Capítulo 29. Un vistazo al pasado

Comenzar desde el principio
                                    

—No quiero disculpas, Severus. —Le dijo con firmeza—. Vete. —No quería pensar en perdón y amistad, quería cruzar las enormes puertas del castillo y salir de allí cuanto antes. El año por fin había terminado y Ariana junto con el resto de sus alumnos ya iban de regreso a sus casas, por lo que no tenía motivos para quedarse en aquel gran lugar vacío que constantemente le traía infinidad de recuerdos.

Él la miró por más de unos instantes, dolido.

Para su sorpresa, Maggie sintió pena por él.

—Está bien. —Susurró el hombre de cabello oscuro mientras liberaba su brazo. Maggie dio un paso atrás—. Me voy entonces..., profesora. —Ella dio un leve asentimiento con la cabeza y se alejó con rapidez. El sonido de sus tacones restallando contra el suelo rebotó por las paredes del corredor—. Hasta pronto... —susurró.

Snape la observó alejarse con ojos tristes. Una vez que la pelinegra se perdió por el recodo del pasillo suspiró y se volteó, caminando en dirección opuesta.

Maggie de inmediato condujo las yemas de sus dedos a su cuello y dejó escapar un pequeño sollozo. Jugueteó todo el trayecto con el giratiempo que llevaba consigo hasta que consiguió llegar a sus habitaciones. Una vez allí guardó el libro que traía; recogió su equipaje y, después de darle una vista rápida a la que era su habitación por la mayor parte del año, dio un leve asentimiento con la cabeza y sin más se marchó.

Nadie la recibió al llegar a la mansión Dumbledore-McGonagall. Una vez fuera del colegio había decidido aparecerse para disponer del tiempo suficiente para organizar su equipaje y reinstalarse en su antigua habitación. Al notar la falta de movimiento en los alrededores y divisar a Lima —la cabra blanca de Ariana— reposando bajo un frondoso árbol cercano a la estructura dedujo que Ariana aún no se encontraba allí.

Su corazón dio un vuelco al divisar la cabellera canosa de su abuelo en la entrada. Una sonrisa se trazó en el rostro del anciano al verla.

—No puedo evitar decirlo, y debo pedirte disculpas por ello, mi niña, pero eres hermosa. —Maggie rio y soltó su equipaje. Robert extendió sus brazos hacia ella y su nieta no dudó en correr hacia él y aceptar el abrazo—. Te pareces tanto a mi Minerva, pequeñita...

—¿Pequeñita? —Preguntó ella con una sonrisa mientras se despegaba de él. Aun siendo Robert un hombre bastante alto, Maggie por poco alcanzaba su altura.

—Eres mi pequeñita, Mags —Respondió él. Maggie sonrió—. ¿Estás lista para probar un poco el sabor a tiempo libre?

—Más que lista, por supuesto. —La joven dio vuelta y recogió su equipaje del suelo, pero al llegar otra vez frente a su abuelo el hombre la despojó de él y le dedicó una sonrisa ligera.

—Deja que tu abuelo te consienta un rato... —le dijo en cuanto la vio abrir la boca para replicar. Maggie entrecerró los ojos.

—Está bien... está bien —se rindió. Rápidamente entrelazó un brazo al de su abuelo y comenzó a caminar con él hacia la entrada—. ¿Y la abuela?

—Ha salido... creo que quería conseguir unas cuantas flores para Ariana. Ya sabes... ha sido su primer año —explicó— y bueno, está muy orgullosa de ella. —Maggie sonrió contenta. Ella también estaba orgullosa de su pequeña hermana—. El entusiasmo de Isobel se asemeja mucho al que una vez sintió cuando Minerva logró ingresar a Hogwarts. —Maggie miró a su abuelo con atención mientras caminaban a la mansión. Sonreía ampliamente, pero la tristeza se le desbordaba de los ojos.

—La extrañas mucho... —susurró la joven. El anciano asintió y abrió la puerta de su hogar. Maggie lo siguió de cerca.

—Cada día, al despertar, su rostro se dibuja frente a mí.

Inmemorables Recuerdos {Harry Potter/MMAD}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora