Epílogo parte 3

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— Natalia, cariño, hay que levantarse.— Se acercó hasta el hombro de Natalia y comenzó a besarle suavemente el cuello. 

— Ummm, 5 minutos más por favor.— Escondió la cabeza en la almohada.

— Muy bien, como quieras.— Hizo un gesto a las dos pequeñas cabezas que se asomaban por la puerta que enseguida comprendieron lo que quería.

— Au, ufff...— Exclamó Natalia abriendo los ojos para ver quién se había tirado encima de ella. — ¿Con que así despertamos a mamá? Os vais a enterar.— Se  quitó la sábana y fue a por los dos pequeños, que huían despavoridos por la habitación.— Y tú.—Se giró y miró a Alba.— Tu eres la peor.

Oh no.

A Alba no le dio tiempo a escapar, Natalia la sujetó de las caderas y la empujó hacia la cama. Luego se tiró encima de ella y empezó a hacerle cosquillas. 

— Chicos, ayudadme a hacerle cosquillas a vuestra madre.— Ellos, siempre obedientes cuando se trataba de hacer gamberradas, corrieron para abalanzarse sobre las dos.

— Por favor, parad jajajaja no puedo más jajaja—Intentaba apartarlos mientras reía a carcajadas.

— Hasta que no pidas disculpas, no paramos.

— Lo siento, lo siento.

— Ahora dime... ¿Quién es la mejor cantante de la casa?

— ¡Mami!— Soltó la pequeña Marilia.

— ¿Cómo que mami?— Paró de hacerle cosquillas y levantó una ceja a Alba.— ¿Eso se lo has enseñado tú?

— Puede.— Con la confusión consiguió zafarse de ella y levantarse victoriosa.— O puede que de verdad piense que soy mejor que tú.

Natalia se llevó una mano al corazón como si le hubiera dolido.  

— Para mí, eres tu mamá.— Le dijo Carlos y Natalia volvió a sonreír cogiéndolo y alzándolo por los aires.

— Al fin, alguien con buen gusto. Tu y yo nos vamos a preparar un chocolate bien caliente para celebrar que hoy nos vamos a ver la cabalgata de los Reyes Magos.— Lo levantó como si fuera un saco de patatas y se lo puso al hombro, lo cual hizo reír a Carlos. Le encantaba que lo llevara de esa forma.

Alba se tumbó al lado de Marilia y le acarició la cara.

  — ¿Mamá no me va a hacer chocolate a mí?—Le preguntó preocupada. 

— Claro que sí, ¿quieres saber el truco para que te lo haga?— La niña asintió.— Ponle la cara así.— Hizo pucheritos y Marilia la imitó, quizás demasiado bien para su gusto. Habría que tener cuidado con esa niña.—Muy bien, perfecto. Ahora ves a la cocina y ponle esa carita, ya verás como no falla.

Marilia no se lo pensó más tiempo y se fue corriendo para la cocina. Alba se quedó tumbada pensando en lo feliz que era en aquel momento o mejor dicho, desde que había conocido a Natalia. Cuando Marilia y Carlos se unieron a la familia fue el culmen de la felicidad, era como si no pudiera contenerla en su pecho y cada momento con ellos solo aumentaba más ese sentimiento.

Se levantó al escuchar los gritos de alegría de Marilia desde la cocina, no pudo aguantar más la curiosidad y fue hacia allí. Se encontró a los tres sentados bebiendo chocolate y mojando magdalenas. Marilia ya iba hecha un desastre y tenía más chocolate en la cara que en el vaso y Natalia, al parecer, había seguido el ejemplo de su hija, y se había llenado las mejillas de chocolate. Carlos, mientras tanto, se reía e intentaba no atragantarse con su magdalena. Alba sacó rápidamente su móvil e hizo una foto para el recuerdo. 

Nunca estuve fingiendo | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora