Capítulo 3: Dibujar

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TOUCH & Sketch

Capítulo 3: Dibujar


La noche se hizo refugio.

Las luces encendieron y los vítores se precipitaron a la presentación.

La silueta de todas esas noches apareció.

Un murmullo que pretendía coquetear el oído y los más bajos instintos. La melodía, tímida como el primer acercamiento de dos amantes a descubrirse.

La mano en descenso, como la cordura de quien le mirase tocarse así.

Un impulso de razón, al ras de su cinturón.

Con el cabello y la camiseta blanca mojada sobre la piel comenzó a bailar. El trazo de sus brazos y la agilidad de sus giros dejaba sin aliento al público de turno. Las luces púrpuras y amarillas se fundían al lienzo de su torso apenas cubierto con la camiseta transparentada.

Los bailarines rodeándolo, dándole toda la atención que merecía a destaque.

El contornear de su cuerpo y de cómo esas manos jugaban a amar a alguien más.

El arrebato de fiereza en un coro movido y aplaudido, o simplemente gritado sin más.

Esa noche, mirándole entre ese barullo de pecado, lo volvió a asegurar.

Esa voz de ángel y la canción que apoderaba el antro por tres minutos no merecía tal destino. Lo intuyó también en esos ojos impenetrables. Contraste absurdo para el rosa cándido de su cabellera, ahora escurriendo gotas de agua.

Dichoso quien fuese tocado por esas manos tan gráciles. Y lo sabía, cualquiera que desembolsara una buena cantidad de dinero podía obtenerlo. Pero a ese tipo de contacto no se refería.

No a esa pasión artificial y con una hora máxima de consumación.

Al delineo de sus torneadas piernas el público volvió a chillar. La sarta de porquerías que volcaban las bocas de esos ebrios era repulsiva.

Se preguntó si podía escucharlas debajo de su propia voz cantando con esa dedicación. Actor estupendo en su papel de seducción absoluta.

Apenas y podía respirar coherente, casi que al compás de su voz dulce y sus movimientos rudos y gráciles en abrumadora sintonía.

Con una pizca de travesura inclinó de la tarima con el índice a los labios y sonrió apenas. Sus ojos entrecerrados, el dedo como barrera de esa boca entreabierta y provocadora y esa sonrisita de malicia juguetona.

Regresó al centro con sus bailarines y bailó. Billetes, flores, lo que fuera, llovía hacia él. Ser la adoración impropia para ese centenar de hombres tenía que tener su morbo también.

La canción acabó, dándole lugar a la explosión de aplausos, gritos y vítores.

Leo inclinó en una breve reverencia y como la ilusión húmeda que era, desapareció tras bambalinas.

HongBin salió de su escondite entre el público y le buscó escaleras arriba.

Un grandulón de negro le detuvo esa inexplicable determinación.

—Sólo personal autorizado —gruñó. HongBin sacó un grueso fajo de billetes de un sobre, deslumbrando al hombre con un cigarrillo en la boca.

Esa cajita con la cual había escapado ahora era una cantidad exorbitante de dinero. Esas mancuernillas de oro para su traje de novio, herencia de sus abuelos, se volvieron burdo y sucio dinero en búsqueda de un poco más de pecado.

Touch and Sketch (LeoBin)Where stories live. Discover now