3. A u t o n o m í a.

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La jaló con fuerza y corrieron, Alessa apenas pudo seguirle el paso, el viento sopló con fuerza y los cabellos de ambos se movieron como las hojas de los árboles en otoño. Él la sostuvo con fuerza entrelazando sus dedos con los de ella mientras se dirigían velozmente hacia una parte alejada de la multitud. La peli negra sintió cosquillas en el estómago, sólo podía ver como Robin la arrastraba consigo, ignorando a su alrededor y era algo extraño la sensación de calor de sus manos, presentía que se pondría roja de sus mejillas.

Pronto el asfalto no se presenció más, ambos corrieron por todo el arenal sin importa el polvo que hacían a su paso, sin importar que tanto ensuciaran sus ropas. Alessa se estaba agotando, pero ignoró el dolor, se aferró a su agarre y le dio ánimos a sus piernas de que no se detuvieran para nada.

—¡Aquí! —le dijo, había una máquina excavadora de construcción varada muy grande, parecía vieja y por lo que notaba, podía estar abandonada— casi a ninguno le gusta acercarse por qué temen que se caiga a pedazos —le sonrió.

Para ser sinceros, visualmente no ayudaba en nada, pero a Alessa tampoco le importo. Robin subió en los primeros escalones y ayudó a la chica a hacer lo mismo, con mucho cuidado gatearon al brazo cilíndrico de la excavadora y Justo en la punta de la cuchara, se sentaron. El moreno le cedió el lugar más seguro para que no se cayera, mientras la sostenía del brazo, él por el otro lado, estaba en una orilla muy desequilibrada, pero como todo un niño de calle, sabía bien como apañárselas. La vista era increíble, la altura ayudaba mucho, podía ver a todos en la cancha, el equipo azul seguía en lo suyo, era perfecto, debía aceptarlo.

—¿no está increíble? —Alessa asintió con una gran sonrisa, Robin no pudo ignorar ese gesto, cuando ella volteó al frente, él se le quedó mirando con detalle, fijándose en sus labios delgados, los lunares de su mejilla izquierda; uno pequeño ubicado en el costado de su ojo, otro en la comisura de su labio inferior y el perfecto a sus ojos; unos Justo en la mejilla, mediano y notorio.

¿Podría ser está la niña más linda que había visto nunca? No lo sabía, pero mientras más la observaba, más encontraba imperfecciones perfectas: no era quizás sus pestañas largas, o su nariz pequeña y chata, quizás eran las sutiles ojeras o sus dientes incisivos levemente torcidos, probablemente que su pelo ondulado se esponjara al punto de verse despeinada, pero a la vez, se viera tan linda. Lo único que podía asegurar, era que Alessa no merecía ningún maltrato por ser ella, pero por desgracia, en esta época era normal mofar a quienes son distintos, con una cualidad diferente.

La chica se dio cuenta de que Robin la miraba y se giró a él, este volvió así mismo y solo se limitó a sonreírle, no tenía vergüenza ni sentía miedo alguno, pero sabía que ella sí porque pronto comenzó a ponerse roja por completo.

—Perdón —le dijo—, es sólo que el sol te aprecia mejor —Alessa no entendió a qué se refería, pero le dedicó una sonrisa de lado y se concentró en la práctica, Robin hizo lo mismo, pero una sonrisa victoriosa se apropió de su rostro.

La peli negra de repente apuntó a lo lejos moviendo su muñeca llamando la atención del moreno, sin entender nada, Robin la miró— ¿qué pasa?, ¿el partido?

Ella negó y con los dedos comenzó a formar letras; la primera con la mano derecha e inclinado la muñeca, sacó el índice y el de en medio y con la otra mano, poniendo el índice debajo de las otras, después solo mostró el índice, la otra letra fue como la primera, sólo que los dos dedos se inclinaron hacia abajo y con el índice izquierdo lo pegó al costado, lo hizo dos veces, la siguiente solo mostró tres dedos inclinando la muñeca y la última, volvió a mostrar el índice y el de en medio formando una V pero con el índice izquierdo abajo de esta.

—¡Finney! —Alessa aplaudió con emoción, ambos con una sonrisa y Robin festejando— fue difícil, por un momento dudé. Finney es muy bueno jugando, créeme, deberías venir este domingo al partido, te impresionará.

𝒥𝒶𝓇𝒹í𝓃 𝓈𝒾𝓁𝑒𝓃𝒸𝒾𝑜𝓈𝑜 ━ Robin Arellano. Where stories live. Discover now