1 Demonios Internos

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  • Dedicado a Allan Alanzito Allabavha
                                    

"Corre, corre y no te detengas". Con lágrimas en los ojos seguí sus últimas palabras. No veía por donde iba, simplemente prestaba la suficiente atención para esquivar las ramas bajas de los árboles y algunas raíces que sobresalían del suelo. La oscuridad reinaba por doquier y no podía ver más allá de un par de pasos de donde me encontraba. Una espesa niebla se levantaba a ras del suelo, lo que dificultaba aún más la visibilidad y me calaba los huesos. Los árboles formaban sombras macabras y el silbido del viento producía una risa escabrosa que me ponía la piel de gallina. Sin embargo, nada de esto me causaba tanto miedo como las pisadas que me perseguían, y las cuales se escuchaban cada vez más cerca.

Antes de que empezaran a perseguirme, escuché con terror su grito agudo y después sólo quedó un silencio ensordecedor. Sabía lo que aquello significaba: la muerte rondaba cerca. Con aquel desgarrador sonido, mi corazón se detuvo, mis piernas se tornaron de gelatina y las lágrimas comenzaron a amontonarse detrás de mis ojos. Solamente el sonido de las pisadas tras de mí, unos minutos después, me hicieron salir de mi estado de shock y me instaron a correr. Correr como él me había dicho. Correr y no detenerme.

"No...". Me desperté sobresaltada y con lágrimas escurriendo por mis mejillas. Otra vez esa maldita pesadilla que me atormentaba. No quería recordar, pero mi subconsciente masoquista me mostraba aquella escena repetidamente. Encendí la lámpara que se encontraba en la mesita de noche y busqué mi reloj para ver la hora. Apenas eran las tres de la madrugada y era seguro que no podría volver a dormir después de la agitación por aquel tormento de mi subconsciente.

En las últimas semanas, esta pesadilla ha sido más frecuente que antes, y mis horas de sueño se han visto seriamente reducidas. Después de todo, tener que trabajar dieciséis horas diarias, como mesera en un bar y como asistente en un supermercado; además de estudiar informática los fines de semana, te drena la energía. Sin embargo era lo único que podía hacer para pagar las cuentas y sobrevivir en el mundo. A pesar del cansancio que poseía, me levanté de mi cama y me dirigí a la cocina; tal vez un poco de agua fría lograra despejar aquellos demonios que me torturan todas las noches.

Cuando pasé frente al espejo que se encontraba en el pasillo que lleva a la cocina, me detuve un minuto para observar mi reflejo. La joven ojerosa, de aspecto cansado, tez demasiado pálida y cabellera castaña desordenada que me devolvía la mirada no se parecía en nada a lo que era yo hace un par de semanas, antes que las pesadillas empezaran. Aquella mirada esmeralda llena de dolor era la misma, pero algo en su semblante había cambiado. Ya no se encontraba esa sonrisa triste que siempre adornaba sus delgados y pálidos labios.

Ante la decepción que me causó el notar ese cambio en mi apariencia, decidí continuar con mi recorrido hacia la cocina para, al fin, hacerme con aquel tan necesitado vaso de agua fría. Aunque, durante el trayecto, pensé que, tal vez, sería mejor tomar algo un poco más fuerte. Cuando abrí la nevera, me quedé un rato frente a ella, tratando de tomar allí mismo la decisión final. Elegir entre una botella de agua y una de cerveza era una tarea sumamente difícil, sobretodo si tomamos en cuenta la hora en que esa elección debe hacerse. Finalmente, descarté el agua y opté por beber una cerveza, no importando que ni siquiera haya amanecido aún.

Con la botella en mi mano, fui a uno de los cajones de la alacena y saqué el destapador. Abrí la botella y devolví el utensilio a su lugar. Tomando un par de sorbos de aquel elixir de cebada, salí de la cocina y me dirigí a la sala. Ya que no podría dormir, vería un poco de publicidad por televisión. Sentándome en el viejo sofá verde que tenía enfrente de aquel aparato de entretenimiento, tomé el control remoto y comencé a pasar canal tras canal sin siquiera detenerme a ver cual era la programación del momento.

Sin prestarle ninguna atención al televisor, mi mente empezó a divagar sobre el porqué mis demonios estaban más activos ahora que en antaño. Quería que volvieran a su estado subconsciente y dejaran de atormentarme. Después de todo, si alguien notaba este cambio, no dudarían en volverme a encerrar y realizar prueba tras prueba, asegurando que mi episodio psicótico se estaba repitiendo.

Demonios Internos (Saga Reminiscencia - Libro I de Syla) - EN PAUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora