55. Pasajes Celestes

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Pasajes Celestes

05/03/2017


En tierra, en pie.

Olvido pronto los pasajes celestes

que anhela el niño,

y busca sediento el adulto.


Sin pérdida, sin salida,

aunque tampoco encerrado.


Son amplios los márgenes terrestres, inmensos, perdidos.

Ya no hay alturas, ya no hay una mirada alta que otee todo aquél.

No necesito la perspectiva de lo lejano, del amplio e infinito

de las posibilidades, que se respiran cuando vuelas tan alto con alas de cera.


Sólo hay ésta,

no otra.


Podría decir que si el laberinto era perdición,

los nuevos territorios, más allá, no dejan tras de sí menos

agobio, mas agotan, mas recelan, mas pierden, mas ahogan, mas

es como el estar tendido con alfileres en el aire y creyendo caer, pero:


ya caí y ya sentí el cuerpo.


Esa levedad, fue la que me hizo sentir

pesado:


esos bagajes, con los que viajar.


Que los viajes han de ser ligeros lo han sabido hasta los menos letrados.

Yo, que me hice de letras para no perderme en ellos, me he intentado no zancadillear

cuando bailo con la arena que lucha con mis pies con la hilaridad del bufón, repitiéndome

los pasos que suenan como


un día quise.


Me he perdido, y me sigo perdiendo, cual nuevo mercader que busca

una pequeña especulación con la que meter en la boca el deseo y la palabrería.

Me la juego con las inventivas, retozo en las noches con un nuevo desfalco, y me

derriten las palabras en las aguas que nadaría por enriquecer mi mente.


Sigo, aleteando,

alto en lo bajo.


Planeo pies y manos

sobre los surcos

con distintas opciones,

y arranco a la tierra el aire.


Respiro de ese oxígeno.


Cuando llego a mi lugar de siempre, mirando atrás,

una calma triste se abraza con el horizonte,

uniendo norte y sur, confundiendo este y oeste,

y ya no sé qué orientación tiene este lugar y adónde huir.


Mis pies ligeros tropiezan. Mis pies grandes arrancan furibundos,

sin cuidarse de no caer de su propio peso. Mis pies aletean malamente.

Mis manos intentan planear. Mis brazos intentan equilibrar. Mis orejas lo sintonizan

con muy mala fortuna, porque la altura perdida no encuentra nada que compararse


más que mi aleteo.


Oigo ese vuelo en tierra, levito en tierra.

Recuerdo demasiado tarde el mar que me dice que

ya dejé en la infancia, y ya ni puede

tener el adulto.


Aquí, solo,

pero entretenido.

Y después de todoWhere stories live. Discover now