01 Tazas

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Recuerdo que ese día estaba a solas en casa. Tenía 22 años y había vuelto por Navidad. Esa nochebuena toda la familia había decidido ir a misa de gallo, pero a mí no me apetecía demasiado. Como sabía que cuando todos volvieran la fiesta continuaría, comencé a leer un libro, uno de los regalos que había recibido aquella noche.

Estaba leyendo en mi antigua habitación, y había dejado todos los otros cuartos apagados para no gastar luz. Recuerdo que estaba en una parte interesante del libro, cuando oí un cristal caer y romperse. Supuse que sería de los vecinos, ya que no éramos los únicos que estaban de fiesta, por lo que continué con mi lectura.

Habían pasado aproximadamente diez minutos cuando de nuevo un vaso se oyó caer, esta vez más cerca.

- ¿Hola? −pregunté en vano, las probabilidades de que alguien contestara eran nulas.

Continué leyendo, pero con intranquilidad, deseando que mi familia regresara pronto de misa. Por tercera vez otro objeto cayó, y esta vez no me lo pensé, fui en dirección al lugar donde se había oído.

Cogí un bate de béisbol de la habitación de uno de mis hermanos y fui al piso de abajo. Oía cómo se movían cosas, pero no lograba escuchar respiraciones, ni pasos.

− ¿Hay alguien ahí?

Me paré un momento para ver si obtenía respuesta, pero nada. Seguí caminando.

− ¡He llamado a la policía! −mentí. Tenía la esperanza de que la persona saliera huyendo.

Mi casa era bastante grande, por lo que tardé algo en llegar. Por el camino iba lamentando no haberme ido con mis padres y tíos, e, inconscientemente, se me pasaban por la cabeza escenas de las muchas películas de terror que había visto en mi vida.

«−Tranquilo, papá, sólo será un momento».

« ¿Has sentido alguna vez esas cosas punzantes en la nuca? Son ellos».

«−Tengo miedo de cerrar los ojos. Tengo miedo de abrirlos».

A medida que me acercaba a la cocina, sentía más miedo. Seguía oyendo los ruidos, por lo que supuse que el ladrón, o quien fuera, no se había ido. Pasé por el comedor donde habíamos cenado toda la familia: abuelos, padres, tíos, primos... Y dónde en una hora, si conseguía espantar al invasor, estaríamos tomando un rico turrón.

Me fijé un momento en la mesa: ¿dónde estaban las copas? Los vasos de los niños tampoco estaban, ni las botellas de vino. No habían tenido tiempo de recoger antes de irse, no entendía por qué los vasos ya no estaban ahí.

En ese momento me acordé: me habían dejado a cargo de recogerlo todo, y a mí se me había olvidado. En el momento en que se cerró la puerta me había ido a leer, olvidando lo que me habían mandado.

El sonido de otro vaso caer me devolvió a la realidad. Agarré fuerte el bate y, con cara decidida, fui a la cocina. Bajé los escalones de caracol que daban a la sala. Mis padres me contaron que estaba en un piso más bajo porque antes a la cocina sólo entraba el servicio de la casa, era un espacio reservado para ellos y a los señores no les gustaba estar. Ahora que las cosas han cambiado, si quiero algo de comer debo bajar yo, lo cual no era plato de buen gusto en mi niñez. Me daba miedo esa habitación.

Ahora, 15 años más tarde, bajaba con terror de nuevo a la cocina, sin saber si me encontraría a un ladrón, a un asesino... De nuevo, otra taza cayó, y yo ya me cansé: bajé corriendo los escalones y pegué un salto en los dos últimos.

Al abrir los ojos no vi a nadie. Sólo me encontré cinco vasos, tazas y botellas tiradas por todo el suelo, el armario abierto, y la luz encendida. No había puertas, y la ventana era lo suficientemente pequeña como para que no cupiera ni el más delgado. Miré bajo la mesa, en los armarios... Al ver que ahí no había nadie, subí al comedor. Busqué por todo el salón, el despacho, el recibidor... Quería pensar que el intruso ya se había ido, pero para asegurarme también subí a las habitaciones, y busqué por todas. En la bañera no estaba, ni bajo las camas... Cuando finalmente acepté que en mi casa no había nadie, fui de nuevo a la cocina para recoger los vasos rotos.

Esta vez fui más rápido. Mi familia estaba a punto de venir y no quería que vieran el estropicio, por no hablar de que todavía tenía que recoger la mesa. Por el camino iba pensando en cualquier teoría lógica que pudiera explicar cómo se habían caído esas tazas, o cómo se había encendido mágicamente la luz.

Una vez en la cocina pude ver un papel en la encimera, una nota que antes no estaba ahí.

Miras por todas partes, en todas las habitaciones, en todos los salones. Buscas bajo la cama, en el armario, en la bañera... ¿Te das cuenta que en el tiempo que has estado mirando, yo ya me he escondido?


Holaaaa! Muchas gracias por leerme *corazón*

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PD: no me deja poner emojis :(

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