Aberración.

569 69 2
                                    

Vanessa ayudaba a Benjamin a recostarse en el sofá de la bella casa de campo en medio de la ciudad, la residencia de la muerte, cuando él sin mas procedió a preguntarle:

-¿Cómo carajos me encontraste?-

Vanessa le dedicó una de sus sonrisas sin gracia. Lo soltó y se puso frente a él, mirándolo con detenimiento, como si le estuviera estudiando.

-Se nota que no sabes nada. Eres tan nuevo en esto.- le dijo, para luego sentarse en el suelo, enfrentando al chico que se hallaba postrado en el sofá. Estaba lo suficientemente fuerte como para huir, pero seguía doliéndole todo el cuerpo. Como si aquella chispa de dolor que Cat Brown le había provocado en la oscuridad del metro siguiera atacándolo.

-Podía escuchar tu voz dentro de mi cabeza.- dijo Benjamin, señalando con el dedo índice a su cerebro.- ¿Eso es posible con los vampiros?-

Vanessa permaneció callada por un minuto, su mirada esmeralda perdida en algún punto de su memoria. De pronto pareció percatarse de dónde se encontraba, y asintió.

-Sí, querido. Pero no con todos los vampiros. Este tipo de conexión mental es posible si son familia.-

-Explícate.- dijo Benjamin, acomodándose en el sofá. Estaba sentado cuando Vanessa se puso de pie y dio unos pasos hacia la ventana, dándole la espalda. El chico no entendía a qué se refería Vanessa, pues que él supiera, entre ellos no existía ninguna consanguineidad.

La mujer suspiró encantada, tal como si observara algo que le causara placer.

-Querido Benjamin, te explico. Sólo los vampiros que poseen lazos de sangre pueden comunicarse mentalmente. Los creadores y los creados pueden leerse los pensamientos, compartir información, todo. Es como si fuesen una sola mente. Igual pasa con los 'hermanos'.-Vanessa hizo un gesto con los dedos, representando las comillas.-Si un vampiro convirtió a más de una persona, ellos también comparten pensamientos. ¿Acaso no es genial?-

No, para Benjamin no lo era. Él nunca dejaba que la gente se acercara demasiado a él, y ahora que era un vampiro no sólo tenía que estar con una completa extraña como Vanessa, sino que ella podía implantar, extraer y compartir pensamientos en su cerebro. A Benjamin Preston no le gustaba nada.

-¿No hay forma de que esa... mente compartida, como tú le has descrito, deje de ser compartida?- preguntó Benjamin, quien hasta entonces fue que se dio cuenta de que no tenía camisa. Miró de reojo hacia su hombro izquierdo, donde comenzaba el enorme tatuaje que simbolizaba lo que había sido su vida desde que tenía quince años: una eterna huída. 

Cada vez que Benjamin pensaba en lo que había sucedido aquella noche intentaba reprimir las memorias que salían a flote, pero por primera vez en muchos años, esta vez tuvo el valor de recordarlo todo.

Aún podía oler el humo de la pipa de su padre, el olor de algo quemándose, y el aroma a óxido de la sangre derramada en el piso del lujoso apartamento en el lado este de Nueva York. Al recordar aquello, sintió una extraña corriente en la espalda. Pensó en si los vampiros podían tener escalofríos.

No, no podía seguir pensando en aquella noche. Un horror a la vez.

-Lo siento Benny- Vanessa se sentó junto a él, sacó un encendedor y un cigarillo  del bolsillo de su pantalón y se lo puso en la boca, y lo encendió.- No se puede. La única forma de bloquear los pensamientos es quebrando el lazo de alguna forma.-

Vanessa lanzó una nube de humo hacia el techo, describiendo una trayectoria desigual, estiró una pierna y procedió a quitarse un zapato, a lo que Benjamin reaccionó.

-No vas a quedarte aquí.- espetó secamente, pero a Vanessa no pareció afectarle en lo más mínimo, pues se quitó el zapato y lo lanzó por detrás de ella, y comenzó a hacer lo mismo con el otro. Para Benjamin, esa mujer era insoportable. No podía estar cerca de ella por más de cinco minutos sin que hiciera o dijera algo desagradable. Y para hacer la cosa peor, ella era su creadora. Estaba atado a ella por la eternidad.

Vrykolakas: La Venganza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora