Parte 4

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Ramón se despertó sobresaltado, como si acabara de tener un mal sueño, ¿Todo había sido un sueño?. No, el cuerpo de Carlitos estaba relajado debajo del suyo, durmiendo plácidamente.

Se tenían que ir de allí ya mismo.

-Carlitos – lo llamó – Despertate ya, pendejo.

Ramón se paró intentando buscar su ropa en el suelo cuando recordó que debía estar en el baño. Se sentía algo mareado por haberse levantado tan rápido. La ducha seguía todavía abierta, la cerró y tomó la ropa de Carlitos que estaba empapada, la suya yacía húmeda en el piso.

-La puta madre – insultó nervioso.

Dejó toda la ropa allí y salió corriendo desnudo hacia la cocina, allí encontró una bolsa de compras. Cuando volvió al baño miró hacia el pasillo y pudo ver los cuerpos sin vida de los dos hombres. Nada había sido un sueño, todo era más real que nunca y necesitaba reaccionar, los dos necesitaban reaccionar rápido.

Metió la ropa de ambos en la bolsa y corrió nuevamente a la habitación, en donde Carlitos seguía durmiendo.

-¡Pendejo, la puta madre, nos tenemos que ir ya! – le grito, sacudiéndolo.

-Para... tranquilo.

-¿Tranquilo?

Ramón abrió el ropero de Federica y tomó lo primero que encontró, se lo puso y le lanzo algunas prendas a Carlitos. Éste, aún adormilo, se levanto de la cama y se las puso.

-Me queda grande, Ramón.

-Me importa un carajo, pendejo. Vámonos ya.

Salió disparado hacia la puerta de entrada cargando la bolsa con ropa mojada, agradeció a Dios que en la casa no hubiera nadie, la luz de la ventana le informaban que aún estaba oscuro afuera, pero no tardaría mucho en amanecer.

Se freno antes de salir, no lo pudo evitar. Se arrodillo junto al cuerpo de Federico y lo miró por última vez, estaba tan pálido y frío, tan diferente a como lo recordaba.

Pendejo maldito.

Se inclinó sobre él y depositó un beso de disculpas y despidida sobre su frente, sobre todo de disculpas, se sentía responsable por su muerte, a veces no hace falta apretar el gatillo para sentir que mataste a alguien.

Antes de pararse pudo ver unos pies descalzos con un pantalón color beige arremangado en sus tobillos. Se paró y pudo ver a Carlitos con una camisa que le quedaba enorme, sus rulos despeinados y su semblante serio, casi desafiante.

-Me volves a cagar con alguien y te mato – le dijo.

Ramón se sintió indignado ante la amenaza, el pendejo no era nadie para decirle con quien tenía que estar o a quien se tenía que coger, no era su señora, el era libre y podía hacer lo que quisiera con quien quisiera. Pero en lugar de soltar todos sus pensamientos simplemente le respondió.

-Y yo a vos también.

Carlitos, diferente a él en sus reacciones y pensamientos, solo le dedico una sonrisa casi macabra y se acercó para besarlo en sus labios antes de mirarlo nuevamente y pasar por sobre el cuerpo muerto de Federico.

-¿Nos choreamos el auto de él? – preguntó Carlitos.

-¿Estás loco, pendejo? ¿No te bastó con matarlo?

Ambos salieron del predio donde estaba la mansión con mucho cuidado de no ser vistos, caminaron un par de cuadras y robaron un auto medio viejo color rojo. Carlitos, como de costumbre, comenzó a revisar los objetos de la guantera. Ramón no podía creer que estuviera tan tranquilo, con su mirada puesta en la calle, casi relajado. Se le notaban mucho los chupones en su piel blanca.

PENDEJO /El ángel/जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें