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Cuando volvió a despertar, iban por una carretera, intentó moverse pero fue inútil, se sentía muy débil, no recordaba nada y se quedó contemplando su reflejo en el espejo retrovisor mientras escuchaba cómo Changbin silbaba en el asiento del conductor. Su cabello castaño estaba despeinado y algunos mechones se adherían a su frente por el sudor que perlaba la zona, sus ojos lucían desorbitados, rojos e hinchados, algunos vasos sanguíneos se habían reventado y las venas estaban muy marcadas alrededor de sus pupilas.

Cuando pararon, el peliverde rodeó el carro y una vez que lo tuvo enfrente observó que ya no iba vestido con el uniforme de la prisión, ahora llevaba un traje oscuro y púrpura, con un moño negro algo chueco rodeando su cuello. Su cabello verdoso ahora estaba mejor pintado y peinado y aquella sonrisa no abandonaba su rostro. Se preguntó entonces cuánto tiempo estuvo inconsciente como para que el peliverde tuviera el tiempo de hacer todo aquello.

Él era la perfección y Felix estaba hecho un desastre.

Cuando Changbin le tendió la mano no dudó en tomarla y éste lo ayudó a ponerse de pie. Caminó por sí solo al descubrir que sólo eran los recuerdos aplastantes lo que lo mantuvieron inmóvil en el carro. El peliverde iba silbando muy animado y Felix lo seguía bastante obediente e hipnotizado por el agarre de sus manos.

No sabía exactamente en dónde estaban, pero era capaz de apreciar que se trataba de una planta de químicos, porque había contenedores gigantes con un olor muy fuerte y penetrante, además del humo que escapaba de estos.

Felix lo confirmó cuando se pararon en una especie de tarima desde donde se veían más de diez contenedores con una sustancia que no reconoció para nada.

—V... —ronroneó Changbin en su oído, logrando que el cuerpo del castaño reaccionara de mil formas, notando incluso, cómo ahora ya respondía hacia ese apodo—. ¿Morirías por mí?

Cuando Felix sintió la mordida en el lóbulo de su oreja contuvo la respiración y sintió un fuerte tirón en su vientre bajo que se extendió más hacia la parte inferior de su cuerpo. Entreabrió sus labios y comenzó a boquear, respirando entrecortadamente porque la nariz del peliverde recorría peligrosamente su cuello, de arriba hacia abajo y de regreso.

—Sí —respondió decidido segundos después.

—Mmmmm, demasiado fácil... —murmuró pasando la lengua por todo su yugular para después tomar su cara entre su dedo índice y pulgar—. ¿Vivirías por mí, V?

—Sí —respondió de nuevo, muy seguro de sí.

—Piensa muy bien tu respuesta, querido —sus labios rozaban los del castaño con cada palabra, sin despegar sus ojos de aquellos hinchados por sus torturas del día anterior—. No es una decisión que debas tomar a la ligera...

—Viviré por ti.

Changbin sonrió primero de esa forma torcida y aterradora antes de soltar una carcajada que lo era aún más.

Con un gesto de mano, como quien le dice a una dama que pase primero, el peliverde señaló el final del entarimado y Felix entendió lo que le estaba pidiendo.

Caminó hasta el borde y miró hacia abajo, notando como aquella sustancia burbujeaba; tragó gordo y se giró hacia Changbin, quien lo observaba siseando de puro gusto con una ceja alzada. Las manos del castaño se dirigieron a los bordes de su bata blanca, la cual aún llevaba puesta aunque bastante dañada, la deslizó por sus brazos y miró sus pantalones de vestir y lo que quedaba de su camisa de cuello alto que antes era azul plumbago y ahora era gris.

Lo miró por última vez a los ojos y el peliverde le dedicó una sonrisa como las que tanto le gustaban.

Aquella fue la última imagen que tuvo de Chanbin antes de aventarse de espaldas hacia el contenedor, cerró los ojos segundos antes de aguantar la respiración y pronto, sintió el líquido caliente por todo su cuerpo.

Gangsta. [Changlix]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora