Capítulo 1-Adolescencia

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-¡Gigi! ¡Gigi! - una de las doncellas gritó demandante ,haciendo que la nombrada diera un respingo y se zafara rápidamente para responder a la llamada. 

-Debo irme ¿Volverá? 

-Sabe que sí , siempre vendré por usted. Siempre... 

Thomas cogió un mechón carmesí de la joven que lo miraba expectante y lo colocó tras su oreja delicadamente, como si se pudiera romper en cualquier momento. Sabía lo que ella esperaba, sabía que deseaba que la besara antes de irse pero no lo haría. Ella no era una de esas muchachas que había encontrado en la ciudad, ella sería su esposa. 

-¡Gigi!

-¡Ya voy!- hizo resonar la soprano su voz, levantándose la falda para poder correr hacia casa más fácilmente. -Hasta otra Thomas Peyton - se despidió ella des de la puerta dejando al caballero , como siempre, mirándola mientras marchaba. 

Los días pasaron, incluso las semanas, tras ese encuentro; pero por mucho que Gigi miraba por la ventana ,no veía a Thomas . Deseosa de volver a encontrarse con él, cualquier ruido contra su ventana la hacía correr hacía la misma pero descubría que no era más que el viento, ese viento pesaroso que quería gastarle una broma de mal gusto. Una extraña melancolía se cernió sobre ella, aferrándose a los pocos recuerdos tangibles que tenía de él, como un libro o una pluma. Llegando a rememorar los mismos momentos vividos una y otra vez como si eso pudiera mitigar su dolor en algún vano sentido. 

¿Le debería haber sucedido algo?  ¿Estaría bien? ¿O simplemente se había cansado de la niña del campo? ¿Estaría con otra? Pensó muchas veces en preguntar a su padre sobre él pero, ¿cómo hacerlo? Sería demasiado vergonzoso.  Tampoco podía escribirle puesto que no tenía su dirección así como su círculo social era tan limitado y distante,que ni si quiera podía hacerle llegar un mensaje. Llegó a pensar que estaba enferma en cuanto sintió a su cuerpo languidecer mas comprendió que esa debilidad no provenía de su ser físico sino de su alma. Su alma se sentía quebrada. Por momentos odiaba fervientemente a Thomas Peyton y , por otros, deseaba verlo para comprobar que estaba bien. 

Habían pasado tres meses desde su último encuentro y lejos de olvidar-lo parecía que su recuerdo se hacía más persistente llegándose a convertir en una enfermiza obsesión. 

-Gigi, ¿por qué tienes esa cara?- espetó Karen al ver a su melliza más blanca de lo normal y con los párpados hinchados ,en medio del pasillo. -¿Ha sido otra vez mamá? Por suerte no tendremos que verla por un largo tiempo, se va a la Corte. 

-No es mamá...

-¿Entonces?- frunció el ceño la pelinegra posando una mano preocupada sobre el hombro de esa alma en pena que deambulaba por el lugar. 

-Nada, Karen...es tan sólo que veo a mis sueños frustrados...

-Nada de eso; vamos , ven...-la empujó en el interior de su alcoba, una estancia que había sido testigo de centenares de confesiones entre ambas por muchos años. -siéntate, tengo un plan. Voy a abrir una escuela para mujeres, entonces podrás estudiar medicina. No, no me mires así. No estoy loca... lo conseguiré... 

Ambas jóvenes habían departido largas y apasionantes horas sobre la lucha de la mujer en ese mundo, ¿cómo podía confesar Gigi ,a su hermana más reivindicativa, que en realidad estaba así por un hombre que había jugado con su corazón ? ¡Qué vergüenza! Ella era la inteligente, la racional y la elocuente. ¿Cómo podía decir que se estaba martirizando por unas palabras en el aire?  

-Por supuesto Ka...-se esforzó por sonreír haciendo que su hermana se sintiera satisfecha por creer que la había animado.

-Claro, Gigi. ¡Juntas lo conseguiremos! Demostraremos a esos hombres y a mamá lo que valemos, y se arrepentirán por habernos despreciado por tanto tiempo. 

Karen cogió por la mano a Gigi presa de esa ilusión juvenil propia de quien desconoce las verdaderas trabas que la vida les regalaría a modo de prueba y enseñanza. 

Más lunas con sus estrellas resplandecieron sobre el cielo oscuro seguidas del sol sin que Thomas volviera, clavando cada minuto y cada segundo sobre su esencia a modo de pequeños y afilados cuchillos que la estaban lacerando de forma indiscriminada. 

Todo aquel desamor y desazón de no saber del ser amado, quedó en un segundo plano para la joven Cavendish el día en que la muerte de su padre fue anunciada. La muerte del único hombre que realmente la había querido, rasgó sobre su corazón abriéndolo en canal y vaciándolo por completo. La niña que corría al invernadero o que paseaba de la mano de Anthon,  pareció marchitarse y disiparse junto a aquellos dos hombres que la habían abandonado con voluntad propia o sin ella. 

La casa se tornó oscura y la flaqueza retumbó estrepitosamente contra las hijas del Duque de Devonshire pero ellas no le permitirían ganar la batalla. Audrey cogió las riendas de la situación con valerosa y admirable actitud ganándose un inmenso respeto por parte de Gigi que marcaría su relación con ella, por siempre. Georgiana se admiraba ante el valor que mostró su hermana mayor ante ese cobarde que por poco la viola así como quedó impresionada cuando ,sin titubear ,aceptó su cargo y el de sus otras tres hermanas. Ella era un ejemplo a seguir, un ejemplo de entrega y de valores familiares que Gigi imitaría. Decidió olvidarse de Thomas y centrarse en sus hermanas, permaneciendo a su lado incondicionalmente. Se tornó su confidente, su apoyo y su siempre presente Gigi. Jamás se quejó, ni habló de ella misma o sus sentimientos. Sólo se mantuvo al lado de Audrey, Bethy, Karen y Liza. Sólo eso, ella solo era la hermana que no lloraba, que no enfermaba, que no causaba problemas....   Y así fue como enterró , después de cavar durante días, ese amor adolescente bajo cientos de capas de tierra.

Manto del firmamentoWhere stories live. Discover now