Capítulo único

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Well ¿Qué puedo decir? El FrUK/UKFra se ha vuelto una pieza importante para mí.

—Rose

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Tal vez lo supo desde el inicio, pero se dignó a ignorarlo y creer vanamente que podía cambiarlo. Tal vez se sintió con demasiada suerte y creyó que la voluntad podría cambiar borrar y reescribir lo que ya estaba marcado. Tal vez sólo quiso creer que podría retenerlo a su lado... Pero nunca las cosas resultan como uno desearía que fueran ¿No es cierto? Eso le ha quedado más que claro.

Porque, simple y llanamente, la vida siempre ha sido una mierda para Arthur Kirkland.

Francis era del tipo de personas que Arthur juraría que odiaría desde el primer momento y, siendo sinceros, no se había equivocado. Bastaba oírle hablar y ver su comportamiento, confirmar que distaba del todo aquello que él consideraba correcto, pero no le quedaba nada más que sonreír y asentir por compromiso y la esperanza de conservar su imagen de caballero. Nada más que eso, obviamente, porque no hay fuerza en el mundo capaz de contener el férreo impulso de golpearle la cara... Pero ahí estaba él, seguro de sí mismo y de su fuerza de voluntad.

Esa debió ser alerta para alejarse lo más antes posible. Sin embargo, su ego pudo más y se creyó capaz de enfrentarlo por su cuenta.

Idiota. Idiota y mucho más que eso.

Las discusiones eran pan de cada día. Era normal un grito por saludo, un insulto que podría reemplazar un "buenos días" y una sarta de groserías en un perfecto inglés británico que podrían significar un "¿Cómo te ha ido? ¡Qué bueno verte otra vez!", pero Arthur sabe que, con el tiempo, su comunicación se constituye en un poco más que eso. Los bastante improbables gustos en común los acercaron antes de que pudiera notarlo y ahora era más un ritual de mutua compañía adosado a las palabras de siempre y unas cuantas más si se sentía de ánimos.

Y así transcurrió el tiempo, más del que alguna vez creyó pasar con él. Comenzó con una buena plática asomándose en cada hueco de su muy llena agenda que, casualmente, coincidía con cierto francés; escalando de un simple vaso de agua en la oficina a un latte en la cafetería de la esquina, que finalmente se convirtió en una taza de té Earl Grey en la sala de su departamento al final del mes. Salidas más frecuentes que se convierten en parte de su itinerario, más excusas que rayan en lo absurdo y él no hace más que justificarlas en un vano intento de quitarle peso al asunto. Aún sigue siendo fuerte la necesidad de crear un pretexto diciéndose a él mismo y a Francis que no ha sido nada más que una simple coincidencia, pasatiempo, o venganza en honor a la historia de su país... Pero Arthur ya se va dando cuenta que el sol no se puede tapar con un dedo y que un hombre no es capaz de cargar tanto peso sobre sus hombros, ni siquiera un perfecto orgulloso como él.

Francis era tan buen tipo como era él de bueno cocinando y ya es mucho decir. Sin embargo, había algo que le atraía y le hacía esperar por una siguiente riña, algo demasiado intrincado para siquiera intentar develarlo... Pero luego el tema reaparece cuando su corazón se agita al ver la hora de su charla habitual a escasos minutos de ser concretada y tiene el presentimiento de que está jodido. Muy jodido.

Arthur sabe que algo pasa, pero se aferra en creer que no halla la respuesta porque ¡Vamos! No te puedes enamorar de alguien que tiene todo lo que puedes odiar en un estúpido y homosexual paquete con acento francés y olor a baguette ¿No es cierto? Pero la vida obra de distintas maneras (muchas de las cuales ha tenido el placer de descubrir que no son más que una patada en el trasero) y está seguro de que ésta no es diferente a ellas. No va a caer en el estúpido juego, se lo ha prometido a sí mismo, porque el error ya lo cometió al permitirle entrar en su vida... Y no le dejará ir más lejos que eso.

IdiotaWhere stories live. Discover now