La angustia del mar

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-Manolín, ¿puedes traerme aquella piedrecilla? - Me dijo con una sonrisa, está bastante emocionado y en sus ojos se puede ver esa ilusión que tiene.

"Santiago", ese es el nombre del mejor pescador del mundo, la persona más humilde y con un corazón puro, le quiero tanto y le tengo una enorme admiración desde siempre, es un hombre fuerte que a pesar de todas las circunstancias en las que se encuentra siempre trata de perseverar y siempre sabe de donde sacar esperanza, es por eso que yo sé, y confió que en un día de estos va a tener buena pesca, sé a ojos cerrados que lo va a conseguir. Es bastante viejo, pero a pesar de todo tienen unos ojos que reflejan más de lo que una persona puede decir. Lleva ochenta y cuatro días sin pescar absolutamente nada y eso me tiene un poco preocupado, mis padres ya no me dejan ir con él porque dicen que está salado, pero yo no creo que sea así, a pesar de sus comentarios tengo que contenerme a ir ya que soy bastante pequeño y aun dependo de ellos, por lo tanto, tengo que obedecerlos. Pero me gusta ir con él, siempre me enseña trucos de pesca.

Hoy no fue un día tan bueno para él, no pescó. Pero confío que mañana será diferente. Aun no me quiere dejar ir con él porque sabe lo que ha pasado con mis papás y que es lo que piensan acerca de él. Es por eso que me mandaron a trabajar en otro bote con personas que no me agradan mucho. Prefiero por muchas veces más, la compañía de mi viejo, por eso le he invitado a tomar una cerveza en la terraza, para poder estar un rato cerca.

-Santiago- Le llame su atención, sacándolo de sus pensamientos. Parecía bastante sumergido en ellos, que apenas prestaba atención a las cosas ocurridas a su alrededor.

-Si- Respondió. Aun sostenía un vaso en sus manos.

- ¿Puedo ir a traerte las sardinas de mañana? - Le pregunto, sé que se negará, pero de todas formas se lo llevaré

-No. Vete a jugar Beisbol. Yo todavía puedo remar y Rogelio tirará la red- Su tono de voz cambió a uno más firme. Sabía que se negaría.

-Quisiera ir. Si no puedo ir contigo, me gustaría ayudarte de alguna otra manera- Mi respuesta parece surgir un poco de efecto, pero sigue negando con la cabeza.

-Ya me invitaste una cerveza, ya eres todo un hombre- Su respuesta no me deja nada para poder decirle, sé que se seguirá negando, así que si mejor le cambio de tema y tratando de que recuerde el tiempo valioso que pasamos juntos... no sé, quizá lo pueda convencer.

- ¿Cuántos años tenía yo cuando me llevaste por primera vez a pescar? - Le pregunté como si nada.

-Cinco, y casi te mueres porque metí un pescado muy vivo que casi nos destroza el bote, ¿Te acuerdas? - Su respuesta me causa algo de melancolía, claro que recuerdo absolutamente todo. Quisiera regresar a esos tiempos en lo que todo estaba más que bien, me divertía y era feliz sin saberlo.

-Me acuerdo de que la cola golpeaba y latigueaba, que el banco se rompió y el ruido de los macanazos. Recuerdo que me aventaste a la proa donde estaban los carretes mojados y yo sentía que todo el bote temblaba te oía dándole de palos al pescado como si cortaras un árbol y el olor dulce de la sangre me llenó. - Sonrió melancólicamente, al parecer le surgió el mismo efecto que a mi recordarlo.

- ¿De veras te acuerdas de todo eso, o yo te lo conté? - Duda que pueda recordarlo, para él era bastante pequeño para volver a recordarlo desde de tanto tiempo

-Recuerdo todo desde que anduvimos juntos- Sonrió, Él es muy importante en mi vida, es parte de mi familia, aunque no lo sea de sangre y desde que he estado con él, cada recuerdo lo llevo grabado en mi mente y en mi corazón. Me mira y siento que en su mirada hay algo que se rompe dentro, y yo también lo puedo sentir,

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