-Así qué, querida esposa, ¿Es nuestra noche de bodas?

Blake lo miró con miedo. Ojalá hubiera pensado eso antes, pero con todo lo que se tuvo que procesar, pero era algo inaceptable, no podría, quizá jamás podría estar cerca de un hombre sin sentirse intimidada o aterrada, el hecho de que él lo mencionara de esa forma tan tranquila, la ponía nerviosa.

-¿Me vas a decir que no te acostaste con tu noviecito cobarde?

-¡No hable así de él... ni de nadie!

-Ajá, entonces no lo has hecho.

Blake sintió que se atragantaba con su propia saliva, pasó con fuerza y prosiguió.

-No hablemos de eso.

-Ah, claro, sí es más fácil evadirlo, está bien.

-Por favor, solo no sea cruel con el tema -pidió-, me siento lo suficiente avergonzada por lo que he hecho, no quiero hablar de ello jamás.

-Por supuesto, pero volviendo al tema...

-Usted... por favor, podría tener más consideración conmigo.

-Esa es la razón por la que pregunto. Si eres virgen, tengo que tomar algunas medidas, seré un maldito, pero no un bruto, puedo lastimarla.

Blake lo miró fijamente, ojalá alguien le hubiera preguntado aquello antes, recordando el episodio que había tenido que vivir hace solo una noche.

-No me esperaba eso.

-Qué estupidez creer que no soy un caballero.

-No le gusta mostrar esa faceta.

-Como sea, venga, siéntese conmigo.

Blake caminó recelosa hacía la mesa con dos sillas y se sentó en una, mirando fijamente a su marido, quien tomaba lugar en la otra.

-Tenemos que hablar de algunas cosas -comenzó él-. Un ejemplo claro sería la necesidad de tener un hijo.

-Busca un heredero.

-Yo no quiero herederos, quiero hijos, tan simple y tan llano como eso.

-No lo veo como un padre.

-Y yo no la veo como una madre, ¿Proseguimos?

-Si no me ve como una madre, entonces, ¿por qué quiere tener hijos conmigo?

-¿Qué sugiere? ¿Qué lo tenga con una mujer que me encuentre por ahí? ¿Alguna empleada de la casa?

-No, no me refiero a eso.

-No tendré bastardos. Es una vida bastante dura como para que un niño tenga que vivirla.

Blake sintió profundamente el resentimiento que él tenía. Parecía decirlo por alguna razón, lo cual la llevaba a pensar si era el legítimo heredero del ducado de sus abuelos o no.

-Sé lo que piensas -le dijo él-, pero creme cuando te digo que he visto mucho más que tú. He visto las inmundicias del mundo, cosa que dudo que hayas alguna vez visto.

-Puede que así sea, pero entiendo el punto. Nunca sugerí que tuvieras un hijo con otra mujer.

-Ese es otro punto, no tolero las infidelidades, si quieres acostarte con un hombre, tu única alternativa soy yo. No cuidaré al engendro de otro imbécil.

-¿Y al revés?

Calder sonrió y continuó con las estipulaciones.

-Tienes que hacer lo que te diga, como quedamos cuando me pediste matrimonio.

El heredero de Bermont [DISPONIBLE EN AMAZON]Where stories live. Discover now