una dirección de e-mail inventada, e incluso una serie de nombres de responsables que nunca fueron reales.

«Alea Iacta Est».

La suerte estaba echada.

                                                                                     * * *

¡Lo tenía! ¡Por fin lo tenía!

Era todo lo que estaba buscando para su nueva novela, original donde las haya... Había bautizado el nuevo recurso literario como Supermetaliteratura, y estaba completamente seguro de que nadie había hecho algo como aquello.

Más aún cuando dicho ejemplar, el de una escritora que escribe sobre un escritor novel, que escribe sobre un escritor novel que escribe Fantasía, y que utiliza la trama para contar los entresijos del mundo editorial y que serviría como denuncia al mundo de su primera experiencia sobre enchufismo, editoriales estafa y demás basura que un escritor puede encontrase, pondría en el candelero el mundo editorial del país.

 Convertirse en un superventas criticando a terceras partes; deporte nacional, lo llamaban. 

Hasta ahora había autopublicado, había hecho coedición, colgado sus anteriores trabajos en blogs, webs, plataformas digitales, y sus novelas se podían encontrar tanto en formato físico como en digital, además de haber colaborado en varias antologías, y durante todo el tiempo que había tardado en realizar dichas publicaciones, había llegado a encontrarse con un par de estafas. Pocas, tal vez, pero sabía de muy buena tinta que no eran las únicas que rondaban a los noveles. Ahora quería llevar esta nueva a las editoriales independientes, y estaba muy seguro de que se la cogerían... No hay nada mejor que una buena novela bien escrita, cargada de polémica.

Ahora solo faltaba escribir la otra mitad de la novela, en la que se aseguraría de hacer justicia sobre lo que le había sucedido, y así, de paso, poner en preaviso a todos aquellos que estaban empezando en el mundillo.

                                                                                     * * *

—Bueno... No está mal para empezar. ¡Original desde luego es! Un escritor que escribe sobre una escritora estafada y que conoce las tripas del mundillo de la literatura, que escribe sobre un escritor novel confiado, que escribe a su vez sobre otro escritor novel y falto de experiencia que escribe Fantasía... ¿Demasiado, tal vez? ¡Bah! Para nada... Va a ser un auténtico bombazo, de esta me quito la hipoteca de en medio... ¡Me rio del miedo a la página en blanco! Y ni de coña está ya todo escrito... Eso es porque hacía tiempo que no llegaba nadie como yo, ¡el creador de la Ultrametaliteratura!

Confianza en sí misma no le faltaba... Eso sí, había obviado el detalle de que había tardado en escribir ese primer capítulo todo un largo año. También olvidó otro gran detalle; Siempre, hagas lo que hagas, si trabajas con archivos que tienen un cierto valor y muchas horas de trabajo encima, o aunque solo sean minutos, se debe de guardar cada poco tiempo, y sobre todo, requisito indispensable... Tener una copia de seguridad.

Más aún, cuando en una tarde cualquiera, una tormenta eléctrica puede cernirse sobre la ciudad.

La luz se fue de golpe, ante los ojos aterrados de la escritora.

Corrió al cuadro eléctrico y subió los plomos, y volvió corriendo hasta su Ordenador Personal. Pulsó el botón de encendido. El sistema comenzó a cargar. Cuando llegó a la parte del Sistema Operativo, la pantalla se tornó azul, con una serie de códigos numéricos y letras en blanco que no tenía ni la menor idea de qué significaban...

Tampoco le hizo falta saberlo; el ligero olor a quemado que le vino desde la torre resolvió todas sus dudas.

Adiós a la novela.

Fue un placer haber trabajado contigo.

El recurso definitivoWhere stories live. Discover now