—¿Y tú crees que voy a hablar contigo así nada más? —cuestionó con desdén—. Como mínimo deberías traer un ofrenda.

Ya quisiera yo tener esa confianza.

—Bien, los dejo —comenté, dando un paso al costado.

En el fondo quería preguntarle si había tenido noticias de su padre, pero dadas las circunstancias, no era algo que pudiera formular tan abiertamente en presencia de terceros.

No llegué muy lejos, no demasiado.  Me topé con Victor casi al instante en que salí.  Él venía entrando con una taza humeante entre sus manos.

—¿Qué traes ahí? —inquirí con sospecha.

—Tenía un tarro de café instantáneo en mi casillero —contestó animadamente—. ¿Quieres?

Miré el vaso como si contuviera el veneno más peligroso en la tierra.

—Así estoy bien —respondí, haciendo un gesto de rechazo con la mano.

Victor solo sonrió, incapaz de darse cuenta que algo marchaba mal a sus espaldas.  Tampoco me sorprendía después de estar dos años tirándole los palos para que luego se quedara con mi hermana, o quizás la inconciencia era un defecto inherente a nuestra naturaleza humana.  No, en realidad, los dioses también tenían ese problema.

—Hoy al gimnasio a dejarle su botella a Agus, se le quedó arriba —explicó, señalando la botella de agua en su mano—. ¿Me acompañas?

Como no tenía nada mejor que hacer, acepté.

Mientras lo seguía, los pensamientos de más temprano volvieron a invadirme, llegué incluso a concluir que mi negativa de visitar a Nick respondía más al miedo, a la necesidad de escapar, más que a la falta de tiempo, la carrera contrarreloj. 

—Agus me contó que Nick estaba mejorando —hablé.

Mi comentario sorprendió a Victor.

—Sigue igual —repuso—.  En realidad, Agus al final no quiso acompañarme.

—Pero él me dijo que había ido —respondí, sin comprender.

—Quizás se confundió —dijo Victor, sin tener idea de nada, como siempre.

Quizás si le hubiera dado más vueltas, habría acabado descubriendo la verdad, sin embargo la revelación tendría que esperar, al menos un par de días más, porque en ese momento alcanzamos el gimnasio y mi atención, tan volátil como siempre, se dirigió a los jugadores.  Eros estaba entre ellos.  Quedé impresionada por la versatilidad con la que se movía en la cancha, como si realmente pudiera volar.

Quería preguntar a qué se debía aquella demostración de poder, ya que era obvio que un equipo de simples mortales jamás podría ganarle.  Aún así, me senté a disfrutar del espectáculo.

Un potente grito de Agus marcó el final del primer tiempo, quien rápidamente se acercó a Eros para felicitarlo por sus evidentes habilidades sobrehumanas.

—Es nuestro momento —Me dijo Victor, aprovechando el entretiempo para ingresar a la zona de juego.

Agus ni siquiera se molestó en agradecer, recibió la botella sin despegar la mirada de Eros, tal como si la hubiera tomado directamente de una mesa.

—Vamos, tenemos una vacante en el equipo —dijo.

—Estoy bien así —respondió Eros, acercándose a mí—.  Además, Lizzie ya vino a buscarme.

—Yo solo vine a dejar la botella —dije.

—Creo que será mejor que veamos lo que sigue desde las gradas —me susurró al oído.

Cupido Otra Vez [#2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora