Capítulo 14: Cosas elementales

Start from the beginning
                                    

Micaela terminó de poner la mesa mientras Esteban llegaba con los platos con la humeante preparación.

–Huele bien.

–Te lo dije, es la receta de un primo del campo, con esto me amarás más, si es posible.

Sirvió para ambos y se sentaron ante la mesa alta; Esteban era realmente un tipo muy agradable, y no se quedaba corto al decir que quería conseguir su amistad; lo estaba logrando a pasos agigantados. Ella probó un bocado, y se deleitó un momento con el sabor de la preparación; si bien, a simple vista parecían unos huevos revueltos con carne picada, al probar, comprobó que tenía algunos ingredientes extra, y un toque de sazón perfecto.

–Está buenísimo, tienes que darme el dato.

– ¿Estás loca? –rio él– la receta es secreta, mi primo me mataría si...

Se interrumpió al escuchar el sonido de su celular. Se puso de pie y lo sacó de su mochila, leyendo en él, con atención.

–Qué extraño.

– ¿Qué ocurre?

–No lo sé replicó, con el ceño fruncido—, mi servicio de correo me manda una notificación para confirmar que mantengo activa mi cuenta.

–Por eso no hay que dejar tiradas las cuentas de correo.

–No lo hice –respondió Esteban sentándose de nuevo–, es la que uso siempre. Seguro es alguna actualización por medidas de seguridad –se encogió de hombros, restando importancia al asunto—, después lo compruebo. A todo esto, tenemos que revisar el tema de los adhesivos para interiores que me dijiste.

Micaela hizo una exagerada mueca de frustración al escuchar esas palabras.

–Oh, pero seguro que puede ser después, es domingo y he dormido muy poco después del concierto.

–Claro –dijo él, sonriendo—, pero te digo para que me acuerdes.

Mientras tanto, la actividad no cesaba en el lujoso departamento de Bernarda Solar; estaba en la sala de sol disfrutando de un desayuno ligero, cuando la criada tocó a la puerta de cristal.

—Señora Bernarda, disculpe. El conserje llamó para avisar que la señorita con la que tiene cita viene subiendo.

—Perfecto, puntual como me gusta. Adela, recoge todo por favor.

–Ahora mismo.

La aludida, una muchacha delgada y joven que hacía servicios para ella, recogió de la mesa todo rastro del desayuno en pocos segundos, dejando en su reemplazo un florero de cristal azul, con un hermoso ramo de flores en él, desapareciendo de vista un momento después. Bernarda abrió la puerta y dejó pasar a su invitada, a una mujer de 23 años, de rasgos exóticos, morena, voluptuosa y de cabello negro, de aspecto sensual y atrevido. Era claramente de ascendencia extranjera, pero en ella había una mezcla que hacía imposible saber si tenía antepasados europeos, asiáticos, hindúes o caribeños, pues de todos ellos parecía tener al menos un rasgo, pero al mismo tiempo no era por completo ninguno; al mismo tiempo lucía como una modelo de ropa alternativa, y una sensual actriz o bailarina, esto último resaltado por una expresión corporal que era muy similar a la cadencia de una inexistente música. Sonrió de forma espléndida y saludó a su anfitriona con un delicado beso en cada mejilla.

–Qué gusto volver a verte, Bernarda.

–Lo mismo digo, Luna –respondió la dueña de casa, haciéndola pasar–, estas aún más encantadora de lo que te recordaba.

La morena entró en la sala del departamento, dando una rápida mirada a la decoración, que aprobó con una nueva sonrisa.

–Gracias, y tú, te ves divina, tan poderosa mujer. Qué hiciste ahora, ¿compraste algún centro comercial, una automotora?

La traición de AdánWhere stories live. Discover now