La Vida De Un Sueño (Dorian)

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Estaba con una de mi mejores amigas, Jazive, estábamos en una especie de almacén con productos variados, Jazive tomó un frasco con una sustancia que parecía gel para el cabello con confetti, lo abrió y me lo aplicó en el cabello, nos reímos por el acto delincuente pero al mismo tiempo inocente ya que se veía bastante gracioso e infantil que ella tratara de robar eso en vez de algo más.

Un un chico que trabajaba en el almacén nos vio desde lejos, nos comenzó a perseguir y corrimos, entonces Jazive sugirió que nos separáramos y así lo hicimos.

Empecé a correr y logré perderme, ya que este almacén se encontraba en el sótano de una gran escuela en la que yo aún no llevaba suficiente tiempo como para conocer todo. Normalmente no me perdía por que seguía indicaciones o me fijaba meticulosamente pero al estar huyendo y riendo no sabía exactamente donde estaba.

Entonces vi una puerta de madera, y la intenté abrir. Era bastante pesada pero lo logré. Al abrir y cerrar la puerta detrás mío no podía ver nada, traté de ubicarme tocando lo que había a mi alrededor, solo había paredes cubiertas con algún forro un tanto suave.

Realmente tenía poco espacio, apenas para dar dos pasos adelante, y fue ahí donde encontré otra puerta, esta vez menos pesada. La abrí y al pasar al otro lado vi algo hermoso, butacas color rojo vino por todas partes, repartidas en todo el espacio hecho de madera brillante. Había butacas suaves hacia los lados, hacía abajo y hacía arriba de mí, era un enorme y hermoso teatro, que, aunque no estaba totalmente iluminado, unas cuantas luces blancas incrustadas en el techo iluminaban lo suficiente para que pudiera admirar este hermoso lugar.

Estaba tan impresionada con esa parte del teatro que había olvidado que existía un escenario, cuando decidí voltear al frente, curiosamente el telón estaba levantado, dejando descubierto el impecable piso de madera elegante, amplio, reluciente, pero sobre él se hallaba algo todavía mejor.

Un hermoso piano steinway de cola completa, ahí estaba en frente de mí, a unos escasos metros, con sus teclas blanco y negro, su traje sonoro y elegante, y sin ningún telón que lo cubriera. Estaba perfectamente listo para que alguien fuera a acariciar sus teclas y hacer música.

Era una coincidencia que el día en que descubro este lugar este todo perfectamente acomodado como para que fuera y tocara esa majestuosidad, pero no debía hacerlo, quizá había alguien en la cabina de audio que pudiera verme, o detrás de las piernas, o en camerinos. Hasta una persona de limpieza podría meterme en problemas, pero total, ya estaba en problemas, y no parecían haberme seguido hasta aquí.

Así que empecé a caminar casi automáticamente hacia él, estaba temerosa en mi interior, pero era más mis curiosidad y emoción, era como una fuerza sobrenatural que me jalaba hacia él.

Me acomodé en el asiento de piel negra, puse mis dedos sobre el teclado y la adrenalina invadía mi corazón. Toqué una sola nota, y después toda la pieza parecía fluir sola, llevándome de viaje. No terminé la pieza porque recordé a mis padres lejos de mí, y ellos no podrían verme tocar en este hermoso piano, no escucharía sus aplausos de emoción, no vería sus sonrisas de amor, y no sentiría sus abrazos al acabar la pieza. Así que me detuve en seco, y una lágrima estaba empezando a escurrir por mi mejilla, cuando mi momento se interrumpió por unos aplausos secos en medio de la sala.

Un chico sentado en la cuarta fila de asientos me miraba con una sincera sonrisa de aprobación. Me sobresalté y quería sonreirle, pero la puerta por la que había entrado se abrió repentinamente y Jazive entró corriendo con el chico de la tienda detrás, el cuál me vio y tuve que salir corriendo por entre las piernas del teatro, a lo que el muchacho de las butacas respondió con una cara de confusión.

Ya detrás del escenario encontré a Jazive quien me jaló hacia un baño, enorme por cierto, recuperamos el aliento y lanzamos unas risillas.

—Eso fue divertido, pero no volveré a hacerlo, hice más ejercicio hoy de lo que he hecho en toda mi vida —dijo Jazive aún sin mucho aliento—. Pero al parecer tú no te cansaste mucho, te quedaste sentada en un piano hasta que te encontré.