2. Quiero saber todo de ti

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En cuanto Darío desinfectó las heridas de Badir, le ayudó a levantarse y cubrirse la magullada cara de nuevo para ocultar sus heridas, no quería que llamara la atención. Al salir de la enfermería se encontró con la doctora y le hizo una seña para que se mantuviera callada. Tomó a su muchacho por la cintura y lo condujo por la universidad en dirección a su oficina. Sin poder evitarlo atrajo algunas miradas curiosas que no los siguieron por mucho tiempo cuando él mismo los enfrentó con solo un vistazo malhumorado.

En cuanto giraron por el pasillo, vio a Alejandro y Hilal fuera de su oficina con las manos unidas jugando nerviosamente y la mochila de Badir por un lado.

—Amigo —susurró Alejandro y tomó el brazo libre de Badir sin soltarse de Hilal.

—Estoy bien —respondió el aludido, aunque ahora al saber la historia era muy obvio que mentía.

— ¿De nuevo? —Susurró Alejandro, a lo que Badir solo asintió.

La pregunta asombró mucho a Darío, al parecer ese chico sabía de los abusos que sufría Badir. Se reprochó el por qué nunca se había molestado en investigar más a fondo y no intervenir a tiempo.

—Señor Garza —interrumpió el pequeño momento que tenía Badir con su amigo, el cual brincó un poco al escucharlo—, ¿su madre tiene todavía la agencia de viajes?

Alejandro frunció el ceño y asintió confundido.

—Tome —indicó a la vez que extendía su celular a un confundido Alejandro—, anóteme el celular de su madre —sacó las llaves y abrió su oficina para meter con cuidado a Badir, dejándolo en su silla detrás del escritorio. Un momento después, Alejandro se acercó para devolverle su móvil—. Les voy a pedir que no molesten a Badir durante unos días, yo me encargaré de cuidarlo, no tienen de qué preocuparse.

Los tres chicos se veían confundidos, aun así, no discutieron.

—Vamos, Alex —susurró Hilal apretando la mano de Alejandro y con un asentimiento ambos se despidieron.

— En algún momento debo regresar a casa ¿sabes? —Preguntó Badir con una media sonrisa que no creyó fuera genuina.

Ignoró el comentario y marcó el número que Alejandro guardó en su celular.

— ¿Si? —Contestó una familiar voz femenina.

—Señora Garza, habla el profesor Darío LeBlanc.

Hubo un silencio momentáneo en la línea.

— ¿Sucede algo con Alejandro?

—No, señora, le hablo por negocios. Verá, necesito un viaje urgente a cualquier playa disponible para hoy mismo.

Badir frunció el ceño y él solo sonrió de lado.

—Señor LeBlanc, lo que me pide es casi imposible. No hay forma de que le pueda conseguir un viaje tan apresurado —reclamó ella escuchándose un poco indignada.

—Señora Garza, no es un asunto de vacaciones, es algo urgente. Por favor, necesito que me busque algún espacio disponible.

Del otro lado de la línea se escuchó el sonido de un teclado. Esperó unos cuantos minutos, los cuales, aprovechó para acercarse a Badir y acariciar esos labios hinchados. Ahora que estaba decidido a cambiar su situación, quería estar cerca para tocarlo de cualquier forma.

—Solo me queda un paquete disponible en la Riviera Maya —mencionó de pronto la madre de Alejandro—, es un viaje de cuatro noches para dos adultos y un niño que me cancelaron ayer. El vuelo sale a la una de la madrugada, no sé si le interese.

Deseando a mi profesor de cálculoWhere stories live. Discover now