Capítulo XIII

2.2K 221 10
                                    


Aaron

Dios.

No puedo dejar de verla.

Estoy aquí, observando cada uno de sus movimientos y gestos mientras habla. Todo se ve en cámara lenta desde mi posición. Sostiene el teléfono con firmeza en su mano derecha, mientras la izquierda se posa delicadamente en su cintura, como si buscara consuelo en sí misma mientras conversa con... sea quien sea Eliot.

Me ha pedido que le dé un minuto, pero yo permanezco aquí de pie, absorto mirándola hablar. Podría quedarme así durante horas. Es fascinante su belleza, desde el momento en que salió de la ducha, mi mirada no ha podido apartarse. No tengo memoria de haberme impuesto alguna regla que limitara la duración de mi mirada hacia ella, pero si tal regla existiera, estoy seguro de haberla transgredido en su totalidad.

La forma en que desliza sus dedos entre sus rizos, su grácil movimiento en perfecta armonía con el hermoso vestido que luce mientras habla...

Esto es algo que no debería estar ocurriendo. No debería estar observando cada uno de estos detalles. Ella no me puede importar de esta manera.

Me equivoqué al tocarla. No debería haber permitido que mi mano se deslizara sobre su piel. Ahora eso es lo único en lo que puedo pensar. Es crucial que respete todas las reglas que me he impuesto, especialmente aquella que prohíbe el contacto físico, y he fracasado de manera catastrófica. Fue precisamente por esta razón que establecí esa regla. Esto es peligroso.

Katie fija su mirada en la pantalla de su teléfono y observo cómo finaliza la llamada. Permanece inmóvil, sin hacer ningún movimiento, mientras sus ojos siguen fijos en la pantalla. Aquello me causa preocupación, por lo que me acerco a ella lentamente, tratando de descifrar qué está sucediendo.

—Katie...

Siento una ardiente sensación en el pecho al notar cómo ella se seca una lágrima de su mejilla. En ese momento, todas mis reglas parecen desvanecerse. Me acerco a ella decidido y deslizo mi mano suavemente por detrás de su nuca, mientras observo cómo su delicada piel reacciona al contacto. Interesante.

—Lo odio —escucho su voz mientras ella oculta su rostro entre sus manos —. No entiendo cuál es su maldito problema. Lo peor es que aún me duele.

—Por favor, mírame —le pido. Entre sus sollozos, percibo su respuesta. Levanta la mirada, y sus ojos ya están cristalizados por las lágrimas. Por Dios, Katie, no puedo verte así. Deseo quitarle la tristeza de su rostro—. Está bien —susurro —. Dime a quién odias, y yo también lo odiaré.

Logro sacarle una sonrisa, lo cual me tranquiliza. Sin embargo, siento cómo mi ritmo cardíaco comienza a acelerarse cuando ella cierra los ojos y sonríe. Sé exactamente bien lo que significa esta sensación, está emoción y no puedo permitírmelo. «Esto ha sido un acuerdo muy serio», me recuerdo a mí mismo. «Ella es parte de ese acuerdo», insisto en recordar para mantener la claridad en mis pensamientos.

—¿Significa que también te odiarás a ti? —se ríe. Su sonrisa es un sonido tan dulce.

Yo asiento.

Ella mantiene su sonrisa, pero ahora sus cejas se fruncen ligeramente. Parece mirarme con incredulidad.

—Era mi... —levanta su dedo anular— ex prometido. Así es, antes de este viaje y... —hace un gesto con sus brazos, señalando hacia mí y la casa— todo esto, yo estaba a punto de casarme con quien creía que era el amor de mi vida.

Ella encoge los hombros, como tratando de minimizar la importancia de lo que acaba de compartir. Inhalando profundamente, niega con la cabeza.

—Olvidémoslo —dice—, vamos a cenar.

SUEÑOS EN PARÍS ©Where stories live. Discover now