CAPÍTULO 2

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A la mañana siguiente, me levanto más tarde de lo que acostumbro. El día de ayer, al estar en víspera de fiestas, fue demasiado duro y tengo la espalda muy cargada.

—Debo buscar otro empleo —me digo mientras anudo los cordones de mis zapatos —. A este ritmo, a los cincuenta, van a tener que atenderme en una residencia.

Me pongo de pie y subo las manos por encima de mi cabeza para estirarme, pero en cuanto me veo la piel interior de los brazos, las bajo.

—¡Cada día estoy más flácida!— Lloriqueo.

El sonido de un mensaje corta mi drama y busco el teléfono entre las sábanas. Al ver que es un audio, pulso para escucharlo.

*Estoy yendo a por ti, he convencido a mi madre para que se quede con el niño mientras nosotras estamos en el gimnasio — Claudia a veces no parece entender las cosas.

*Ya te dije que yo no voy. Paso de que se rían de mí— respondo.

*Chorradas, en treinta segundos estoy en tu puerta.

*Olvídalo.

*Acompáñame al menos. Me da vergüenza ir sola—insiste.

*De acuerdo, pero  solo hoy— siento lástima por ella y finalmente acepto.

*¡TE ADORO!

No respondo a eso y antes de que me dé tiempo a soltar el teléfono, oigo un claxon en la calle.

—¡Joder!— me apresuro a peinarme y corro para tomar mis cosas.

Bajo a toda prisa por la escalera, salgo, y cuando abro la puerta del coche, me encuentro con una Claudia totalmente diferente. Estoy tan acostumbrada a verla siempre con el uniforme del supermercado, que se me hace raro encontrarla vestida con otras ropas, además lleva su largo y castaño cabello recogido en una coleta, y aunque vamos donde vamos, viene maquillada. Ni siquiera se pinta así cuando la toca estar detrás de la caja. Debe gustarle demasiado ese chico para arreglarse tanto.

Claudia es cuatro años más joven que yo, aunque mentalmente es muy madura. Nunca ha tenido suerte con los hombres, y a veces es demasiado responsable. Desde que su anterior pareja la abandonara cuando supo que estaba embarazada, no ha vuelto a salir con nadie más y se ha entregado completamente a la crianza de su hijo.

—¡Vamos! — Dice al ver que tardo en subir.

Cuando me acomodo en el asiento, pone sobre mi regazo una toalla y una botella de agua.

Por la cercanía, apenas tardamos un par de minutos en llegar, y si hemos tardado tanto, ha sido porque nos ha costado encontrar un sitio donde aparcar. Por suerte, después de un par de vueltas a la manzana, alguien se ha marchado y hemos podido estacionar frente al gimnasio.
Bajo del coche y veo que camina hacia el maletero, lo abre y saca de él otra toalla y otra botella de agua.

—¡Claudia! ¡Qué ya lo tienes aquí! — Alzo los brazos para que lo vea.

—Eso es para ti — ríe.

—¿Qué?

—Que eso es para ti — repite.

—¡EH! ¡EH! ¡EH! ¡A mí no me líes! Yo solo he venido aquí para acompañarte — arrugo las cejas.

Claudia, en vez de seguir hablando, me mira completamente inmóvil y de una manera un tanto extraña.

—Vaya — alguien habla a mi espalda — ¡Qué sorpresa! — reconozco la voz al momento y entiendo el por qué la traidora de mi compañera, está actuando de esa manera.

Con S de secretos (A la venta en Google Play Libros,  Amazon, Kobo, Nubico...)Where stories live. Discover now