Capítulo 4

Mulai dari awal
                                    

Al cabo de cuatro díasEve Morris se quedaría sin hogar y sin dinero. Su padre no le habíadejado siquiera una dote o una mísera pensión con la quesobrevivir.

Después de comer, Aidandespidió a Andrews y se dedicó a recorrer la habitación repitiendotodos los tacos malsonantes había gritado antes a su ordenanza. Perodar rienda suelta a su mal humor no lo hizo sentirse mejor.

El capitán Morris estabapreocupado con razón. Su hermana necesitaba efectivamente ayuda yprotección. Y Aidan había jurado solemnemente ofrecérselas."Cueste lo que cueste." Durante el camino de vuelta de Ringwood ala posada se había estrujado el cerebro pensando en qué podíahacer por ella. Antes de llegar comprendió que solo había unasolución. El problema era que esa solución no le gustaba enabsoluto, por decirlo con el mayor de los eufemismos.

Y sólo quedaban cuatrodías.

Aunque esa tarde, antesde irse de Ringwood, Eve Morris había mirado con sarcasmo yarrogancia —y quién podía reprochárselo tras la ridícula escenaque lo había visto representar con Cecil Morris—, iba a tener quepersuadirla de que lo recibiera de nuevo, lo escuchara y aceptara loque tenía que proponerle.

Esas cuatro palabras—cueste lo que cueste— eran como una rueda de molino atada a sucuello. Significaban una condena a cadena perpetua justo ahora quehabía empezado a soñar otros sueños. Solo había un modo deprotegerla.

Maldita sea, solo habíaun modo.

Se caló con fuerza elsombrero y cogió su bastón.


Cuando los invitados sehubieron marchado, Eve convocó a todos los moradores de la casa, conla única excepción de los niños y el aya Johnson, que se quedócon ellos en su cuarto. Los demás se reunieron en el salón, limpiodespués del té.

No tenía sentido seguirpostergando la reunión. Ya nada iba a cambiar. Nada podíasalvarlos. Lo único que Eve podía hacer era darles la noticia conunos días de antelación, aunque ya estuvieran todos al corriente.Nadie ignoraba la verdad.

—Dudo que mi primo sequede con alguno de vosotros —comenzó diciendo en medio de untenso silencio. Había invitado a todos a sentarse, pero ella sehabía quedado de pie—. Quizá contigo sí, Sam, dado que has sidoayuda de cámara en Didcote y a Cecil le impresionan esas cosas.

—Me despidieron porcazar furtivamente, señorita —le espetó Sam—. Usted fue laúnica que se arriesgó a darme una oportunidad. Y, de todas formas,yo no trabajaría para él aunque me lo pidiera.

—Y usted, señora Rowe,tiene fama de ser la mejor cocinera de Oxfordshire —le dijo Eve conuna sonrisa.

—Pero se ha corrido lavoz de que una vez trabajé como cocinera para las chicas y loschulos de un burdel de Londres señorita —respondió la mujer—. Yusted fue la única que me ofreció un empleo. Yo estoy con Sam. Sialguna vez tuviera que cocinar para "su excelencia", leenvenenaría el rosbif. Lo juro.

—Ned. —Eve se volvióhacia un hombre manco, su administrador—. Lo siento muchísimo.Todos nuestros sueños, nuestros proyectos... tendremos queabandonarlos. Aquí no te darán siquiera trabajo.

Ned y ella tenían laintención de comprar una parcela lindante con Ringwood. Mejor dicho,Eve iba a comprar el terreno con la aprobación de Percy, al finaldel año, y Ned se encargaría de administrarlo. Querían crear unaexplotación agrícola para los soldados más necesitados, losinválidos de guerra. En esa especie de comuna vivirían, trabajaríany volverían a ser autosuficientes. Después de cierto tiempo, Ned lehabría devuelto el dinero de la parcela y se habría convertido ensu legítimo propietario, si bien Eve nunca había tenido laintención de aplicar esa cláusula del pacto.

Ligeramente casadosTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang