Messed up.

10 1 0
                                    

Capítulo 4.

Esa misma tarde y tal y como las enfermeras habían dicho, el doctor Frost vino a hacer una visita. Yo estaba perdida en mis pensamientos en ese momento, por lo que no noté su presencia hasta que se puso a revisar las máquinas que había a mi alrededor. Ambos permanecimos en silencio unos minutos; yo, con las preguntas quemándome en los labios y él, con todas las respuestas que yo buscaba. 

Lo observé mientras hacía su trabajo. ¿Cuántos años tendría? No parecía demasiado viejo, de echo su apariencia era la de un joven adulto de unos treinta años. Él parecía bastante experimentado y seguro de lo que hacía. Me pregunté la cantidad de veces en las que Irwin habría pasado por esto. Él era un internista, según lo que sabía, pero el que estuviera aquí conmigo ahora y no otro tipo de especialista me decía que Frost estaba en el camino de la neurología.

Recorrí su figura discretamente, no es como si estuviera interesada en alguien que tenía diez años más que yo, pero tenía algo de curiosidad. Mi doctor era alto y de figura desgarbada, con el pelo negro corto pero cuidadosamente despeinado. Su piel era blanco y sus ojos... él levantó la vista de lo que estaba haciendo y yo rápidamente aparté la mía.

Él tenía los ojos azules y, a juzgar por la sonrisa en sus labios llenos, le hacía bastante gracia que su paciente lo estuviera analizando por completo. Suspiró cuando se sentó a mi lado y yo dejé las distracciones para otro momento. No quería hacer esto, pero iba a hacerlo de todas formas. No había marcha atrás.

—Ayer, doctor Frost, usted me dijo que respondería a todas mis preguntas... Y créame cuandole digo que no quiero conocer todas las respuestas, pero necesito saber la verdad. Creo que después de todo lo que tenido que pasar me merezco saber qué fue lo que sucedió aquella noche. Qué me pasó.

Hice una pausa, respirando profundamente para calmarme y no ponerme a llorar y gritar allí mismo; ya no podía seguir comportándome como una niña. Él me contempló estoico durante unos instantes, sus labios convertidos en una fina línea recta. Dura.

—Tu historia es muy larga, Darcy, y ni siquiera yo sé todos los detalles de aquella noche. Sé que esto debe de resultar complicado para ti, pero dime... ¿qué es lo último que recuerdas?

Medité sus palabras durante unos minutos, buscando entre mis recuerdos, forzando mi mente a trabajar. La cabeza me dolía mientras llevaba mi vista atrás, muy atrás. Mientras recapitulaba los acontecimientos de mi "último" día, me topé con algo. Por más que tratra de navegar mi mente alrededor de aquella noche, no podía. Se sentía como si un muro hubiera sido colocado allí deliberadamente. No era natural.

Alejé esos pensamientos rápidamente. Por supuesto que lo era, ¿qué otra cosa podía ser? No podía ponerme toda paranoica ahora, seguro que el doctor se llevaba una impresión equivocada de la situación y yo terminaba atada dentro de una camisa de fuerza y encerrada en una habitación de paredes acolchadas. Negué con la cabeza y me concentré en la pregunta que me habían formulado. ¿Qué era lo último que recordaba?

—Yo... Recuerdo que celebramos el fin de curso. Hubo un partido y los nuestros ganaron. Woah, hace mucho que los Wild Dragons no ganaban un solo encuentro. Y ese día, como para animarnos más si eso era posible, ¡bum! 50-0, una victoria redonda. —Tomé aire y continué narrando mis últimos recuerdos. —Luego de eso todos nos dispersamos por el instituto hasta que decidimosir a comer todos en grupo; nuestro curso, digo. Nos reimos mucho aquella tarde, empezamos una guerra de comida y todos terminamos perdidos. Si no hubieran pasado ocho meses desde entonces podría decir que aún tengo bolsitas de képchup en el pelo.

>>Para cuando hubimos terminado, estábamos cubiertos de comida de pies a cabeza y eran como las cinco de la tarde. Regresé a casa con mi mejor amiga, Devonne, y allí me encontré con mi padre, que ya se iba. Me felicitó por mis notas y se marchó como alma que lelva el diablo. Él tenía una reunión muy importante y no tenía tiempo para nada más. Devonne y yo charlamos durante unas horas y al final nos duchamos y preparamos para la miesta de cierre del curso. Lo último que recuerdo es salir con ella de mi casa y... y nada más.

A esta altura de la conversación mi voz se quebró y las lágrimas rodaron por mis mejillas. Sentía que me faltaba el aire, y el puño que se apretaba en mi corazón había vuelto con el doble de fuerza ahora. Traté y tratñe, pero me fue imposible recordar nada más. El muro seguía ahí, gigantesco e impenetrable. Podía sentir como la rabia y la impotencia comenzaban a llenar mi sistema; respiraba en bocanas de aire irregulares y costosas, y el pecho me ardía a horrores. No podía entender como algo tan importante como para dejarme en coma durante casi un año estuviera tan fuera de mi alcance. Me enfurecí conmigo misma, ¿ni siquiera podía hacer algo tan sencillo y natural como recordar?

Apreté con fuerza las sábanas, tratando de relajarme. Las máquinas a mi alrededor comenzaron a volverse locas, vibrando y pitando. Yo sólo quería que todo acabara de una maldita vez. Observé como el doctor Frost se levantaba alarmado y trataba de regular lo que sea que yo hubiera roto. Él se veía perplejo, sorprendido, y no podría decir por qué.

Cerré los ojos y me obligué a dejar de pensar, de sentir. Me dolía tanto que necesitaba parar. Respiré hondo y  me vi alejándome de aquel muro que me separaba de las respuestas. Caminar hacia un lugar menos oscuro, menos frío.

Cuando abrí los ojos de nuevo tenía al doctor Irwin a centímetros de mí, mirándome como si fuera el espécimen más raro del hsopital. Me eché hacia atrás, sobresaltándonos a ambos. Lo observé diréctamente, preguntándome qué sucedía. Él se alejó de la cama y comenzó a escribir compulsivamente en su inseparable portafolios, mirándome de reojo de vez en cuando.

Después se acercó a una distancia prudencial y soltó lo que debería ser la bomba, pero que no me afectó como debería.

—Darcie... Eso sucedió hace ocho meses, exctamente ocho meses en los que tú has estado durmiendo y esperando para retomar tu vida por donde la dejaste. —Frost habló con voz solemne mientras me observaba, sabiendo que no podía hacer nada para que me sintiera mejor. — Hace ocho meses, concretamente la noche del 19 de Junio, fuiste asaltada y brutalmente apalizada. Fue un milagro que siguieras con vida para cuando la ambulancia llegó al lugar. Ambos se veían destrozados y... —Yo lo interrumpí, la ansiedad retorciéndose por mis entrañas.

—¿Ambos?, ¿yo y quién más? —Él debió de captar el tono desesperado de mi voz, porque no se lo pensó mucho antes de responder.

—Tú... y Mikk Saunders.

Lost Memories.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora