MARIANA FLORES MELO: LA CRIANZA CON APEGO COMO DESAFÍO AL CAPITALISMO PATRIARCAL

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Si las mujeres-madre que maternan con apego tienen una gran presión social y laboral, en las que son feministas hay que añadir las contradicciones internas. Aún mantenemos la concepción errónea de maternidades sumisas por imperativo moral o biológico, que en nada se asimilan a las maternidades empoderadas que reclaman su presencia en la esfera pública.

Nuestro país tiene la mala costumbre de no contar con las personas implicadas a la hora de legislar. Así, las reformas laborales no cuentan con los y las trabajadoras; las leyes de educación, con profesorado y alumnado, y en las medidas de conciliación no participan las madres y tampoco se reconocen las necesidades de bebés, niños y niñas. Antes de ser madre, como integrante de una sociedad adultocéntrica, no era consciente de que la infancia debe tener voz política. Niños y niñas han sido consideradas personas incompletas e inferiores que, con un alto grado de obediencia, deben adaptarse -e incluso someterse- a las necesidades, demandas y expectativas de sus progenitores. Sin embargo, cuando nos convertimos en madres o padres y pretendemos romper la relación unidireccional de la crianza occidental, descubrimos que la infancia tiene una serie de necesidades a las que no estamos dando respuesta. Y nos damos cuenta porque los métodos que hemos aprendido -como parte de un modelo de crianza occidental hegemónico- no funcionan bien y los bebés o niñes tienden a oponerse a ellos: principalmente a través de su lenguaje, el llanto, e incluso a costa de su salud.

Hay madres y padres que consiguen aguantar e imponer las normas sociales interiorizadas. Otros y otras comienzan a mentir a la familia y a la sociedad (y a pediatras), ocultando su uso de prácticas de crianza no normativas pero que funcionan (como dormir con los bebés). Algunas familias comienzan a investigar otros métodos de crianza, se forman e informan, crean redes de apoyo (como los Grupos de apoyo a la lactancia materna) y presentan públicamente sus métodos alternativos de crianza. Pero, ¿es la crianza con apego una cuestión de moda? La etnopediatría (Meredith Small, James Mckenna, Carol Wortman, MªJosé Garrido) ha demostrado que las necesidades de la primera infancia son similares en todas las culturas pero que no todos los modelos de crianza las satisfacen por igual. En palabras de Meredith Small: "Quizás el hallazgo más sorprendente de la etnopediatría sea, hasta ahora, el hecho de que los estilos de los padres de la cultura occidental, esas reglas que tanto apreciamos, no son necesariamente lo mejor para nuestros bebés".

Tal y como expone la antropóloga María José Garrido, máxima exponente de la etnopediatría en España, esta disciplina apuesta por la crianza con apego porque respeta los ritmos madurativos del bebé (cognitivo, conducutal y motriz) para formar adultos más equilibrados y sociedades más armónicas y menos agresivas. Hay tanto en juego, que sería irresponsable rebajarlo al nivel de moda pasajera. Además tenemos el acceso a un gran número de fuentes de información fiables, disponibles incluso para quienes presentan desconfianza ante las evidencias científicas de la OMS, que en otras ocasiones ha mostrado su connivencia con el capitalismo patriarcal. La satisfacción de las necesidades de la infancia debe ir unida a una ampliación del concepto de necesidad, más allá de alimento y abrigo, rechazando -como se hace desde el ecofeminismo- la distinción entre necesidades básicas y superiores. Para ampliar este concepto y evitar las tradicionales jerarquías piramidales podríamos basarnos en las teorías de Desarrollo a Escala Humana de Max-Neef (1994). Llevado al ámbito que nos ocupa y a modo de ejemplo: dar el pecho constituiría un satisfactor sinérgico, pues además de satisfacer la necesidad de subsistencia, estaría estimulando las necesidades de protección, afecto e identidad. En definitiva, si niños y niñas dejasen de considerarse seres incompletos que duermen mal, comen mal, se relacionan mal y se comportan mal, porque no lo hacen como nosotres (la adultonormalidad) y pasasen a ser personas completas dentro de cada fase evolutiva (las gafas con las que vemos el mundo, además de moradas, deberían viajar en el tiempo hacia nuestras propias infancias), comprenderíamos mejor sus necesidades y el aprendizaje que ofrece la crianza dejaría de ser unidireccional.

Mariana Flores Melo: Derechos de la MujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora