XXIV

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Natalia al fin llego a su casa. Se encontraba mal tras aquel día tan intenso. Que si cantar durante unas cuantas horitas, la tensión del novio de toda la tarde y de los ánimos algo bajos que tenia al ver a tanta gente feliz la deprimían un poco. Sobretodo sabiendo que tendría que esperar hasta las 17:00 de la tarde siguiente.

Marta estaba sentada con su teléfono mientras comentaba chorradas (como bien solía decir Nat) en sus historias de Instagram.

― ¡Naat! ―chillaba girándose para ver a Nat― ¡No te vayas y cuéntamelo todo!

Natalia sonrió.

― Solamente si pides pizza para cenar ―rogaba mirándola de reojo con una sonrisa.

― ¿Perdona? ―reía― ¿Eres tú la que ha ganado 70 euracos en una mañana y encima me pides a mí que lo encargue?

― Bueno ―asentía― pues al menos que sea de lo que me gusta

― Trato hecho

Se acercó al sofá, y antes de hablar pidió una pizza a domicilio. La pidió vegetariana, cosa que no le hizo mucha gracia a Marta que ponía una cara de puchero cuando Natalia decía aquellas palabras de <<Una familiar vegetariana>>. Recordaba que Alba, como le había contado varias veces mientras estaban en el chalet, era vegetariana. Le hubiese encantado ver la cara de Alba mientras pedía aquella pizza.

Terminó de pedirla y Marta estaba ansiosa por saber que había pasado esa tarde en donde quiera que hayan estado. Natalia se lo contó todo, hasta el mínimo detalle, como siempre hacia.

Natalia, mientras contaba lo que pasaba agradecía que tuviese amigas tan interesadas por ella, y que la ayudasen con consejos que interesaran, no de esos consejos que se hacen tan pesados, y que a veces, no están en lo cierto.

― Entonces ―reflexionaba Marta nada más acabar Nat, que sonreía tras haberlo soltado al fin― no estás oficialmente saliendo con nadie, ¿verdad?

― Exacto

― Lo que significa ―explicaba Marta con una sonrisa cada vez más grande mientras miraba atentamente a Natalia― que ya estas abierta a cualquier posible relación...

― Ya sea por dónde van los tiros ―interrumpía― lo que no se es que me intentas decir

Marta se levantó asustada del sofá. El timbre de la puerta había sonado, y aquel pitido era tan escandaloso que llevaban unos meses queriendo cambiarlo. Marta se moriría de un infarto algún día.

― Me voy a cagar en los muertos de quien puso ese timbre, te lo juro.

Abrió la puerta. Para su sorpresa no era el repartidor con las pizzas.

Era ni más ni menos que Alba. Natalia la visualizó desde el sofá, levantándose inmediatamente mientras se miraba en un espejo que había en la pared, mirándose a ver si no tenía nada fuera de lo normal, y fue rápidamente a saludarla.

― ¿Alba? ―preguntaba sorprendida Marta― ¿Qué haces aquí?

Su sonrisa era tan grande que Alba pensó que se le iba a dislocar la mandíbula.

― Pues ―frunciendo el ceño con la sonrisa de Marta― María se ha ido porque ha quedado con un tal "Pablo" y África, bueno, se ha quedado dormida toda la tarde. No me quería quedar aburrida en mi casa, sinceramente.

Natalia, que venía cansada, ya no lo estaba. Sus ánimos se subieron por los aires de solamente ver que Alba había venido, además cuando había pedido aquella piza vegetariana.

― ¡Hey! ―saludaba Natalia acercándose, haciendo que Alba sonriese.

― ¡Holi Nat! ―saludaba también Alba, abalanzándose hacia ella para darle un abrazo.

Rebeldia | albaliaWhere stories live. Discover now