stockholm syndrome; rubius

dos

Rubius me veía fijamente. Sentí miedo, pavor, terror. Se veía muy diferente a las fotos que salían en la noticia, se veía más humano, eso es lo que más me daba miedo.

Llega una edad donde los fantasmas dejan de dar miedo, donde dejas de checar debajo de tu cama. Llega la edad, dónde un hombre siguiéndote en una calle obscura es peor que una casa embrujada, y hoy, a mis 19 años, fue cuando me di cuenta de ello. 

— ¿Cuánto tiempo crees que tu padre tarde en empezar a buscarte? — dijo poniéndose de pie, mirándome desde arriba.

No dije nada. Honestamente, siento que le daría igual. Tardaría meses en darse cuenta de que estoy aquí. Sentía lágrimas venir, pero logré contenerlas. 

— Anota todo aqui — dijo él lanzando una libreta — Números celulares, de tarjeta, todo lo que tengas. 

Salió de ahí, sin decir nada más. Sentí un alivio enorme.

Pasaron horas, y horas, Rubius no había regresado. No había ningún alma en la casa, o al menos eso creía debido al silencio que la inundaba. Escuché pasos acercarse, con una lentitud que me puso los pelos de punta. Miré al tragaluz, noté que era de noche. El cielo estaba negro, completamente obscuro. Los pasos se acercaban, más y más. Ví el picaporte de la puerta moverse de un lado, al otro. Lentamente, como si no quisieran llamar la atención de nadie. Escuché cómo introdujeron un objeto en él, escuché pequeños ruidos metálicos, hasta que la puerta se abrió. Se abrió con un movimiento lento, y suave. Una cabeza se asomó. Comencé a temblar, mi corazón latía como loco. El tío entró por completo, cerrando la puerta detrás de él. L veía fijamente, aunque era casi imposible debido a la obscuridad que abundaba en la habitación. Sólo pude notar que tenía cabello negro, y gafas. Se acercó lentamente. 

— ¿_______ Soler? ¿Eres tú eh? — escuché su voz cerca, demasiado cerca — No puedo creer que te tengamos aquí — rió

Y sin siquiera esperarlo, sentí cómo tiró de mis piernas, arrastrándome por el suelo, acercándome a él. Se puso encima de mí, sujetando mis manos con fuerza. Comencé a gritar y gritas. Pero una parte de mí sabía que era inútil. ¿Quién coño iba a ayudarme aquí? Sentí lágrimas, seguía gritando, con la esperanza de que alguien viniese a por mi. 

Y para mi gran sorpresa, así fue. Escuché la puerta ser derribada, pateada con fuerza. Un Rubius furioso cogió a aquel tío de la camisa y lo jaló, tirándolo al suelo, le dió un fuerte puñetazo que hasta a mí me dolió. 

— Vuelve a ponerle un dedo encima y no sales de aquí vivo. 

El tipo se puso de pie, miró fijamente a Rubén, desafiante. Pero bajó la mirada al instante, marchándose de ahí. Rubius era el líder, eso me quedaba más que claro. 

— Baja a comer algo. — dijo claramente de mal humor. — Y no intentes nada. 

Salió de la habitación, yo fui detrás de él, a una distancia considerable. Él volteaba a verme cada tanto, sólo para asegurarse de que siguiese ahí. La cocina era grande. Pero estaba muy vacía. Analicé todo el lugar. Todo estaba cerrado. suspiré pesadamente. Rubius deslizó un plato de comida hacia mí, dudé en comerlo, seguía cagada de miedo. 

— Tienes que comer. — dijo serio, mirándome. 

— Lo sé. — dije en voz baja,

— Oh, olvidé que podías hablar — se burló. Me dió la espalda, se entretuvo haciendo otra cosa — ¿Has anotado lo que te pedí?

— N-no me sé los números. — dije con voz entrecortada.

Rubius golpeó la mesa con su puño. Brinqué del susto.

— O de verdad no los sabes...O me estás mintiendo— dijo girándose hacia mí, acercándose con una terrible lentitud. 

— ¿Sabes el número de tu padre?— asentí con la cabeza 

— Vas a anotarlo aquí — dijo dándome una servilleta y un boli. — Tiene 5 segundos. 

Intenté escribirlo pero mi mano temblaba. No podía. Comencé a llorar de la frustración. 

— 3...2...1 — dijo él, se acercó y vió que no había escrito nada. 

El miedo se apoderó de mí

— Es 971234673. Es el número de mi padre. — dije con miedo. 

Rubius asintió con la cabeza y lo anotó en aquel papel. Sonrió levemente, una sonrisa torcida.