Capítulo 1-Adolescencia

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1840.Chatsworth House

Dos piedras contra una ventana alta y unas señas ya conocidas, fueron suficientes para que Gigi se deslizara disimuladamente a paso presto a través de una escalinata trasera; para luego, correr en dirección a un invernadero abandonado.Arrastrando con ella la falda de su vestido burdeos contra la verde hierba de la llanura y provocando que el viento sintiera celos del movimiento de su pelo escarlata.    

-Ya le he dicho que no puede aparecer de esta forma por aquí, si mi madre llegara a enterarse en algún momento... tenga por seguro que sería el fin de mi días- se apresuró en amonestar la joven cerrando la pequeña puertecilla de vidrio quebrado tras de sí y mirando hacia los lados sin parar atención a la sonrisa ladina que el joven Thomas Peyton clavaba sobre ella. 

-Con lo que le traigo, sé que podrá perdonarme- captó su atención haciendo vibrar un libro en el aire. 

-No...no me diga que es...-se olvidó de la vigilancia de su progenitora y de las consecuencias que podría conllevar si la encontraban a solas con un hombre, esbozando una bonita e inocente sonrisa al mismo tiempo que corría hacía el motivo de su emoción. Se trataba del nuevo volumen que el Doctor Rownsy había publicado acerca de la medicina femenina y que ella tanto había anhelado; con sus largos dedos envolvió ese bien preciado y releyó el título para asegurarse de no alimentar su dicha en balde.Su corazón estaba acelerado, sus ojos más brillantes que nunca y sus dientes pequeños y blancos asomaban con gracia entre sus perfectos y definidos labios. Ajena al orgullo masculino que causaba su estado en ese futuro Conde que se escapaba de la Universidad para traerle interesantes objetos o explicaciones -No sé como podré agradecerle todo lo que hace por mí- lo miró ella respondiendo a la sonrisa sincera que Thomas le dedicaba. 

-Hmm...considero que con un beso será suficiente- propuso él con gesto galán, cerrando sus ojos y apretando sus labios en forma de piñón. Gigi lo miró de arriba a abajo , ofendida, y no dudó en abofetearlo; sin embargo, el resultado no fue el esperado ya que lejos de enfurecer a Lord Peyton o hacerlo desistir, éste sonrió satisfecho y la capturó entre sus brazos. 

-Oh no, Lord Peyton suélteme; no le consiento tales confianzas -luchó ella por escapar de su agarre aunque, en su interior, le satisfacía el proceder vivaracho de ese muchacho de cabellera oscura y ademán jocoso.

-Yo diría señorita Cavendish, que está usted muy cómoda con mi cercanía - apretó el cuerpo de la muchacha contra el suyo haciendo que ésta, finalmente, soltara un bonita risotada como las que solía regalar al mundo.

-Ni se le ocurra- prohibió ella removiendo su cabeza en cuanto vio que Thomas tenía todas las intenciones de robarle un beso, su primer beso.

-¡Qué más da! ¿A caso no sabe lo que hacen un marido y una mujer en su intimidad? - picó él persiguiendo esos labios tentativos de un lado hacia otro. 

-¡Pero yo aún no soy su esposa!- frunció su ceño de porcelana. 

-¿Cómo ha dicho?- se detuvo él esbozando un gesto serio. 

-Que aún no soy su mujer- repitió ella levantando su mentón. 

-¿Cómo?

-Que aún...- Thomas la levantó y la hizo girar sobre ellos mismos preso de la alegría. 

-Así que aún no es mi mujer...- reiteró él dejándola sobre el suelo de nuevo y acariciando los labios de Georgiana con la yema de su dedo.

Gigi calló comprendiendo lo que había dicho, y aceptó la complicidad que se estableció entre ambos; en silencio, abrazados y con los ojos clavados el uno en el otro. Sus corazones latían al mismo compás y sus estómagos se estremecieron al mismo tiempo. El amor los había encontrado y nada volvería a ser como antes. Lo que había empezado siendo un juego adolescente se había convertido en un gran sentimiento inquebrantable o , al menos, eso parecía en ese preciso instante. 

Manto del firmamentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora