Veneno en la piel

Start from the beginning
                                    

Mara se aparta el aparato del oído, tapándolo con las manos, intentando respirar para calmarse, tampoco le parece lógico sacarse de quicio porque así solo va a quedar como una loca. Quizás el método de evitación no sea el mejor, la cosa es que ella siempre soluciona así las cosas, pasando absolutamente de todo hasta que las aguas parecen más calmadas. En ese momento le invade una sensación de pánico, siente el pecho oprimido, con una presión asfixiante que le impide respirar correctamente. Se acaba de dar cuenta de una verdad horriblemente dolorosa.

—Sandra —susurra, para que Carlos no pueda oírla a través del teléfono—, soy igual que Jaime.

Quizás ella no se comporte como una mentirosa patológica con problemas serios de madurez, pero desde que está con Carlos le ha invadido un horror voraz al compromiso que pudiese establecerse entre ambos. Ahora que las cosas se han torcido, solo un poquito, nada que no sea salvarse, opta por hacer oídos sordos y dejar que el tiempo actúe por ella, tal como haría Jaime en su lugar. Lleva mucho tiempo preguntándose lo mismo, si esa relación no habrá influido en ella hasta el punto de construir sus pilares a la hora de relacionarse con otras personas, si no se habrá convertido un poco en él tras mantenerse tanto tiempo en la cuerda floja.

La idea de terminar siendo una versión aunque sea rebajada de Jaime le da tanto pavor, que decide ponerse al teléfono de nuevo, como un acto reflejo para protegerse de esa imagen monstruosa que desea evitar a toda costa.

—¿Carlos? —Pregunta, algo insegura de que todavía siga ahí.

El hombre tarda unos instantes en hablar, cuando lo hace ya no parece furioso, sino más bien cansado.

—Mira Mara yo solo quiero que nos sentemos a hablar como personas civilizadas —suspira.

Ella aprieta los labios, sintiendo la mirada de Sandra clavada en su rostro. Sabe qué es lo que debe hacer, al final hacer las cosas bien quizás signifique pensar en todo lo que Jaime no hubiese hecho jamás. Toma aire, cerrando ligeramente los ojos, elevando la voz para dar su veredicto.

—Está bien.







—Estarás de broma.

Hugo es un poco dramas a veces, Ana piensa que deben ser todos esos especiales de Pasión de Gavilanes que se ha tragado en Nova, demasiado guion de telenovela para poder terminar totalmente cuerdo. El caso es que no se ha tomado demasiado bien lo de que Bruno trabaje para ellos durante algunos meses. Bueno, decir que no se lo ha tomado bien es un eufemismo.

—O sea no solo nos metes a un psicópata en la empresa, sino que para colmo tiene la lepra.

—No tiene la lepra, ni siquiera el sida —responde la chica, enviándole una mirada de reproche a su amigo—, le hicieron análisis en la clínica.

—Oye cielito, solo una cosa —Hugo la coge por los hombros, obligándola a voltearse para mirarlo de cara—, yo sé que siempre has tenido un alma muy noble, pero yo soy una zorra sin corazón que siempre escupe a los plastas de las ONGs que van captando gente por la calle como si fuesen dementores intentando chuparte la vida, así que a mí este tipo de proyectos sociales no me motivan especialmente.

—Pero Hugo, es un proyecto súper bonito —reprocha ella, haciendo un puchero—. O sea mira eso, es un diamante en bruto.

—Yo diría más bien una imitación de los chinos con manchas de pintura —el chico hace una mueca.

Giro de guionWhere stories live. Discover now