10. El enemigo de mi enemigo

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No sabía que estaba haciendo, pero verla tan rota le había dañado el alma. No soportaba verla sufrir. Dirigió su mirada a los labios de la chica, se moría de ganas de besarla y de hacerle olvidar cualquier pensamiento doloroso que hubiera cruzado su mente. Pero no era justo para ella, no quería hacerle daño, en su vida no había lugar para el romance. Nunca acababa bien.

Sam, siendo más fuerte que sus impulsos, se retiró levemente rompiendo la tensión que había surgido entre ambos y la besó con suavidad en la frente mientras Emma cerraba los ojos.

—¿Estás mejor? 

— Sí, yo sólo... — logró articular Emma algo aturdida tras el acercamiento entre ambos—.  Supongo que necesitaba estallar en algún momento. Después de todo, esto es demasiado...

—Abrumador. Lo sé. En ocasiones hasta lo es para mí y llevo toda una vida lidiando con ello. Imagino lo mucho que debes echarlos de menos... —habló Sam que se había sentado en el borde de la cama junto a ella—.  Te prometo que encontraré la manera de devolverte con tu familia aunque sea lo último que haga.

Al pronunciar esta última frase una oleada de tristeza le inundó. No le gustaba pensar en la idea de no volver a verla nunca más.

—Gracias. —dijo ella mirándole agradecida—. No sé que hubiera sido de mi en este mundo sin ti. Doy gracias a que fueras tú el que casi me atropella. —sonrió débilmente.

Sam le devolvió la sonrisa.

—Yo también doy gracias porque te cruzarás en mi camino. —le contestó mientras volvió a sentir esa conexión especial entre ambos cuando Emma le sonrió de nuevo—. ¿Sabes? Deberíamos brindar por ello.

—¿Qué dices? —preguntó atónita.

—Vamos, te espero abajo, nos tomaremos algo para celebrar que nos conocimos. —dijo él saliendo de la habitación—. ¡Puede que hasta nos emborrachemos!

Emma volvió a reír mientras negaba con la cabeza, se sentía liberada. Ya no tenía que ocultarse más de Sam, ya le había visto en el peor de sus momentos.

Se puso en pie y se dirigió al baño para refrescarse la cara antes de bajar a por la copa que le había prometido el cazador.

Caminando por el pasillo escuchó como Sam mantenía una conversación con una voz que le resultaba familiar. Al llegar a la gran sala pudo ver que se trataba de Castiel. Ambos estaban sentados alrededor de la gran mesa, donde descansaba una botella de whiskey.

—Me alegro de verte, Cas. —lo saludó Emma—.  ¿Has venido a unirte a la fiesta? 

—Emma. —le devolvió el saludo el ángel—. Estaba hablando con Sam sobre la posibilidad de que me ayudaráis a buscar una manera de revertir el hechizo que lanzó Metatrón.

—Metatrón sigue sin hablar. —informó Sam a la chica—. No sé cómo no habéis matado ya a ese hijo de puta.

—Es el único que conoce la manera de revertirlo.

—Sí, pero no habéis sido capaces de hacerlo hablar todavía. Si usaráis otros métodos...

De pronto el semblante inexpresivamente común de Castiel cambió, pero no debido a las palabras que Sam había pronunciado, sino a causa de una oscura presencia que presentía.

—¿Llego a tiempo para la fiesta de pijamas, alce? —habló Crowley. 

Castiel fue el primero en reaccionar y ponerse en pie adaptando una postura defensiva. Sam y Emma lo siguieron.

—Te veo un poco pálido, plumas. —dijo el demonio mirando al ángel. Y entonces reparó en la tercera persona que había frente a él—. Vaya, un placer, querida. Veo que estáis muy bien acompañados por aquí.

—Llegas muy tarde, Crowley. Hace meses que te convoqué. Lárgate antes de que te mate por todo lo que has hecho. —habló Sam duramente.

—¡Oh, alce! Hieres mis inexistentes sentimientos. —contestó Crowley en tono burlón—. He venido a hacer un trato donde todos saldremos ganando.

—Vete a la mierda.

—Sam, Samantha, Sam~ —canturreó el demonio—. ¿Te gustaría recuperar a tu hermano? Porqué yo puedo ayudarte... 

—¿Por qué demonios iba a creerte? Tú lo convertiste en lo que es ahora.

—Porque no puede controlarlo... —habló Emma que miraba fijamente a Crowley—. Esperabas a un aliado pero Dean sigue siendo un obstáculo para ti, uno más poderoso que tú. Es eso, ¿verdad?

—Vaya, ahora te rodeas de personas inteligentes... Te felicito, alce. Ella está en lo cierto. Más o menos. Tu hermano es como un jodido grano en el culo para mí. Lo era como humano y lo es mil veces más ahora como Caballero del Infierno.

—¿Pretendes entregárnoslo?

—¡Bravo! Y no sólo eso. También me interesa que el Cielo vuelva a abrirse, como comprenderéis mis esbirros no se encuentran muy cómodos con tantos angelitos a su alrededor. He oído que estáis teniendo problemas para que el escriba hable, bueno dejadlo en manos de un profesional. 

Castiel, Sam y Emma se miraban atónitos ante el ofrecimiento de Crowley.

—¿Lo veis? Todos ganamos.

—No pienso trabajar contigo. —interrumpió Castiel.

—No te hagas el santurrón ahora. No sería la primera vez que tú y yo hacemos negocios... —fulminó Crowley al ángel con su mirada—. Piénsalo. Haré hablar a ese idiota, recuperarás tu gracia, el cielo se abrirá, y bla, bla, bla... Así podrás estar fuerte para el reencuentro con tu querido Dean. Es un buen trato.

—Lo haremos. —asintió de pronto Sam. 

El ángel se giró a mirarlo en señal de desaprobación. 

—Cas, no tenemos nada que perder, vale la pena intentarlo. 

—Bien... Que me siga. —dijo Castiel dirigiéndose al demonio para luego desaparecer de allí usando la poca Gracia que le quedaba. 

Crowley chasqueó sus dedos y se evaporó junto al ángel. Emma y Sam se miraron, volvían a estar solos.

—Creo que seguimos necesitando esa copa. 

—La mía que sea doble. —agregó Sam.

Bebieron durante horas hasta que la botella quedó vacía. Pero pese a que ambos habían bebido la misma cantidad de whiskey el cuerpo de Emma no estaba acostumbrado a tanto alcohol. 

La chica se levantó de la mesa con la intención de retirarse a dormir pero tropezó con la silla cayendo contra el cuerpo de Sam que seguía sentado.

—¡Ouch! —se quejó él bromeando—.  Ahora ya sé que he de emborracharte para que caigas en mis brazos. —soltó sin pensárselo dos veces a causa del alcohol que corría por sus venas. 

—No necesitas emborracharme para eso. —dijo Emma mientras se reincorporaba y sus mejillas se tornaban coloradas—. D-Debería irme a la cama... B-Buenas noches. 

Sam observó como Emma se alejaba y sonrío tontamente al pensar que tal vez ella se sentía igual respecto a él.

UNA VIDA SOBRENATURAL ||#1||Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt