(6) A la medida

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Esa noche, Karla no trabajó más; Gustavo la llevó a cenar y a dar una vuelta.  Ella no podía creer que existiera un sentimiento tan bonito, y más proveyendo de un hombre.  Gustavo la hacía sentir como una reina, y a cada instante que podía, le recordaba lo hermosa que era.

Edgar no estuvo muy de acuerdo con que Karla se fuera del bar, y mucho menos acompañada de Gustavo; ese hombre que a leguas, había la había fascinado y creaba en Edgar unos celos inmensos.  Elisa, por su parte, estaba emocionada por su amiga.  Ya era la hora de que la  pobre consiguiera la felicidad, y aunque Edgar estaba dispuesto a darle todo; Elisa sabía que su amiga solo lo veía como un amigo. 

Al llegar al apartamento de Karla, Gustavo, muy caballerosamente, la besó en la mano.  Ella sintió miles de emociones correr; especialmente esas mariposas en el estómago, indicadores de que sientes algo especial por esa persona. 

“Te veo mañana?” le preguntó Gustavo sin ninguna intención de entrar al apartamento.  El quería demostrarle que existían hombres que respetaban a las mujeres, y mucho más cuando la mujer que él tenía al frente, estaba minuto a minuto, robando un pedazo de su corazón.

“Mañana tengo que trabajar.  No creo que pueda” le respondió ella un poco triste.

“Te vengo a buscar temprano, damos una vuelta y te llevo al bar” le respondió él.  Aun cuando no le agradara la idea de ella en los brazos de otro hombre, no la obligaría a nada.  Las cosas se darían poco a poco.

“De acuerdo.  De todas formas, tengo que levantarme temprano.  Aun me faltan documentos de la universidad por completar.  Ya solo me queda una semana” le dijo ella con notable emoción en su rostro.  Su sueño estaba ya por realizarse.

“Pues, te recojo y te llevo.  Me acompañas a hacer unas compras?  Yo también comienzo la universidad, de nuevo.  Solo un semestre más y termino.”

“Mientras yo apenas comienzo.”

“Karla, no todos vivimos lo mismo.  Yo tuve suerte, mis padres han pagado todos mis estudios.  Tú, no se aun lo que te sucedió, pero sé que has sufrido, no tuviste la misma dicha.  Pero te prometo, que de ahora en adelante, tienes mi apoyo.  No lo dudes hermosa.”

“Gracias Gustavo.  Es muy gentil de tu parte brindarme tu ayuda y hacerme sentir tan bien, cuando apenas y me conociste ayer.  Especialmente cuando no soy tu mejor opción…”

Gustavo la interrumpió con un beso.  Cómo era posible que aun esa chica estuviese despreciándose, cuando para él, valía demasiado.  Hacía tiempo que una mujer no lo hacía sentir así. 

Aun cuando estuvo dos años de relación con Natalia, no era lo mismo.  Ese noviazgo fue más…premeditado?  Ella era la mejor amiga de Victoria, la hermana de Gustavo, y vivía haciendo todo lo posible para quedar bien con Anna.  Era una mujer plástica y alta sociedad.  Sus padres, también eran amigos de los de Gustavo.

Una vez el beso terminó, Gustavo tomó el rostro de Karla entre sus manos.

“No quiero que vuelvas a decir eso en tu vida.  No escogemos venir al mundo, mucho menos quienes serán nuestros padres, o como viviremos.  Lo importante es que estás haciendo algo para mejorar tu vida, para estudiar, para lograr tus sueños.  Eso te hace una mujer excepcional, brillante.”

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