Capítulo 3

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¡Hola florecillas!

Espero que disfrutéis del capítulo!

—Padre, ¿Me ha mandado llamar? —pregunté llamando a su despacho y esperando una respuesta

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—Padre, ¿Me ha mandado llamar? —pregunté llamando a su despacho y esperando una respuesta.

Sabía que mi padre el rey Maximiliam era alguien demasiado ocupado, habitualmente casi todos los asuntos que tratábamos últimamente se excedían únicamente a temas de estado.

—Si, si —afirmó instantáneamente—. Pasa Bohdan, tengo algo que comentarte.

Entré en aquel despacho de enormes dimensiones que probablemente algún día yo mismo ocuparía y cerré la doble puerta. Siempre me había parecido que aquella estancia era sumamente elegante, por no decir que le guardaba un respeto prudencial. Al fin y al cabo se trataba del despacho del mismísimo rey y aún podía recordar cuando Adolph y yo nos colamos en una ocasión por el pasadizo que había desde la biblioteca personal solo para hacer una de las tantas trastadas que se le ocurrían a mi hermano mayor y que finalmente terminaba pagando yo el castigo porque lo acababa confesando antes que él.

En aquella ocasión habíamos entrado en aquel despacho porque ambos queríamos acudir a ver el tour de élite de deportistas que competiría en snowboard justo cerca de allí y sabíamos que no nos dejarían ir porque debíamos acudir a clase. Adolph encima tendría un examen, así que a mi hermano se le ocurrió la brillante idea de colarnos en aquel despacho para emitir un comunicado oficial con el sello real, de que ese día no habría actividades lectivas en todo el país. Para nuestra desgracia nos pillaron y no solo no fuimos a ver esa competición, sino que tampoco nos dejaron verla por televisión.

Habían transcurrido veinte años al menos desde aquel suceso y parecía que fue ayer. Aún podía escuchar sus risas en aquel pasillo oscuro o como se concentraba en firmar aquel decreto tratando de imitar la firma de mi padre. Lo echaba de menos... echaba en falta su ausencia y el enorme vacío que dejó en todos nosotros desde entonces.

—Usted dirá, padre —dije acercándome hasta él que se encontraba sentando en aquella enorme mesa llena de objetos, informes, correspondencia y otros enseres de valor para él.

—Te he mandado llamar por varias razones, aunque la principal es que debes acudir en representación de Liechtenstein a California.

—¿California? —exclamé extrañado. Hacía tiempo que no viajaba tan lejos por asuntos de Estado y no estaba en la programación de mi agenda en los próximos tres meses.

—Si, se trata de algo repentino y puntual. Al parecer hay una importante empresa que está interesada en trasladar su sede principal a Europa y han pensado en hacerlo aquí; en nuestro país. Por lo que he estado viendo sería muy beneficioso para nosotros —contestó mi padre pasándome una carpeta donde supuse vendría todo lo referente a esa supuesta empresa y lo referente a ésta—. Es de vital importancia despejar cualquier duda al respecto que puedan tener sobre las infraestructuras del país y por eso debes ir tu, ya que a mi me resulta imposible. Nadie mejor que alguien de la casa real que muestre estar interesado en su propuesta para que finalmente trasladen su empresa aquí.

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