Parte 3

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Ramón conocía el camino y conocía la habitación, ni bien abrió la puerta tiró de Carlitos, quien cayó sobre la cama de forma brusca. No perdió tiempo y, luego de empujar la puerta para que se cerrara de un golpe, se abalanzo sobre el cuerpo desnudo del más chico.

Carlitos lo envolvió con sus piernas de la cintura, y con sus brazos del cuello, se besaron apasionadamente y Ramón entendió porque no había querido besarlo antes, porque creía que eso le iba a cagar la vida, y era porque una vez que lo hubiera hecho ya no iba a poder parar nunca más.

Pendejo adictivo.

Los dos estaban mojados, empapando las finas sabanas de la gran cama de Federica, pero nada de eso importaba, ni siquiera los dos hombres muertos afuera, y cualquier alarma de peligro o remordimiento se apagaban con los gemidos que Carlitos estaba haciendo debajo de su cuerpo.

Ramón traslado los besos hacia la mejilla y la mandíbula para luego detenerse en el delicado cuello, mordiéndolo.

-Marcame – gimió Carlitos – que todo el mundo vea que soy tuyo.

Obedeció, succiono y lamio para volver a succionar y así dejar pequeñas marcar rojas sobre su suave piel. Ramón siguió besando cada parte del cuerpo de Carlitos, bajando por su pecho y su estomago, era lo más suave que había tocado jamás. De pronto se sobresalto, había llegado hasta la entrepierna de Carlitos y no sabía qué hacer, levanto la vista y lo vio apoyado en sus codos, mirándolo divertido, expectante y desafiante.

Ramón respiro hondo y recordó todas las veces que Federico se lo había hecho, también hacía un instante, cuando Carlitos se lo había hecho, y él realmente sentía deseos de hacerlo también, quería arrancar gemidos de placer a ese pendejo y mirarlo mientras los hacía. No le iba a dar el gusto de que lo viera nervioso o asustado, y muchos menos perdiendo el reto que le proponía Carlitos con la mirada.

La tenía bastante grande para su físico, estaba dura, hinchada y rosa. Lo envolvió de la base con su mano derecha y se la metió a la boca hasta que sus labios chocaron con su mano. Levanto la vista y vio como Carlitos tiraba su cabeza hacia atrás con un gesto de placer, soltando un suave gemido, esto lo animó a seguir para continuar escuchándolo, le encantaría grabar sus ruidos de placer y escucharlo todo el tiempo en el tocadiscos.

-Move la mano mientras chupas – le pidió Carlitos.

Ramón lo hizo.

-Así... apretá más los labios y afloja la mano.

Ramón obedeció nuevamente.

-Usá la lengua cuando llegues a la punta.

Ramón ya se estaba molestando.

-Usa solo la mano de vez en cuanto.

-La puta madre, pendejo – se quejo molesto – agradece que te la estoy chupando.

-Te estoy ayudando.

-Puedo solo.

-¿A ver?

Esa mirada desafiante y esa sonrisa sobradora fueron suficientes para que Ramón mandara su molestia lejos y vuelva a sentir la necesidad de hacerlo gemir.

Siempre se la chupaban a él, jamás pensó en hacerlo algún día, y jamás pensó que algún día iba a desear hacerlo y que lo iba a disfrutar, que iba a disfrutar escuchar al hombre gemir... bueno, no era un hombre, era un pendejo que le había dado vueltas la cabeza desde el primer día que lo vio.

Más lo escuchaba, más quería seguir.

Sintió la mano de Carlitos en su pelo, a veces se lo acariciaba, a veces se lo tiraba. Miro hacia arriba y pudo verlo retorcerse sobre el colchón, con la cabeza inclinada hacia atrás y la boca abierta, la otra mano apretando las sabanas y los ojos cerrados. Ramón creyó que le iba a explotar la cabeza, y no precisamente la que estaba pegada a su cuello.

PENDEJO /El ángel/Where stories live. Discover now