Prólogo.

1K 43 17
                                    

"Buscamos chica para compartir piso. Ordenada y responsable."

No soy yo a quien buscan.

"Persona para piso de estudiantes. Entre 20 y 25 años. Responsable."

¿Es un requisito indispensable que sea responsable?

"Buscamos persona para compartir piso con tres estudiantes universitarias en el centro de la ciudad. Responsable y tranquila."

Estoy empezando a perder la paciencia...

"Buscamos chico guapo para orgía en..."

Parecía que se ha acabado la sección de "piso compartido" en los anuncios por palabras.

Estaba sentada en la cama con las piernas cruzadas y el subrayador de la esperanza dando vueltas sin parar entre mis dedos.

Me dejé caer hacia atrás expulsando el aire de mis pulmones estrepitosamente y terminando en un gruñido de frustración. Me cubrí la cara con el brazo derecho y dejé caer el subrayador, que golpeó el suelo enmoquetado con un sonido sordo.

Alguien picó en la puerta de mi habitación de manera prácticamente frenética.

-¡Ya voy, ya voy!- dije mirando con odio a esa puerta e intentando atravesarla para que, fuera quien fuera, sintiera que no era bien recibido.

En cuanto abrí, mi madre entró en la habitación como el maldito demonio de Tasmania, solo que ordenando en vez de destrozando.

Yo resoplé y me volví a tirar encima de la cama, cayendo encima del periódico e incorporándome rápidamente para esconderlo y acto seguido volver a tirarme como si nada.

-¡Samantha, te parecerá normal!- gritaba mi madre mientras abría de un tirón las cortinas y hacía que entrase en la habitación una cantidad de luz que no había entrado en mi dormitorio desde hacía varios días. Tanta luz me hizo cerrar los ojos, ojalá pudiera cerrar igual los oídos para no escuchar la reprimenda que se me vendría encima por cualquier cosa insignificante.

-Samantha Christine Marie Grey Thompson, -se ve que no se decidían sobre cómo llamarme.- son las siete de la tarde, tienes media hora para prepararte para la cena en casa de los Meyer, tu padre se juega mucho en esa cena, más te vale comportarte.

-¿En casa de los Meyer? ¿Estás segura que era hoy?- dije realmente confusa. Mi madre salió de mi vestidor con un vestido por la rodilla color salmón con un cinturón gris claro y unos zapatos altos de un... gris claro a juego con un bolso... ¿de qué color? También gris claro.

-¿Qué te pasa, hija? Por supuesto que era hoy. Ponte esto, tienes que causar buena impresión, tal vez esté Charles y podáis hablar...a solas.

Yo miraba a mi madre atónita. Charles era el pretencioso hijo del jefe de mi padre, el mayor idiota que he tenido el placer de intentar ahogar en un charco de barro. Cuando tienes ocho años tiene mérito.

-Madre, permíteme que te diga que si crees que me vas a liar con ese individuo vas por mal camino, es un pedazo de...

-Samantha, no lo diré otra vez, ¡vístete en este preciso instante!

-Está bien.- dije yo mientras me reía. Cada vez que iba a decir alguna obscenidad, ella me cortaba antes de decirla.

Mientras me peleaba con la cremallera de aquel estúpido vestido, alguien abrió la puerta y apareció en mi habitación. Me giré cual contorsionista de circo mientras seguía intentando subir aquella estúpida cremallera para encontrarme con mi hermano delante de la puerta.

-John, que raro tú por aquí.- dije de manera irónica. Mi hermano se pasaba mucho tiempo en mi habitación, nos llevábamos un año, (él era el mayor) así que de niños siempre estábamos juntos, de él aprendí todas las trastadas que hice en mi vida.

-Vaya, que guapa, Sammy, vas a impresionar a Charles...- dijo mientras me ayudaba con esa cremallera y se sentaba después sobre mi cama.

-Vaya, Johnny, tu también estás muy guapo, vas a impresionar a su madre.

Aunque lo dije para provocarle, era cierto que iba muy elegante. Llevaba un traje muy formal que de seguro había sido elección de mi madre, pero le sentaba como un guante. Era un chico alto y de buena planta, con unos preciosos ojos del mismo color que los mares que bañan las playas de El Caribe y una mandíbula cuadrada muy varonil a juego con una profunda voz.

-Cállate.- dijo él con fastidio.

-De seguro que se une a la lista de mujeres maduras que pierden las bragas por ti.

Me acerqué a él con gomina en las manos para levantarle el pelo.

-¿Qué haces? ¿Quieres que mamá me mate?- dijo él mientras se levantaba rápido para colocarse el pelo en el espejo.

-Si quieres parecerte a Danny Succo así de repeinado, allá tú, pero no es tu estilo.- dije encogiéndome de hombros. Me miró desconfiadamente y entonces se sentó para que le arreglara el pelo.

-Listo, vamos.- dije cuando acabé.

John salió tras de mí y mientras recorríamos el pasillo me preguntó casi en un susurro:

-¿Ya has encontrado algo?

John sabía que tenía intención de irme cuanto antes y que estaba buscando casa.

-No, aún no, va lento, ¿por qué?

-Tengo unas amigas que necesitan una chica y les hablé de ti.

-¿Qué clase de amigas, Johnny?- dije, dándole con un codo juguetonamente en el costado mientras ambos reíamos, mi hermano tenía una reputación entre las mujeres que mantener y yo a veces le ayudaba. En mi vida no había muchas distracciones.

-Amigas.- dijo él enfatizando la palabra para darme a entender que eran sólo eso.

-Está bien, mañana lo hablamos.- dije yo terminando con la conversación de pasillo y entrando en la escalera.

-Niños, por favor, daos prisa.- apremiaba mi padre.

-Chicos, comportaos en la cena, nada de vuestras bromas, ni juegos en la mesa, ni conversaciones con doble sentido, ni...

-Sí, mamá.-dijimos a dúo. La única forma de hacerla callar es dándole la razón.

Antes de salir por la puerta principal inmaculadamente blanca con la aldaba, la manilla y la rendija por la que se colaba el correo doradas, mi hermano y yo nos miramos y suspiramos mientras empezamos a caminar hacia el exterior. Era una noche bastante fría, pero nos dirigíamos al infierno, así que daba igual. 

Donde el viento te lleve. (CORRIGIÉNDOSE)Where stories live. Discover now