Catricura. El extraviado artesano de piedra blanca (Capítulo adicional)

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Huiracocha siempre bendice a aquellos, que mediante el oficio de sus manos, construyen ofrendas que edifican el mundo.

Las manos de mis antepasados fueron las primeras en forjar "La piedra blanca", la Elicura. La familia Catricura o más bien CatriElicura somos aquellos que tenemos el don y obligación de trabajar la piedra blanca.

En aquellos años en que dejé las tierras de mis antepasado para conocer el mundo de las tierras de los mensajeros del norte y terminé en el ombligo del mundo Rapa Nui retratando a los antepasados orejones de Te pito O tenua.

Mi historia es tan larga como la vida de Pachamama tan antiguo como el suspiro de la tristeza.

Desde niño fui muy cercano a mi abuelo, un hombre tan fuerte como una roca, tan sabio como un alerce y tan feliz como un pájaro.

Él siempre me decía: "La vida es una piedra, dura, tosca pero llena de hermosos secretos". "Debes ser como una piedra, el sustento del mundo".

De mirada extraviada, lo sorprendía en el amanecer. Los finales de procesos lo llenaban de una bella nostalgia.

Lo mismo sucedía al terminar la construcción de algún objeto de piedra. Lloraba sobre él dando gracias a la naturaleza por la habilidad otorgada. Luego se desprendía de él como si lo hiciera de uno de los miembros de su familia.

"He nacido para esto, para fabricarle al mundo el sustento y la belleza que necesita" gracias Gnechen por mis pasos, mis ojos y mi alma.

Este día cuando vi por primera vez ¡Por primera vez! La Elicura frente al lago Lanalhue descubrí el sentido de mi vida. Esa piedra era uno de los corazones de Pacha Mama, era el ojo Gnechen.

Esa piedra me habló con su fosforescente titilar de cristal. 

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