O. P r e l u d i o

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Julio de 1978, North Denver.

Verano, por fin se podía sentir la llegada de las vacaciones y todos los adolescentes lo sentían. Solo unos pocos días más bastaban para terminar la pesadilla escolar que atormentaba a los jóvenes en Denver, no era de esperarse, pues la idea de pasar sus días en las piscinas y parques, con un plus de la feria del condado, les hacía explotar de emoción. Para este punto las escuelas pronto se pusieron manos a la obra y se prepararon no solo para el verano, sino también, para las graduaciones de los de último grado y su despedida.

De lo único que todos hablaban era como se lo pasarían en grande esos gloriosos días y como no, la idea de comenzar otro ciclo escolar con gente nueva y experiencia nuevas les revolvía el estómago. Era jueves por la mañana y las calles comenzaban a llenarse de estudiantes de distintas edades dirigiéndose a sus escuelas, el pueblo no era tan grande y los vecindarios se topaban fácilmente, aquí la gente iba y venía caminando sin problemas. Quizás eso era lo bueno de Denver, no había muchos problemas y era tranquilo.

Quizás... o eso quería creer Alessia, quien era ultrajada por dos chicas mayores a ella. Cayó al suelo con mochila en hombro y sus útiles salieron disparados al suelo bruscamente, pues el golpe en seco del concreto le partió el labio inferior cuando su cabeza rebotó.

—Fuiste de bocona con tu mami ¿no es así? —dijo una, de tez bronceada y cabello castaño claro— por tu culpa nos castigaron y nos quitaron las vacaciones maldita rara.

Alessa se arrastró un poco y se sostuvo de sus palmas heridas hasta incorporarse en el suelo, se sentó y con dolor flexiono ambas piernas para quitar el polvo de sus rodillas. Traía puesto una falda de mezclilla que al instante notó que se había rasgado y no pudo reprimir una mueca que hizo enfurecer a las agresoras.

—¿No escuchaste alienígena? —esta vez, la otra chica; de piel blanca, pelirroja y pecosa habló. Se atrevió a jalar del desordenado cabello de alessa tan fuerte que esta tuvo que forcejear—, ¡por tu culpa nos prohibieron salir en vacaciones!, ¿sabes que significa eso? —siguió jalando a pesar de que Ale trataba de quitarle sus manos de encima—, ¡nos la pagarás muuy caro pedazo de mierda!

La menor se levantó de un jalón pero antes de que pudiera hacer algo, la pelirroja la soltó y Ale volvió a caer al suelo de trasero. Ambas chicas soltaron una carcajada al unísono y le pasaron por encima arrastrando el polvo para que le cayera a ella, se miraron mutuamente con una sonrisa juguetona y la castaña se agacho a la altura de Ale acercándosele.

—Disfruta mucho tus días libres, porque cuando volvamos a encontrarnos no tendrás ninguna paz, perra —le susurró en un tono audible para las tres, Alessa frunció el ceño en un estado de impotencia por no atreverse a hacer nada, sólo viéndolas irse entre risas y sin ningún remordimiento por lo que le hacían pasar. Se había vuelto frecuente desde que ingresó a la escuela a mediados de semestre, como una niña nueva en un lugar distinto a lo que ella estaba acostumbrada, era difícil adaptarse al entorno. No tenía muchos amigos y en realidad, solo tenía una y muy pocas veces la veía debido a que solo compartían una insípida clase; taller de arte.

Dio un suspiro y lentamente se levantó del suelo, sacudiendo el polvo de su ropa con ambas palmas, sintiendo el ardor de sus rodillas y su labio, justo a su lado se encontraba un lápiz tirado, levantó cada útil y se enganchó la mochila al hombro guardando las cosas dentro, ni siquiera se molesto en ordenarlo, mejor se dio prisa en llegar a la escuela o se le haría más tarde y eso empeoraría el día.

Se percató que no había nadie a su alrededor y eso le preocupó, pero ya que la instalación no estaba muy lejos de su casa llegó cinco minutos antes de su primera clase; ciencias. Pero antes, se plantó en su taquilla para tomar sus libros y guardar los del día anterior, aún se liaba un poco con la combinación pero agradeció que esta vez le funcionara a la primera. El timbre sonó al instante pero eso ya no le preocupaba pues ya estaba llegando al salón de clase, todos iban acomodándose en sus asientos, Alessa se dirigió al antepenúltimo de la tercera fila y dejó caer su cabeza al pupitre cerrando los ojos por un momento.

𝒥𝒶𝓇𝒹í𝓃 𝓈𝒾𝓁𝑒𝓃𝒸𝒾𝑜𝓈𝑜 ━ Robin Arellano. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora