Capitulo 1: Pasan los años

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Los años pasaron y ya la niña que corría llena de barro por los pasillos del castillo ya no estaba, una adolescente hecha y derecha en su lugar, como sus padres la habían criado. En sus primeros años de vida todo fue maravilloso para la pequeña princesa.

Cada día los reyes y la pequeña Luz pasean por los grandes jardines del hermoso castillo, corría y saltaba por todos lados como si el mundo solo constara de aquello.

En el castillo habían miles de sirvientes, todos amaban a la pequeña y a sus reyes. Todos eran unos humildes campesinos de la cuidad de Lanterner. Mucho más allá donde los reyes iban, habían humildes viviendas que habitaban leñadores y amas de casa que dedicaban sus vidas a servir a la ciudad.

Allí tenían que trabajar para sobrevivir, pero eran muy felices y dignos.

Cuando nació la pequeña princesa le regalaron una manta echa a mano por todas las mujeres del pueblo, en la manta estaba grabado el nombre de la princesa con bordados dorados, desde el momento que la hermosa niña recibió aquel regalo que fue echo con mucho amor no pasaba un día que su manta faltase para dormir con ella.

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16 años de vida, era amante de la naturaleza y de los libros, podía pasar horas encerrada en su biblioteca solo leyendo de esas leyendas de caballeros los cuales peleaban con dragones

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16 años de vida, era amante de la naturaleza y de los libros, podía pasar horas encerrada en su biblioteca solo leyendo de esas leyendas de caballeros los cuales peleaban con dragones. Muchos piensan que por ser princesa siempre tienes que estar presentable, pero ella no, ella era sencilla y humilde como sus padres le enseñaron. También le enseñaron que los sirvientes eran amigos y que no debía decirles groseras o tener una mala actitud con aquellos que siempre estuvieron velando por ella. Porque, a pesar de trabajar, ellos también eran su familia.

Bueno como iba diciendo, ella se levantó con una sonrisa en sus labios no sin antes bostezar y agradecer por aquel día tan hermoso que hacia mas allá de su ventana. El castillo constituía de 30 o más habitación y algunas no eran habitaciones si no más espacios para leer, cuartos de juegos y hasta una habitación para que practicara con el piano, otras eran habitaciones de despiste para los sirvientes en los días libres, salas de té, y esas cosas sofisticadas.

Bajó las grandes escaleras que llevaban a una sala, muy grande debo decir. Cruzo el salón y se dirigió al comedor donde sus padres como todas las mañanas la esperaban para desayunar en familia.

Hola mamá, hola papá.—saludando a sus padres con un dulce beso en la mejilla. Luego alisando su vestido se sentó en una de las sillas frente a ellos.

¿Cómo haz dormido Luz?Dijo su madre para después llevar su taza de té a sus labios dándole un gusto.—Dos de azúcar y una cucharadita de miel como me gusta, exquisito.

—Acogedor, madre.—Dijo cogiendo un pedazo de pan y llevándoselo a la boca.—Oye, Helena, este pan esta delicioso.—Le dijo a una de sus nanas. El pan era hecho a mano por ellas mismas todos los días temprano en la mañana, se podía todavía saborear el sabor a recién hecho.

Que bueno que le guste.—Dijo Helena dándole una deslumbrante sonrisa, aquella mujer veía a la niña que nunca había tenido, le había visto dar sus primeros pasos.

Luz se pasó la mañana hablando de cosas, le encantaba hacerlo, expresarse. Sus padres le oian con atención, sobre todo el rey.

—¿Padre, mañana podemos ir Green Mountain?Preguntó. Green Mountain era un pequeño pueblo donde vivían los plebeyos, las personas más pobres de todo el reino. Gracias a su proximidad con las fronteras con otros reinos solía ser saqueado.

Claro, mi niña.Le dijo su padre abrazándola. 


Luz terminaba su día tocando el piano con armonía, alguna sinfonía que había escuchado de los pájaros aquella recreaba.

Luz, ya es tarde debes dormir si quieres ir a Green Mountain.—Dijo su madre y le dio un beso en la frente.—Aunque tienen que tener cuidado, no es por menos precisarlos, pero son personas que no tienen con qué vivir, tú sabes a lo que me refiero. 

Afirmo con su cabeza, sabia que allí no era un lugar seguro para una princesa pero, había una cruda realidad detrás de aquellas puertas de su palacio.

La niña subió a su habitación. Se pudo su pijama y se acostó y cayo en los brazos de su príncipe de brillante armadura, con aquel que cruzara valles, desiertos y matara dragones malvados por ella.

El chico y la princesa. «Completada» EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora