Part II

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Frank.

“Awake and unafraid”

Mi vida había dado un giro de 180 grados al enterarme de mi enfermedad ¿Por qué? ¿Por qué a mí? Parkinson. Esa enfermedad era de viejos, y yo soy joven. Me dijeron que no era raro que le toque a un adolescente vivirla. Pero ¿Por qué?

A veces me quedo varios minutos solo mirando mis manos, o mis piernas. Viendo como tiemblan. ¿Por qué no pueden ser normales? Quisiera saber que me curé, pero no se puede curar esta enfermedad. Quisiera saber por qué me pasó esto a mí. Yo nunca hice algo tan malo como para merecerlo.

Apenas me entere, caí en “depresión”, o al menos eso escuché decir a mis padres. Pero, ellos también se deprimirían si estuvieran en mi lugar. Nadie podría comprenderlo, a menos que les suceda lo mismo. Todos los que sabían, me miraban con lastima, casi sin creerlo del todo, incluso el medico. Y yo odiaba eso. 

La única persona que no me miraba con lastima era esa chica del colegio. Paula se llama. Hace unas semanas, me hubiera golpeado a mi mismo por hablarle. Es decir, era la latina. Yo nunca estuve en una escala social alta en mi colegio, pero ella era lo mas bajo. Ni un amigo tenía. Al menos yo mantenía el poco estatus que tenia. Hasta que la conocí. 

Era tranquila, o eso demostraba conmigo. Su aura me transmitía paz. Y lo mejor de todo es que no sabía de mi enfermedad. Es decir, no me juzgaba por lo que padecía, me trataba como uno más. ¿Por qué no quise hablarle antes? Claro. Por el estatus social. No había cosa más inservible que eso. 

Aunque sentía que me ocultaba detrás de una mascara con ella. Sentía que escondía una gran parte de mi vida, porque así lo hacia. No quería que ella también supiera lo de mi enfermedad. No quería que mi única amiga mujer me mirara con lástima, ya que yo sabía que las que mas lástima me tienen son las mujeres. Me gustaría pedirle perdón por mentirle de esa forma, pero tampoco quería que se enterara. Muchas veces me moría de ganas de escapar hacia otro lado, de que haya alguna forma de poder deshacerme de esta puta enfermedad y poder escapar a una isla desierta junto con mi chica. Esperen… ¿acabo de decirle “mi chica”?

¿En que momento me perdí de mi mismo? ¿En que momento me había involucrado tanto con esta muchachita? No quería relacionarme tanto con ella, porque terminaría lastimándola y no se lo merecía. Quisiera desaparecer. Por un instante, desaparecer de mí. 

Ese día, cuando volvimos del recreo, la vi que traía un libro en sus manos.

-¿Qué traes?- le pregunté intrigado

-un libro, bobito- se rió de mí, y me dio un leve golpe en la cabeza con el libro. Era tan adorable esta chica. 

-¡ya sé eso! Pero, ¿Cuál?- lo levantó, y me mostró la tapa. Romeo & Julieta. Cliché. 

-aunque no lo creas, nunca lo había leído, hasta ahora.

-¿y cual es la gracia? Ya sabés el final. Se mueren los dos.

-todos morimos al final.- al escuchar eso, un escalofríos me recorrió. Y tenia razón, después de todo, nadie se salvaba de la muerte ¿Qué importa las enfermedades que podes tener en vida?- pero… ¿vos te suicidarías por amor?

-no lo sé- respondí sincero- nunca me enamoré. ¿Y vos?

-bueno, si estoy segura de que es el amor de mi vida, lo consideraría- me dedicó una sonrisa tierna. Una de esas que te daban seguridad en la vida. Una de esas sonrisas, por las cuales harías lo que fuera por verlas. 

Me gustaba ver a Paula feliz. 

Ya había encontrado mi propósito en la vida. Hacerla feliz. Porque ella lo hacia conmigo, aun así sin saber lo que realmente me pasaba. Ella me hacia sentir más vivo que nunca, me hacia sentir sano. Al lado de ella, dejaba la depresión, y ya no sentía miedo. No le temía a la muerte. Lo único a lo que le temía ahora, era a que ella se olvidara de mí. 

Dios, ¿podrías decirme que me pasa? ¿Estaré sintiendo lo que es el amor? No lo creo, pero si sentía una gran admiración hacia ella. Era tan feliz, que lograba contagiarme a mí.

-¡Frank!- se quejó- no me estás escuchando- levanté la mirada, y vi como hacia un puchero. No había nada que me derritiera más que eso.

-perdona. Te lo voy a compensar ¿querés que te lleve por un helado?- pregunté con una sonrisa, y vi como sus ojos se iluminaron hasta quedar brillantes. Parecía una niña pequeña tan emocionada, y esa era una de las cosas que tanto me gustaban de ella. 

Ese día había sido espectacular. Fue la primera vez que salía con Paula, y a decir verdad, adoraba estar con ella. Era tan perfecta. Justo lo que necesitaba.

-¿sabes, Frank? Me encanta pasar el tiempo con vos, es súper divertido.- me dijo con una sonrisa, y yo me reí. 

¿Y como no hacerlo, si tenia una gran parte de su cara manchada con helado?

-¿sabes comer helado?- pregunté retóricamente.

Ella puso cara de confusión, mientras yo me acerqué con una servilleta de papel, y me dediqué a limpiarle los restos de helado. Una vez que hube terminado, noté que estaba demasiado cerca de ella. Sus ojos estaban pegados a los míos, como si fueran imanes, y a esta distancia, su belleza se multiplicaba por mil. ¿En que momento me había empezado a gustar? Bajé la mirada hacia sus labios, y comprendí que la deseaba. La deseaba como a ninguna otra mujer en el mundo. Y no la deseaba por su cuerpo o su belleza exterior. La deseaba porque ella tenía algo que no cualquier persona tenía. La deseaba por ser distinta, por como me trataba, porque había logrado enamorarme.

Así que no me lo pensé más, y sin importar que saliera todo mal, o que arruine una amistad, pegué mis labios a los suyos. Y en el momento en el cual sentí la tibieza de su boca, supe que no me arrepentiría jamás.

Nuestros labios se unían a la perfección, y en mi estómago se desataba una guerra de tripas. Si, sé que debería decir lo de las mariposas, pero no se sentía así en lo absoluto. Era mejor, estaba feliz.

-yo…- comenzó a decir tímidamente en cuanto nos separamos. 

-vos nada…- apoye mi dedo índice sobre sus labios para que guarde silencio. Y si que me daba ganas de volver a besarla. – me gustó mucho eso Pau, y sé que a vos también. Pero, no es solo un beso. Me gustas. ¡Me gustas!- dije en voz mas alta al final. Quería que todos se enterasen que amaba a esa chica. Es lo que la felicidad me llevó a hacer, aun así, sin saber su respuesta.

Ella me miró desconcertada, como si no se lo hubiera visto venir. En ese momento dudé. ¿Y si no sentía lo mismo? Todo lo que ella quería y necesitaba estaba en mí, así que ¿Qué podría salir mal?

-yo… también me gustas- me dijo con una gran sonrisa, así que no lo pensé más. La bese. 

Ese día fue épico. Fue el principio de nuestro “por siempre”. Nos volvimos inseparables, si es que no lo éramos ya. Todo marchaba a la perfección, ya que había tomado la mejor decisión en mi vida, que me llevó a esto.

Save you.Where stories live. Discover now