Introducción

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Quizás porque su madre sabía sobre su peculiaridad, o porque notaba los problemas como impregnados en sus seres, o tal vez simplemente porque se le hacía imposible cuidarlos, los mellizos Ivo y Betsabé estaban arropados en la puerta del orfanato "El hogar de niños de Milagros" con dos mantas violetas que protegían sus indefensos cuerpecitos del frío y resguardaban en su interior dos papeles cortados irregularmente con sus nombres, casi tan atípicos como ellos.

Los niños estaban profundamente dormidos entre las sábanas, pero a pesar de eso, sus facciones, de un parecido escalofriantemente grande, se veían tensas, incluso en ese estado. Y, como para respaldar aquella observación de tensitud, los bebés, aparentemente sincronizados, emitieron un quejido entre sueños, para luego reacomodarse entre las sábanas, esta vez, con cada milímetro de piel erizada completamente.

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