Capítulo 18: "Un frío que quema"

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Rahel tenía ocho años y era muy madura para su edad. Vivía sola junto a sus padres en el centro de Varsovia, la capital del reinado Polaco. Sus padres administraban un bar y desde que ella había aprendido a caminar había ayudado allí, donde aprendió la lección más importante para ella: el alcohol saca la verdadera naturaleza de la gente.

Siempre era lo mismo, todo aquel que llegaba solo sabía hacer una cosa: quejarse de la reina. Pese a que ella llevaba a cargo menos de dos años el descontento era tal que hablaban de ella como si su "reino del terror" los llevara esclavizando décadas. Quizá era porque Rahel era una niña, pero ella no tenía ese "orgullo" polaco arraigado por el puesto usurpado de "Doble gobernantes". A ella le daba igual que sus reyes fueran dos o una, a penas si recordaba algo de cuando los hermanos Tomislaw regían el país, y honestamente no notaba muchas diferencias.

La reina era fría y despiadada, pero únicamente si se oponían a ella. Siempre y cuando no hicieran nada radical la tan aborrecida Pani Lodu era completamente indiferente. Rahel y pensaba para sus adentros que era hermosa, cruel también, pero su belleza era algo que ni siquiera sus enemigos podían negar. Sin embargo sabía que no debía pronunciar aquello en voz alta, de lo contrario sus padres la castigarían severamente.

En esos momentos su padre había salido y la habían dejado a ella como única mesera, ya había pasado la hora del almuerzo por lo que los clientes que quedaban solían limitarse a cervezas, nada que no pudiera manejar.

Pese a ser la capital del reino Varsovia era una ciudad bastante sencilla, poco poblada de hecho pero por buenas razones, nadie quería vivir cerca del palacio. Incluso en épocas buenas bajo el mando de la familia Tomislaw, la ciudad que rodeaba al castillo era el blanco favorito de todos sus enemigos. Tampoco ayudaba que el palacio estuviera ubicado justo al centro, como si se hubiera construido para utilizar a la ciudad misma como murallas de defensa, pero desde que Pani Lodu había asumido el trono el frío invernal había hecho todavía peor las cosas. La poca cantidad de habitantes hacía que la ciudad pareciera un poblado abandonado, sobre todo en aquellas horas sin luz de la madrugada. Incluso los bordes más alejados de aquel círculo que componían estaban vacíos por completo.

Rahel prefería pensar en aquello como un enorme set de filmación, en los bordes exteriores eran esas películas de acción que su padre tanto disfrutaba donde a cada paso se podía oír un arma disparar, en los alrededores del palacio eran esas películas de época y gente rica con las que su madre lloraba, y allí, en el medio de ambos, donde su bar y casa estaban una de esas de fantasía donde el centro de todo eran una posada y una cantina.

Así estaba, metida en su papel de su pequeño juego mientras servía una nueva tanda de cervezas a unos soldados del palacio.

– ¡Esto ya es el colmo! – Exclamó uno golpeando su chop violentamente contra la mesa. – ¡¿Quién se cree que es esa mocosa para venir y hablarme así?!

Sus otros dos compañeros asintieron. Uno de ellos, de cabellos canos, resopló molesto. – Mujeres, todas son unas zorras. Únicamente por ello y por ser lame botas es que esa niña llegó a general. Porque una puta necesita a otra para gobernar.

Los hombres asintieron y Rahel levantó la vista interesada en la conversación. No había duda, hablaban de Lietori Armandek. La hermosa mujer era temida y repudiada casi tanto como la reina. Una traidora, polaca que había decidido servir sumisamente a la reina usurpadora. Aun así nadie podía hacer nada, la chica era un soldado calificado como arma de matar. Fuerte, letal, eficiente, no había palabras para describirla. Cualquiera que quisiera hacer o decir algo contra la reina debía pasar por ella primero, nadie pasaba esa barrera.

– ¿Pero hay una manera siquiera? – Había alzado la voz el tercer soldado, el más joven allí. Rahel calculaba que no debía llegar a los treinta. – Quiero decir, Pani lodu es un monstruo, es un caso perdido ir contra ella. Nos liquidaría con un soplido de su jodido frío... – El chico escupió las palabras de forma patosa, debía estar en verdad borracho ya. – Y ni siquiera así, porque para llegar a ella, primero...– El chico se detuvo llevando su mano a la boca, como si estuviera decidiendo si parar el vomito o dejar salir un eructo. Fue el segundo. – primero hay que pasar sobre Armandek, ¡¡Y ella es humana!! Aun así nadie ha podido. Sí, la han hecho sangrar, la han herido, pero derrotarla, nadie hombre. Si ni siquiera podemos con una humana... ¿Hay esperanzas contra un monstruo?

BIOTIC  -  [HIATUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora