3. Eres parte de mi vida

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Toda la tarde, Badir, se la pasó en brazos de Darío. Se besaron como nunca antes, con lentitud y suavidad mientras escuchaban el suave ruido de las olas del mar. Se sentía como en un sueño del que no quería despertar pues nunca se había sentido tan seguro, feliz y cálido. Los gruesos brazos de su profesor lo apretaban tan fuerte que estaba seguro de que nada en el mundo podría acercarse para dañarlo.

En cuanto el sol se ocultó, se dirigieron a la habitación del hotel tomados de la mano. Se sentía un poco cohibido porque nunca había tomado de la mano a nadie, ni siquiera a sus abuelos; y, aun así, Darío, se veía tan despreocupado que se obligó a caminar sin tomar en cuenta las miradas extrañadas de la gente a su alrededor.

En cuanto cruzaron el umbral a la habitación, se dejó caer en la cama pegando la cara a las sábanas. La plática que tuvo con Darío había sido muy difícil y había quedado muy agotado, en ese momento creyó que sería capaz de dormir por días.

—Vas a llenar la cama de arena, ven a tomar una ducha —pidió Darío con ese tono demandante tan suyo.

En vez de sentirse molesto, sonrió. En algún momento que no sabía identificar, ese tono duro, aunque pareciera extraño, se había vuelto muy querido para él, porque sabía que no era un tono agresivo, sino simplemente su modo de hablar.

—Estoy muy cansado —se quejó con dramatismo y después su tono se convirtió en bajo y seductor—, tendrás que obligarme.

Lo escuchó gruñir en voz baja y poco después el sonido del agua llenó la estancia.

Las cálidas manos de Darío se colaron por debajo de su cintura y se excitó un poco cuando sus pantalones cortos le fueron retirados con agilidad. Su profesor lo obligó a sentarse en la cama y cuando le fue retirada la camiseta lo vio inspeccionar la herida en su abdomen, a la vez que él recorría con la mirada el poderoso cuerpo desnudo que se encontraba tentativamente cerca.

—La herida está sanando bien —murmuró Darío y tiró de él para conducirlo a la ducha.

—Estoy herido —se quejó de nuevo solo para molestarlo—, no puedo lavarme a mí mismo, tendrás que hacerlo tú.

Esperó que Darío se negara, inclusive esperaba una reprimenda y se sorprendió cuando al entrar a la ducha, el profesor tomó la esponja de baño para enjabonarla y comenzar a limpiar sus brazos.

La ducha fue tranquila, así como los siguientes días que pasaron en la playa.

Darío se comportó de una manera protectora, cuidando de cada detalle en su mejoría. Nunca había estado tan tranquilo y mucho menos sonriendo por tanto tiempo. Odiaba pensar que debían regresar a la realidad en algún momento. No quería volver a una casa en donde solo le esperaban problemas y dolor.

La última noche del viaje, bajaron al bar del hotel y a pesar de que estaban pasando un buen momento, Badir no podía evitar sentirse nervioso.

—Algo te molesta —argumentó Darío con seriedad.

—Sí —aceptó antes de darle otro largo trago a su bebida.

Darío movió su silla hasta pegarse a él, por lo que se apoyó en el gran pecho aspirando con fuerza.

— ¿Qué es?

—No quiero irme —susurró con tristeza. Ahora que había hablado con su profesor acerca de su vida familiar, ya no quería seguir comportándose como el bravucón que siempre fue. Deseaba una vida pacífica como la de Alejandro o Hilal—. No quiero regresar, estoy seguro de que mi padre se vengará por haberme desaparecido tantos días.

—No tienes por qué regresar a esa casa —dijo Darío en el mismo tono bajo acariciando su cabeza con una pesada mano.

Se separó un poco para mirarlo sin entender a qué se refería.

—Debo volver, no tengo otro lugar a donde ir.

—Sí, lo tienes —murmuró Darío sonriendo de lado— ¿qué te parecería irte a vivir unos días conmigo en lo que resuelvo tu situación?

— ¿Resolver qué? —Preguntó confundido.

No había nada qué resolver, solo esperar a que terminara la universidad para poder escapar de esa ciudad y desaparecer del mapa para que su padre nunca pudiera encontrarlo.

—Ayer hablé con un abogado, le pedí que iniciara los trámites para demandar a tu familia y levantar una orden de restricción. Ellos no tendrán derecho a acercarse a ti —explicó Darío—. Así que, como no debes de regresar a esa casa, tu mejor opción es quedarte conmigo hasta que los problemas se resuelvan.

— ¿Cómo un mendigo que recoges de la calle? —Insinuó divertido, algo que al parecer a Darío no le hizo nada de gracia.

Se quejó un poco cuando su profesor lo tomó de la barbilla y lo apretó.

—No —replicó él viéndose ofendido—, como tu pareja.

Badir no podía creer lo que acababa de escuchar.

— ¿Pareja...? ¿Por qué... seríamos eso? O... te refirieres a... ser... ¿novios? —Tartamudeó inseguro pues no sabía hasta qué punto podía hablar de sentimientos con ese hombre sin que lo mandara a la mierda.

—Sí, novios —aclaró Darío con seriedad—. Me gustas y quiero que estés bien, así que acepta.

Badir emitió una suave risa y manoteó el agarre en su barbilla.

—Si lo pides de esa forma no hay manera en que me niegue.

Su profesor le regaló una sonrisa torcida antes de besarlo con fuerza, gimió un poco cuando reconoció que ese beso estaba lleno de deseo; pues en todos esos días en la playa, su profesor, solo se había limitado a abrazarlo. Siempre que Badir quiso iniciar el juego previo, Darío se salía de la habitación para hablar por teléfono o se libraba con cualquier excusa. Profundizó más el beso con la esperanza de que ese necio hombre cediera a sus deseos esa noche, aunque fuera solo por esta vez.

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Capítulo corto para hoy y uno nuevo para el martes ✌️

Deseando a mi profesor de cálculoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin