El Intercambio

Capítulo 1. High hopes

Had to have high, high hopes for a living
Didn't know how but I always had a feeling
I was gonna be that one in a million
Always had high, high hopes

Agoney amaba la rutina, y si tuviera que definir su vida actualmente sería así. Rutina. Le encantaba saber que cada día se iba a levantar a las ocho de la mañana, dar un beso de buenos días a su novio, que dormiría a su lado, ducharse, vestirse, desayunar algo y correr hacia el trabajo que le mantendría ocupado más de ocho horas ese día. Entonces saldría de allí, se metería en el coche, se quitaría la chaqueta y la corbata del traje y volvería a casa a leer un libro y a ver la tele con su chico. Cenarían, los viernes tendrían una gratificante ronda de sexo, y se acostarían a dormir.

Su vida era eso, una rutina, y la apreciaba así. Sabía que a sus 24 años quizás debería salir más, beber más, divertirse más, pero a él le gustaba su vida así; una vida tranquila, predecible y que sabía controlar. Era abogado, siempre le había gustado defender a la gente de las injusticias así que la profesión le venía como anillo al dedo. Trabajaba en uno de los bufetes más importantes de Madrid y, a pesar de su juventud, su arduo trabajo le había hecho valerse un puesto importante y lo que es más importante, el respeto de sus compañeros y jefes. Su trabajo era absorbente; muchas horas extras, muchas noches en casa bajo una luz mirando y releyendo informes con la única compañía de un café que Ricky le hubiera preparado.

Ricky.

Ricky era su novio. Llevaban juntos desde su primer año de universidad, cuando aún era un joven que quería comerse el mundo. Ricky era mayor que él, pero su espíritu joven le facilitó que se hicieran amigos y bueno, más que amigos. Fue y es su primer novio formal, la primera persona que Agoney tuvo a quien poder contarle todo sin que le juzgara, que le abrazara cuando todo era demasiado. Pasó todos los que se supone que son tus mejores años con Ricky; las fiestas, el alcohol, el sexo, las épocas de estudios, las noches en vela y las mañanas de resaca en la cafetería de la universidad. Todo eso iba asociado a la imagen del chico de ojos azules a su lado.

Ricky era ingeniero y trabajaba tantas o más horas que Agoney. No se veían tanto como querrían, pero era suficiente. Tenía que serlo, no había otra opción. Vivían juntos en un ático en el centro de Madrid ya que sus trabajos les permitían tener una gran estabilidad económica; o en otras palabras, estaban forrados.

Pero el dinero había sustituido a otras cosas, pensaba muchas tardes grises Agoney, cuando Ricky le mandaba un Whatsapp diciendo que llegaría tarde, que no le esperase a comer, o cuando era él quien mandaba ese mensaje. La comodidad de su vida, los viajes, los restaurantes caros y los hoteles de cinco estrellas que años de trabajo duro les habían proporcionado habían sustituidos a los besos que se daban en un bar perdido en la ciudad, a los viajes en motocicleta y solo con su mochila a algún pueblo sin cobertura. El dinero y la rutina habían sustituido a su historia.

Pero Agoney no se quejaba, como hacerlo cuando amaba la vida que llevaba. Amaba a su novio, a su trabajo, a su casa y a su familia ¿Qué más podía pedir? Ya tuvieron sus aventuras de jóvenes y fueron suficientes, así que ahora tenían que centrarse en sus carreras.

—Ago, la reunión empieza ya— de dijo su amiga Miriam asomándose por la puerta de su pequeño despacho.

Agoney levantó la cabeza del ordenador y se quitó las gafas rápidamente.

—Voy, voy, gracias Miriam se me había pasado por completo— dijo cogiendo sus informes y saliendo junto a su amiga.

—Ya sabía yo que estarías en tu mundo, tienes que relajarte Ago, esto no puede ser sano.

—Necesito el ascenso Miriam, y es solo durante unos meses, luego ya podré relajarme. Que son unos meses comparados con una vida relajado ¿Eh?

Llegaron a la puerta de cristal de la sala de juntas y su amiga se giró antes de entrar suspirando —Llevas diciéndome esto casi un año canario ¿Qué opina Ricky de todo esto?